jueves, octubre 10, 2002

RAZÓN DE SER DE LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Las Naciones Unidas definen las ONG como: “Cualquier organización cívica voluntaria sin fines de lucro”. Acepción amplia donde caben organizaciones de base (juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, grupos juveniles, grupos de madres comunitarias, sindicatos, etc.), así como los movimientos populares, cívicos, de derechos humanos y ecológicos.
De acuerdo con la anterior definición de ONG, se estima que en Colombia existen alrededor de 70 mil organizaciones cívicas voluntarias.
Si bien no hay una definición y una tipología de carácter universal, pueden enunciarse algunas características comunes:
No gubernamental, con personería jurídica, sin ánimo de lucro, de beneficio o utilidad común, de cambio humano, surgen por iniciativas particulares o de participación mixta, prestan servicios o realizan actividades de utilidad pública y promueven procesos de organización, participación y autogestión, sin intentar suplantar al Estado y la comunidad.[1]
No toda organización cívica voluntaria sin fines de lucro puede ser considerada una ONG; se requiere existencia y reconocimiento jurídico, y una estructura organizacional permanente. ¿Qué distingue una ONG? Se pregunta Rubén Fernández Andrade, Director General de la Corporación Región:
“Su carácter de organización civil, sin ánimo de lucro, instituida con motivaciones abiertas, solidarias y altruistas para el servicio a terceros”.[2]
Bernardo Toro, Presidente del Consejo Directivo de la Confederación Colombiana de ONG se expresa al respecto:
“Son todas las organizaciones y personas que pueden hacer todo lo que no está prohibido en una sociedad. En esto se diferencian del Estado que sólo puede hacer lo que esta legislado. Precisamente porque las ONG y la Sociedad Civil pueden hacer todo lo que no esta prohibido es por lo que es tan variado lo que hacen y no existe una definición clara de qué es eso que se puede hacer que no está prohibido en una sociedad. Son organizaciones sociales donde se producen bienes de interés colectivo y que además trabajan con el Estado. En el caso de las ONG buscan favorecer intereses públicos por decisión propia. También las iglesias o las cooperativas hacen parte de esas organizaciones sociales, pero a diferencia de las ONG, hacen bienes colectivos en lo privado (Cooperativas, Clubes, Iglesias, Sindicatos) y las ONG bienes colectivos públicos. (...) Habría que llegar a definir las ONG por su capacidad de construir bienes públicos con el Estado; ellas son el producto de la relación entre el Estado y la sociedad porque entre ambos tienen que construir lo público que es ese único lugar donde todos somos iguales. Es la manera de construir el Estado Social de Derecho que tenemos, a diferencia del Estado Napoleónico, es el que se construye con la sociedad y tiene sentido sólo si entre ambos son capaces de construir dignidad, es decir, hacer vigentes los derechos humanos.[3]
Tanto Rubén Fernández como Bernardo Toro señalan la finalidad de crear bienes y servicios públicos como una característica esencial y diferenciadora de las ONG de otro tipo de organizaciones sociales. Si bien la naturaleza y regulación jurídica de las ONG es de índole privada, no dependen de la administración pública, sus acciones, programas y proyectos se inscriben en el espacio de lo público no estatal, que junto a lo público estatal conforman el sentido amplio de lo público, de lo que pertenece a todos los ciudadanos de un país por tener iguales oportunidades de acceso y disfrute.
La Fundación Interamericana estima que en Latinoamérica y El Caribe, existen 11.787 ONG de los cuales 5.436 (46.1%) son colombianas.[4] Los cálculos indican que en las ONG colombianas colaboran más de 700 mil personas voluntarias, mientras que los usuarios directos se aproximan a los 14 millones de personas. En el departamento de Antioquia, la estimación es de 649 organizaciones y en el Valle de Aburrá 250. [5] y [6]
Las ONG hacen parte del Sector Social, junto con las cooperativas, cajas de compensación, gremios, sindicatos, juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, organizaciones comunitarias, fondos de empleados, asociaciones mutuales, y asociaciones profesionales.
No toda entidad sin ánimo de lucro es una ONG, pero las ONG deben ser entidades sin ánimo de lucro.
E concepto sin ánimo de lucro tiene varias connotaciones. La principal es que la organización no está constituida para el beneficio individual y por lo tanto sus excedentes económicos y sus bienes, nunca pueden ser repartidos entre los socios, ni aún en caso de disolución.
Sin ánimo de lucro no significa que la entidad sea con ánimo de pérdida. En el pasado, el modelo asistencialista y paternalista señalaba como algo indebido y antiético, la destinación de una parte de los excedentes económicos, al fortalecimiento patrimonial de la organización; de ahí, cierta imagen de precariedad e indigencia que tenían en la sociedad. Los nuevos conceptos de sostenibilidad, empresa social y fortalecimiento institucional han replanteado esta concepción.
Si bien las organizaciones del Sector Empresarial y del Sector Social hacen parte de la Sociedad Civil, difieren en cuanto a su naturaleza jurídica y fines. Rodrigo Villar lo expresa así:
“Una diferencia sustancial entre las empresas privadas y las entidades sin ánimo de lucro, es que mientras el desempeño de las primeras se mide básicamente sobre la base de sus resultados financieros, el de las segundas, se relaciona con el cumplimiento de sus misiones sociales. Las empresas privadas con ánimo de lucro producen bienes y servicios para cumplir su objetivo de maximizar ganancias para los accionistas de las empresas. Las entidades sin ánimo de lucro, proveen servicios o sirven de vehículo de expresión ciudadana, para cumplir la misión social y desarrollar las causas que establecieron sus fundadores o sus asociados. Para las primeras, los recursos financieros y su incremento a través de la transacción mercantil, es la razón de existir. Para las segundas, los recursos financieros son un medio para el desarrollo de su misión social. Las donaciones del público (individuos, empresas o fundaciones) que apoyan la causa de la organización y los recursos del gobierno, que confía en el beneficio público de la prestación de servicios públicos por parte de las entidades sin ánimo de lucro, son fuentes fundamentales para su operación. Mientras las empresas privadas, ha-cen transacciones con clientes individuales, dispuestos a pagar por los servicios que les ofrecen como consumidores, las entidades sin ánimo de lucro, se orientan a servir a beneficiarios que participan de la causa o misión social de la organización y no se espera, como en el caso de las empresas privadas, que esta se logre predominantemente por el intercambio de productos y servicios por dinero"[7].
La denominación de ONG es un hecho más bien reciente, empieza a circular en la década de los 80 como reacción diferenciadora de las políticas, planes, programas y proyectos de los organismos gubernamentales OG. El nombre de ONG es asumido en las agencias de cooperación internacional y se instala definitivamente en la opinión pública mundial. Si bien con esta nominación se intenta tomar distancia y definir límites con relación a las OG, en cuanto al origen, naturaleza jurídica, normatividad y formas de gestión, no lo es en cuanto a los objetivos y fines del desarrollo humano y social. La superación de la pobreza, el logro de la equidad social, una mejor calidad de vida y la defensa de los derechos humanos[8] son tareas comunes del sector gubernamental y de las ONG.

Origen y desarrollo

Con el afianzamiento del cris-tianismo en Occidente, el precepto de la caridad, (amor a Dios) inspiró la creación de órdenes religiosas y organizaciones laicas de ayuda y amparo a los pobres y menes-terosos. Asilos y hospitales fueron, por mucho tiempo, campo de acción de la Iglesia Católica. Con el Renacimiento y la progresiva secularización de la sociedad, surgió el concepto de filantropía (amor a la humanidad).
Tanto la práctica de la caridad cristiana como de la filantropía humanista, dieron origen a entidades de servicio y programas paternalistas y asistencialistas, modelo que tuvo vigencia hasta principios de la década de los años 60. Antes del surgimiento del Estado Moderno este tipo de entidades prestaban servicios de bienestar social a la persona, la familia y la comunidad.
Fue Alemania, a finales del siglo XIX, el primer país occidental en concebir y organizar un programa de seguridad social, cuya filosofía era la de atender las necesidades sociales de las personas durante todo su ciclo vital. El llamado “Estado del Bienestar” tuvo su aplicación plena en Norteamérica y Europa - Occidental. En Latinoamérica este modelo no pudo darse a plenitud por circunstancias políticas y económicas diferentes. En esta región un gran número de ONG surge como respuesta a la ausencia o incapacidad del Estado para proporcionar condiciones aceptables de vida y de bienestar social, al conjunto de la población. El objetivo de las entidades sin ánimo de lucro, en ese entonces, no era el de proponer un modelo alternativo de desarrollo sino, el de paliar y mitigar los efectos de la pobreza. El paternalismo y el asistencialismo, antes que remover los factores del subdesarrollo, mantenían las condiciones precarias de existencia de las personas y comunidades, mediante la dependencia institucional y la anulación de sus capacidades de realización y de autogestión.
La década de los años 60 implicó un punto de quiebre del modelo asistencialista y paternalista de las ONG. La complejidad de los problemas sociales y la búsqueda de soluciones más efectivas para re-mover las causas estructurales de la pobreza, dieron origen a ONG contestatarias con concepciones y propuestas diferentes en cuanto a su enfoque político y social. Otros hechos simultáneos fueron el incremento constante en el número de ONG y la progresiva profesionalización de los cargos directivos y de operación. Entre 1839 y 1960 aparecen 238 ONG en el país.
Entre 1961 y 1970 se crean 232 ONG; entre 1971 y 1980, 287, y de 1991 a 1990, 436 ONG. [9] Los últimos cuarenta años del siglo XX vieron un auge cuantitativo y cualitativo. Fue así como en 1988 se fundó en Santa Fe de Bogotá la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales, como gremio representativo y coordinador de este sector social.[10]
El fortalecimiento institucional, la capacitación permanente y la adopción y adaptación de las herramientas teórico - prácticas de la gerencia social, han sido, entre otras, nuevas estrategias para continuar vigentes y para responder a los nuevos retos del tercer milenio. Se pasa así, del trabajo mesiánico, protagónico, aislado y silencioso, al trabajo en red, en alianzas estratégicas, con medición de impacto y evaluación.
Los orígenes, naturaleza y evolución de las ONG constituyen un universo heterogéneo en su compo-sición y disperso en su accionar. Hay un poliformismo organizacional de modelos, tendencias y propósitos: ONG de asistencia y beneficencia, coexisten con ONG de desarrollo social y empresariales. Este poliformismo es, a la vez, una debilidad y una fortaleza; debilidad en cuanto dificulta la coordinación y la concertación, y fortaleza pues manifiesta vitalidad y dinamismo. Independiente de su origen y forma organizacional, las ONG fundamentan su acción en el aporte al capital social e institucional de la sociedad. Se parte de la intencionalidad de incrementar el bien público, y socializar sus beneficios.
La misión de las ONG radica en la promoción y defensa de los derechos humanos, entendidos como garantía de una vida digna con oportunidades para todos sin ningún tipo de discriminación. Bajo este concepto se puede englobar la misión de las ONG. No hay necesidad y satisfactor humano que no sean atendidos por ellas. Tampoco hay grupo poblacional o generacional excluido de su acción. No se concibe una ONG que no trabaje, desde su misión particular, por la vigencia de los derechos humanos.
En el objeto social de cualquier ONG hay siempre una intención explícita de contribuir al desarrollo humano y social. Las ONG comparten y creen en los valores universales de la solidaridad y la justicia. Creen en el cambio personal, familiar, social, político, económico y cultural del ser humano. Como actores sociales, las ONG posibilitan procesos de transformación. Cuando una ONG proporciona vivienda a familias pobres, por ejemplo, no lo hace sólo para reducir el déficit habitacional o para solucionar un problema de albergue, las viviendas son un medio para mejorar las relaciones familiares, la comunicación, la expresión afectiva, la autoestima y la felicidad de las familias. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el trabajo con personas con limitaciones físicas, infancia en situación de abandono o riesgo, jóvenes farmaco-dependientes, jefas de hogar, personas afectadas por la indigencia, el SIDA, prisión política, desplazamiento, la violencia, los desastres naturales, entre otros.
Para las ONG no basta con mejorar las condiciones materiales de existencia a personas o grupos poblacionales, ésta es una condición necesaria, mas no suficiente, de su labor. A las ONG les interesa, sobre todo, la realización plena de las capacidades humanas y el acompañamiento en la búsqueda de la felicidad individual y colectiva, aquí reside la especificidad de la misión de las ONG, lo que las diferencia de otras organizaciones y sectores. Es este valor agregado, este sello de fábrica, el que marca la diferencia y el que justifica su existencia.
El carácter de no gubernamental no implica el desconocimiento de la acción de los organismos gubernamentales, OG. Ellos son los responsables directos de formular las políticas públicas; las ONG inciden cada vez más en el diseño y orientación, pero ello no implica que su tarea sea la de llenar los vacíos del Estado o ejecutar los programas y proyectos oficiales. Ya sea por contratación o en alianzas estratégicas con los gobiernos o con agencias de cooperación internacional, las ONG tratan, como actores sociales, de imprimir su propio sello. Tampoco es su función, suplantar a las comunidades, ni representarlas políticamente ante el Estado.[11]
Además de prestar servicios a la comunidad y aportar al desarrollo humano y social, las ONG también tienen la misión de formar ciudadanía, aportar a la construcción de lo público, crear capital social mediante su participación en redes y en espacios de concertación interinstitucionales e intersectoriales.
Las ONG cooperan como actores sociales con el sector gubernamental, el sector empresarial y las demás organizaciones del sector social en el logro de una sociedad más justa, democrática y pacífica.
En el preámbulo de la declaración de principios de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de Colombia se lee:
“Las ONG son entidades de derecho privado, sin ánimo de lucro, con claros objetivos de beneficio social y comunitario, cuyas actividades se orientan a:


Construir el bien público.
Erradicar la pobreza, buscar la equidad y lograr la sana convivencia.
Promover la defensa de los derechos fundamentales y contribuir a la construcción de niveles de vida dignos para los colombianos.
Fomentar los valores éticos.
Promover la defensa e incremento de los bienes y valores que constituyen el capital social.
Impulsar la formación de auténtica sociedad civil que lleve al logro de la plena democracia, al ejercicio de la participación ciudadana y a la aplicación de medios de control de la gestión pública en todas sus etapas.
Contribuir al desarrollo social del país y a la promoción social de los colombianos, especialmente de los pertenecientes a las clases menos favorecidas.
Procurar la generación de mayor inversión y productividad social, tanto por parte de las entidades públicas como privadas, ONG y otras organizaciones de la sociedad civil (OSC).
Las ONG están llamadas, por tanto, a cumplir una acción de fundamental importancia en ayudar a construir una sociedad civil pluralista y sostenible, con recursos y proyectos que demuestren su apertura, transparencia, integridad y autorregulación”.[12]
Su origen diverso, su desigual evolución, los contrapuestos discursos ideológicos, la excesiva heterogeneidad y fragmentación, la búsqueda de la sostenibilidad financiera, y las diferencias frente a la relación con el Estado y otras organizaciones sociales, han replanteado el papel de las ONG en el Sector Social.
La sostenibilidad financiera [13] y el cuestionamiento al qué hacer institucional pasaron a ser asuntos prioritarios. La sostenibilidad se vio amenazada por la desaparición de los auxilios oficiales; la competencia por los recursos públicos vía contratación; la disminución de las donaciones privadas por la crisis económica de las empresas; la disminución de los rendimientos del patrimonio para aquellas organizaciones que habían logrado en el pasado crear uno y capitalizar sus excedentes y la tardanza por aprender a formular, presentar y negociar proyectos con las agencias de cooperación. Luis Carlos Bresser y Nuria Cunill señalan las implicaciones de la búsqueda impaciente de la sostenibilidad:
“En la medida en que no se trata de entes autosustentados, uno de los principales desafíos estriba en conciliar sus funciones de promoción de la autoorganización social con sus funciones de carácter más empresarial. En tal sentido resulta clave contrarrestar la tendencia a la mercantilización y la burocratización, de modo de preservarlas como integrantes de lo público no estatal y, sobre todo, posibilitar que actúen como catalizadoras y promotoras de la ampliación del espacio público, a través del empoderamiento de los sectores más vulnerables. El mismo problema aparece en el caso de las fundaciones de servicio público, que en-frentan siempre los riesgos de la privatización y de feudalización”.[14]
En el mismo sentido se expresa Edgardo Lander:
“La experiencia de las llamadas ONG demuestra que los problemas de privatización de lo público no son asuntos que se refieren exclusivamente a Estado. Está abundantemente documentado que muchas organizaciones no gubernamentales, incluso de origen popular, pueden no sólo burocratizarse, sino, igualmente comenzar a organizar su actividad de obtención de recursos y de dotación de servicios en términos prioritariamente autorreferentes. La autojustifica-ción, sobrevivencia, pago de personal y crecimiento de la propia organización, se convierte, en esos casos, en el objetivo que orienta en lo fundamental su acción”.[15]
Si en el pasado el qué hacer institucional de las, en ese entonces, denominadas entidades sin ánimo de lucro no era cuestionado por el Estado, la empresa privada y los beneficiarios, con el advenimiento de la gerencia social surgieron fuertes críticas a sus particulares formas de organización, ejercicio de la autoridad, eficiencia administrativa y resultados de sus pro-gramas en la población. La crítica del Estado se dirige a la intención deslegitimadora de su acción por parte de ONG contestatarias en los sectores populares; a ver en él la “vaca lechera” de obtención de recursos para la sostenibilidad; y a la dificultad de establecer interlo-cución directa con un sector excesivamente fragmentado y atomizado. Las críticas del Sector Empresarial están dirigidas a reclamar de las ONG mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos económicos donados para proyec-tos y programas de desarrollo social; también, a rechazar “el discurso izquierdista de los Derechos Humanos” de las ONG. La proliferación de ONG y la falta de una organización gremial con más fuerza y reconocimiento político y social han contribuido a que la opinión pública y otros actores sociales cuestionen el que hacer de las ONG. En palabras de Eduardo Bustelo G.:
“Sin pretender invalidar el compromiso y la actuación de las ONG debe tenerse en cuenta, no obstante, que la relación de autoridad “caudillo-patrón” también se expresa frecuentemente en su sentido patrimonial y vertical en las organizaciones de la Sociedad Civil. Esta es “mi” ONG, este es “mi” tema, estos son “mis pacientes”, este es “mi proyecto”; etc, pueden ser ejemplos de la apropiación patrimonial de espacios institucionales, grupales o de temas. Así mismo, puede observarse en muchas ONG, la dependencia unipersonal en un líder interno o “tutor” externo, la escasa o casi nula capacidad para renovar sus autoridades que parecen quedar “dueñas” a perpetuidad de espacios de actuación y los casi inexistentes mecanismos democráticos de elección y de participación. Frecuentemente es también observable la implementación de formas de intervención autoritarias de proyectos sin la promoción ciudadana, en donde los “propietarios - sujeto” de una propuesta definen sobre los “objetos de intervención” el tratamiento social “adecuado”. No menos importante es el “purismo conceptual” o “ética de la exclusión” con la que muchas ONG se manejan, lo que se traduce en la creencia de que un determinado enfoque o metodología de trabajo son los únicos y mejores así como, en la convicción de que cada uno expresa una modalidad prístina, transparente y éticamente definitiva en el trabajo por los demás lo que por definición, excluye otras formas importantes de compromiso social”.[16]
Otra crítica, menos conocida al exterior de las ONG pero no por ello menos grave, es la práctica de un concepto restringido del bienestar y la solidaridad, estas tienen validez si se realizan en los grupos objetivos, en los “clientes externos”, más no se aplican con igual medida si se trata de mejorar las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los empleados, de los “clientes internos”. En la mayoría de las ONG, especialmente en las de menor tamaño, no existen políticas de bienestar laboral y social para los empleados y sus familias fuera de lo estrictamente legal. No hay posibilidades de préstamos para vivienda o calamidad doméstica, de subsidios educativos para la familia, de seguros colectivos de vida y amparos adicionales por enfermedad, accidente o muerte. La precariedad institucional y la incierta sostenibilidad impiden la estabilidad laboral y la contratación a término indefinido de la mayoría del personal. La “cultura de los proyectos” hace imposible garantizar la continuidad de un recurso humano cualificado y con experiencia al cual se le pide dar muestra de la misma mística y capacidad de entrega de entrega de los más entusiastas voluntarios. No cabe duda que este tipo de ONG enfrenta un cuestionamiento ético entre la misión y los principios institucionales hacia la sociedad y sus deberes de promoción de los satisfactores del personal a su servicio.
Es válido también los reparos que los otros sectores hacen frente a la necesidad de superar la atomización de las ONG: Escribe la socióloga Lucía Tarazona de Niño:
“(...) La política de formación de consorcios que ha iniciado la Confederación Colombiana de ONG es vital, así como la constitución de redes sólidas. A veces el exceso de protagonismo o la intolerancia y radicalismo que impiden el trabajo en equipo inducen a una proliferación de ONG que son muy limitadas en sus recursos, capacidad de acción, y que conllevan costos fijos muy altos y pocas probabilidades de consolidación. Hay que trabajar con ahínco en el diseño y desarrollo de ONG buscando llegar a constituir organizaciones eficientes, que trabajen en escalas de operación competitivas para ser opción frente a los servicios estatales y las empresas privadas de lucro. De otro lado, sólo con organizaciones que sobrepasan las fronteras de la supervivencia es posible plantearse el insertarse en redes de transferencia de tecnología dura y blanda de modo que se puedan ofrecer servicios de calidad y especialización dinámicos. La atomización también impide una contribución significativa del sector fundacional a la solución de cualquier problema de importancia social, pues no logra constituir una masa crítica que genere impacto social”.[17]
Otra crítica reiterativa a las ONG es la dificultad de concebir y realizar programas de amplia cobertura poblacional y geográfica debido a que circunscriben su acción, de manera preferente, a los ámbitos micro y de localidad. Esta circunstancia, unida al predominio de los enfoques sectoriales e institucionales de abordar las problemáticas, refuerza la fragmentación e impiden la adopción de una visión más integral de la realidad social. Aunque se ha avanzado, hace falta seguir propiciando el trabajo interinstitucional e intersectorial no solo entre las mismas ONG sino con otras organizaciones y sectores; implica dejar protagonismos, celos institucionales, actitudes mesiánicas, trabajo en equipo, acercamientos personales de directivos y funcionarios, elaboración conjunta de proyectos donde se reconozcan las fortalezas y de la sinergia de la complementareidad. En este sentido, el Estado y las agencias de cooperación pueden presionar el cambio al dar prelación a los proyectos formulados en uniones temporales, alianzas y consorcios que movilicen más recursos y comprometan más actores sociales.
La participación social de las ONG en los asuntos públicos ha demandado que éstas den cuenta de sus acciones y resultados, con transparencia, a la opinión pública para obtener credibilidad y confiabilidad de los demás actores. No todas las ONG se muestran interesadas en obtener visibilidad y reconocimiento, distinto a protagonismo, un gran número mantienen la política tradicional del bajo perfil y de proporcionar escasa información a la sociedad de sus actividades.
En cuanto al papel que asumen las ONG con relación al Estado colombiano se evidencian cuatro tendencias:
1. Negación del Estado.
Es un grupo minoritario de ONG que se resiste a considerar la dimensión pública de su misión institucional; generalmente son organizaciones de enfoque asistencial y de beneficencia, de larga tradición, con autosuficencia patrimonial y financiera. No mantienen, ni están interesadas en tener relaciones contractuales con el Estado en participar en escenarios públicos o en redes sociales; su interés es el de prestar servicios a la comunidad de acuerdo a sus principios fundacionales y filantrópicos. Son ONG refractarias al cambio interno y a las demandas externas.
2. Confrontación civil con el Estado.
Son aquellas ONG que se niegan a entrar en relaciones de contratación con el Estado para poder ejercer funciones de crítica y veeduría a la gestión pública. Son ONG donde prima la formación política de sus miembros y se hace explícito su alinderamiento en la llamada izquierda democrática. Están contra el empleo de la violencia y propugnan por una salida negociada al conflicto armado. Su acción institucional se centra en la formación de ciudadanía y de derechos humanos.
Dependen de la cooperación internacional para su financiamiento.
3. Colaboración funcional con el Estado.
Otro grupo de ONG tomó partido por las nuevas oportunidades que abrió la Constitución de 1991 y la Ley 080 de 1993. Estas ONG se caracterizan por la prestación de servicios a grupos vulnerables como niños, jóvenes, ancianos, mujeres jefes de familia, indigentes, presos, damnificados por desastres naturales, familias desplazadas, indigentes, y pacientes terminales, entre otros. En su afán de obtener recursos oficiales para su sostenibilidad renuncian a ser y a desarrollar un modelo alternativo de desarrollo social, convirtiéndose en meros ejecutores de los programas formulados por la política gubernamental de turno. Son ONG solícitas de las directrices oficiales que no sólo costean barato sus servicios sino que, además, los cofinancian con recursos propios o ajenos. De ahí el apelativo de organizaciones neogubernamentales. Muchas dependen de un solo contrato anual como aquellas que están vinculadas al Instituto de Bienestar Familiar o a una Caja de Compensación Familiar; situación que agrava su debilidad institucional e impide su autonomía. Estas ONG no están interesadas en polemizar con el Estado, ni en construir un discurso propio de lo social, de la participación y o de la construcción de lo público democrático. Su preocupación es cumplir con la misión institucional y asegurar recursos para su sobrevivencia así sea a costa de “privatizar lo público”.
La colaboración funcional con el Estado tiene el riesgo para las ONG que siguen esta tendencia de ser vistas por la sociedad como un sustituto del mismo Estado. Son las que “llenan un vacio”, las que hacen lo que el Estado no quiere o puede hacer. Al actuar de esta manera deslegitiman al Estado y minan la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas.
4. Negociación y cogestión con el Estado.
Un tercer grupo, más reciente, de ONG trata de articular la prestación de servicios y la producción de bienes sociales con la construcción de un pensamiento gremial de fortalecimiento a la Sociedad Civil, de promoción y acompañamiento a los sectores populares y organizaciones comunitarias así como la ejecución de proyectos de desarrollo local, regional y ambiental. Quieren ser no sólo un poder social sino, también político y para ello pretenden ser reconocidos por los otros sectores y organizaciones como actores sociales. Escribe Jorge Bernal:
“El primer paso a dar por las ONG de desarrollo social es rescatar y asumir su lugar y su papel como un actor más en el desarrollo económico, político y cultural del país. Que junto con las propuestas y acciones del Estado, de los partidos políticos, y de las organizaciones populares, pueden estar y efectivamente estén las propuestas y acciones de las ONG. Que su opción por las mayorías marginadas del desarrollo económico y social, no vaya hasta negar sus propios postulados, sus iniciativas, sus acciones que por lo demás no siempre coinciden, por lo menos inmediatamente, con las de las mayorías. Que sus mayores relaciones con las organizaciones populares no impidan que se establezcan convenios más o menos estrechos y permanentes con el Estado y/o los partidos políticos. Las ONG tienen que tener un proyecto social y político alternativo para no caer en una actividad básicamente asistencialista, de reemplazo del Estado en sus funciones sociales”.[18]
Las ONG tienen un lugar específico, propio y reconocido en la Sociedad Civil. Eso no se discute. Lo que es polémico y fuente de controversia es el desempeño de su rol como actor social. La investigadora social Ingrid Bolívar pone el dedo en la llaga sobre este asunto:
“Hay una discusión que por lo “vieja” y, en algún sentido, portadora de un “tufillo marxista o popular” suele aparecer disfrazada o tal vez esconderse en los distintos encuentros de actores sociales. La discusión a la que se hace referencia es aquella que se pregunta si las ONG son solo promotoras, organizaciones al servicio de otros, por y para ellos, o si también pueden ser actores, tener su propio proyecto, su programa, su plan particular del que otros participan, pero que les reconoce cierta especificidad y autonomía. (...) Se trata pues de pensar ¿Cómo se imagina la ONG a sí misma? ¿En que espacios se concede autonomía relativa, especificidad social y política? ¿En cuales por el contrario, esa ONG se representa atada a los intereses de otras organizaciones llamadas a darle sentido, identidad, misión? ¿Qué imagen de la sociedad se esconde detrás de las constantes alusiones de las ONG a “los pobres”, “los marginados”, “los excluidos”? ¿Qué representación particular construye cada ONG de esos sectores y cómo desde allí un tipo particular de intervención y acción social”?[19]
La discusión permanece abierta en las ONG que quieren afirmarse y desempeñarse en los espacios públicos como actores sociales; discusión que compromete, en el buen sentido, una adscripción política, ideológica y programática determinada. La propuesta de transformación de las ONG en actores sociales esta contenida en el Acuerdo Programático para construir la Paz, formulado por la Confederación Colombiana de ONG. En dicho acuerdo se hace énfasis en la importancia que ellas tienen en la convivencia democrática, en la construcción de ciudadanía, de lo público y de los bienes colectivos; sobre este ultimo punto dice el acuerdo:
“(...) Lo público es el lugar en donde la equidad se hace posible. A mayor producción de bienes colectivos y públicos, mayor equidad. Para producir bienes públicos se requiere de un saber que es necesario construir y desarrollar; se requiere aprender a trabajar colectivamente. En este aprendizaje, las ONG y las redes de ONG juegan un papel fundamental”.[20]
En el texto, ya citado, ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros para las ONG, Rubén Fernández, ve a las ONG, en cuanto actores sociales, como promotoras del ejercicio de una ciudadanía plena:
“Y una tercera posibilidad [21] tiene que ver con asumirse, desde la misión institucional, como grupos humanos que canalizan lo mejor de las energías sociales en torno al ejercicio de una ciudadanía plena y responsable, en canalizadores de la solidaridad para con otros necesitados y en activos promotores de la vida cívica y defensores del bien común.
Ante el hecho histórico de que la desigualdad es una condición social y política presente en toda la historia, es pensable que una parte de las organizaciones no gubernamentales sigan dedicando sus esfuerzos a ayudar a personas que se encuentran en situaciones de carencia y cuya pobreza se constituye en un reto común. En general los excluidos de la sociedad, moverán mentes y corazones solidarios y precisarán de ONG para canalizar esta vocación.
En este punto caben dos maneras bien distintas de entender esta actividad: el simple y llano paternalismo o la solidaridad. Ambas tendrán su lugar aunque el primero, cada vez más marginal y cuestionado tenderá a quedar reducido a cuestiones puntuales.
En el segundo caso, será fundamental la explicitación del interés por ayudar a remover causas estructurales que dan origen a la exclusión que los ocupa. Esto implica dotarse, además, de instrumentos idóneos para atender a las personas en situación de exclusión, de herramientas para el análisis y la promoción del debate público, que significa que las ONG deberán tomarse en serio su propia ciudadanía política.
Pero además estarán en el menú, la educación ciudadana, las actividades de control ciudadano como las veedurías a la gestión de los gobernantes, las ligas de consumidores y usuarios, los grupos de presión para la elaboración de políticas públicas o la defensa del medio ambiente.
El ejercicio de alianzas, coaliciones, consorcios y todo tipo de relacionamientos estables, serán una necesidad en este escenario, buscando precisamente La eficacia de la acción.
En los tres casos, el voluntariado y la generosidad seguirán como una fuerza enorme a movilizar y como principal capital de las ONG. Sin embargo esto deberá armonizarse con la existencia de equipos profesionales de trabajo de altas calidades que se constituyen en el soporte técnico y operativo de la misión”.[22]
Al igual que la Sociedad Civil, las ONG no pueden concebirse sin relación, de inclusión o de exclusión, con el Estado. Su mismo nombre, su equívoca denominación, su identidad se define por lo que no es o quiere ser: no gubernamental. Es, en verdad, un término desafortunado pero que, para bien o para mal, ha hecho carrera y se ha posicionado en la opinión pública. Como fenómeno social seguirá creciendo numéricamente y aumentando su diversidad en la medida en que la pobrezas y las exclusiones de todo tipo lo sigan haciendo también. No hay duda que ellas fructifican mejor en un Estado democrático y que éste se fortalece con la movilización de recursos y sus aportes al desarrollo social de la población. Sin embargo hay conciencia en el gremio de que el exceso de responsabilidad cívica por atender necesidades y carencias no puede llegar a sustituir las responsabilidades sociales inherentes al Estado.
La tendencia de negar al Estado y de no entablar con el ningún tipo de relación de trabajo no es viable de sostener en el futuro ya que la complejidad de lo social hace inocuo cualquier esfuerzo aislado o “granito de arena” de contribución a una problemática particular; además, las incertidumbres de un entorno cambiante hacen muy difícil mantener las condiciones de autosuficiencia institucional que posibiliten la acción social aislada.
La tendencia de colaboración funcional con el Estado presenta riesgos de desnaturalización para las ONG que la asuman, tales como el clientelismo, la cooptación política, la dependencia asistencial y la “privatización de lo público”, lo que Eduardo Bustelo denomina “el abrazo mortal”; además inhibe la iniciativa, la creación colectiva y original de soluciones a las problemáticas sociales y “burocratiza” la gestión gerencial y social de la ONG.
La tendencia a constituirse en actores sociales es la más promisoria y enriquecedora de las tres, implica un proceso interno de reflexión en el pensamiento y la acción, un cambio cualitativo en definir el rol con los pares, con el Estado y la Sociedad Civil; también implica riesgos como la excesiva ideologización y politización de las personas y de la estructura social o el señalamiento y discriminación de otros actores sociales. Implica, además, el riesgo de querer comportarse como Estado. En palabras de Daniel Pecaut:
"Las ONG se comportan como Estado cuando pretenden intervenir directamente como si fuesen un poder con el mismo tipo de representatividad que el gobierno. Lo hacen cuando, por ejemplo, se meten directamente en el proceso cotidiano de negociaciones de paz con las guerrillas... El riesgo, mientras tanto, es que contribuyen a una desinstitucionalización mayor, quitándole al Estado lo que queda de autoridad. El desafío de cada una de ellas es actuar al mismo tiempo, buscando facilitar la expresión de la gente y ayudando a la reconstrucción institucional. No basta intervenir a nombre de sus propios valores sino en función del proyecto de construcción de una democracia moderna".[23]
¿Qué ganan las ONG que le apuestan a convertirse en actores sociales? Autoestima institucional, visión global, visibilidad, reconocimiento de otros sectores y capacidad de negociación y de cogestión con el Estado, en la formulación de políticas y en la ejecución de proyectos y programas sociales. ¿Qué se requiere? Valor para tomar la decisión, apertura mental, liderazgo, fortalecimiento institucional, apoyo gremial, trabajo en red, profesionalización del personal, compromiso y mostrar eficiencia e impacto en los resultados. Si las ONG se asumen y actúan como gremio en la defensa de sus intereses, que no pueden ser otros que la procura del bienestar y los derechos humanos de las personas a quienes manifiestan promover y servir, habrán afianzado su papel en la Sociedad Civil y reencontrado su autentica razón de ser.
[1] La Federación Antioqueña de ONG define, estatutariamente, a sus afiliadas como: “Las personas jurídicas de carácter privado o de participación mixta sin ánimo de lucro, con actividades relacionadas con procesos de desarrollo, tales como la generación de conocimiento, la prestación de servicios que respondan a la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, la investigación y la aplicación de estrategias alternativas de desarrollo que promuevan la transformación social”.
[2] ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros de las ONG. Rubén Fernández Andrade. Ponencia presentada en el Encuentro Nacional de ONG: Conver-gencia entre lo publico y lo privado. PROCALI. Cali. 1999. Pág: 1.
[3] Bernardo Toro: Zar de las ONG colombianas. Entrevista. Revista la Hoja. Medellín. Febrero del 2002. Pág: 5.
[4] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales(ONG), Fundación Social. Bogotá. 1992. Pág: 20
[5] Directorio guía de entidades sin ánimo de lucro: 2000 – 2002. Duodécima edición. Fundación Codesarrollo. Pág. XVIII. Medellín, 2000.
[6] Una investigación realizada en 12 países, por la Universidad de Johns Hopkins, en 1995, encontró que las ONG son grandes generadoras de empleo: En Estados Unidos emplean 7 millones de personas; en Japón 1.4 millones y cerca de un millón en Alemania, Francia e Inglaterra. Citado en: Foro Social. Edición Nº 2 diciembre – enero, 1995. FES. Cali
[7] El Tercer Sector en Colombia: Evolución, dimensión y tendencias. Confederación Colombiana de ONG. Rodrigo Villar. Co-mún Presencia Editores. Bogotá. Pags: 109-110. 2001
[8] Entiéndase por derechos humanos no sólo los individuales, llamados de primera genera-ción, sino, además, los sociales, económicos y culturales, o sea los de segunda y tercera generación.
[9] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales (ONG) en Colombia. Pág. 33
[10] Para un mayor conocimiento del origen y desarrollo de las ONG Véase: El Sector social en Colombia. OP.CIT. Capítulo 1. Paginas 23 –93.
[11] La existencia de ONG internacionales de Derechos Humanos y la agudización del conflicto interno colombiano han polarizado el conocimiento y la actitud del Estado y la sociedad ante la posición política de las ONG nacionales. La representación social que la Opinión Pública tiene de ellas es cruzada y ambivalente. Unos sectores las asocian con las acciones de las guerrillas y otros con los intereses de los paramilitares. La generalización indiscriminada ha conllevado a la desinformación y la estigmatización del que hacer de las ONG en el medio, lo cual ha implicado el retiro de muchas organizaciones de las zonas del conflicto armado por amenazas y falta de garantía para su trabajo. La Confederación Colombiana de ONG, mediante sus federaciones regionales, ha hecho reiterados pronunciamientos públicos acerca de la misión, naturaleza y actuación de las ONG agremiadas y de su posición pacifista y democrática ante el Estado y los actores armados.
[12] Confederación Colombiana de Organiza-ciones no Gubernamentales. Bogotá. 1998. Documento.
[13] “Una organización es sostenible cuando en una situación determinada existe una capacidad duradera para movilizar recursos suficientes (personal, tecnología, información y finanzas) para asignarlos a la prestación de un conjunto de servicios que se juzgan convenientes por su solicitud y utilización”. Corporación PAISAJOVEN. Documento interno. 1998. La sostenibili-dad es difernte de la autosuficiencia, pues ésta conduce al aislamiento y al protagonismo institucional.
[14] Entre el Estado y el mercado. Luis Carlos Bresser Pereira, Nuria Cunilll Grau. Paidóis. Buenos Aires. Argentina. Pág: 5º. 1998.
[15] Límites actuales del potencial democratizador en la esfera pública no estatal. En lo público no estatal en la reforma del Estado. Paidós. Buenos Aires. 1998. Pág: 467.
[16] El abrazo: Reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y los organismos no gubernamentales. Op.Cit: Pág: 68.
[17] Liderazgo de las organizaciones no gubernamentales en la Colombia en crisis. En: La gerencia social como desafío para el desarrollo. Memorias. Seminario Internacional. Universidad de la Salle. Bogotá. 1996. Pág: 153 y 154.
[18] Las ONG colombianas en el umbral de una nueva época. Jorge Bernal. Revista Foro N° 17 . Bogotá, 1992. Pág: 82
[19] El papel de las ONG en el fortalecimiento de la Sociedad Civil: La construcción de lo público. Documento. 1999. Pág: 4
[20] Acuerdo Programático para construir la Paz. Confederación Colombiana de ONG. Bogotá. 2001. Pág: 25
[21] Las otras dos posibilidades enunciadas por el autor son: oficinas especializadas prestadoras de servicios sociales, y, canalizadores de intereses comunes específicos.
[22] Op.Cit. Pág: 10
[23] Las ONG parecen el Estado. Daniel Pecaut. Entrevista. El Quinto poder. Informe especial. OP.CIT. Pág: 42

sábado, octubre 05, 2002

EL DESARROLLO SOCIAL DESDE EL SECTOR SOCIAL

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



1. Antecedentes históricos

En Occidente la producción y reflexión de conocimiento acerca de lo social lleva varios siglos. Desde la Grecia antigua, el imperio romano, el medioevo, el iluminismo francés, los filósofos y sus escuelas se ocuparon por definir y comprender lo social.
El régimen esclavista de producción al concebir al hombre como mercancía e instrumento de trabajo hizo impensable e imposible una visión y gestión de lo social. El cristianismo constituyó un cambio radical en la concepción del género humano, al predicar el amor a los semejantes. La posibilidad de ver y sentir al otro como sujeto de amor permitió la aparición y práctica de valores humanos como la caridad, la justicia y la solidaridad. Además los mandamientos divinos promulgaban las ventajas de ser bueno y de hacer el bien a otros. Mucho antes de que se conformaran los Estados Nacionales y la Sociedad Civil moderna fue la Iglesia Católica la única organización, de Occidente, que se ocupó de hacer gestión social. Desde la edad media órdenes religiosas como la de San Vicente de Paúl hicieron de la caridad y de la misericordia su razón de ser. La influencia de la doctrina católica en los asuntos sociales no se limitó a sus ordenes religiosas sino que, además, fomentó la creación de multitud de organizaciones laicas con fines de beneficencia y asistencia social.
Como efecto combinado de la revolución francesa y de la revolución industrial surge la sociología como la disciplina científica que pretendía conocer las leyes positivas del funcionamiento de la sociedad. En el siglo XIX lo social también fue objeto de estudio por parte del socialismo utópico, el marxismo y la Iglesia Católica; en 1981 el Papa León XII publica la encíclica “Rerum Novarum” fija el pensamiento oficial de la Iglesia en el tema de lo social. La revolución francesa avanzó al concederle al hombre el estatus de ciudadano y como sujeto de derechos y deberes pero la revolución industrial inglesa impuso el capitalismo salvaje el cual fue responsable de la pauperización y condiciones extremas de vida, las cuales fueron denunciadas por Federico Engels en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra; condiciones narradas, también, en las obras literarias de Charles Dickens.
Solo fue hasta 1870 cuando, por primera vez, un Estado, el prusiano, se ocupó de lo social e hizo gestión pública. La Prusia de Bismark concibió y puso en práctica el primer modelo de seguridad social. Pero la época en Europa era aún de inestabilidad política y de guerras entre los Estados nacionales, lo cual impedía ocuparse en forma de la gestión social. Sin embargo, fueron los efectos devastadores de las guerras entre los soldados y la población civil los que dieron origen a la organización social, sin ánimo de lucro, más grande del mundo: la Cruz Roja Internacional, la cual se haya presente en 176 países y dispone de 200.000 voluntarios. La misión humanitaria de socorrer víctimas militares y civiles de los conflictos armados se inscribe bajo el concepto, ya no de la caridad y la misericordia, sino de la filantropía.
Para principios del siglo XX los estados occidentales fueron asumiendo la gestión social mediante las reformas constitucionales y la expedición de leyes sociales, si bien su aplicación fue un proceso lento y gradual, presionado por la movilización de fuerzas sindicales y feministas, en el caso de la protección al trabajo y al derecho al sufragio. El denominado “Estado del Bienestar”, tuvo su origen y máxima expresión en los Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental; su objetivo fue el de asegurar y prestar servicios sociales en forma pública, subsidiada o gratuita a la mayoría de la población. Esto ocurrió desde el fin de la Segunda Guerra Mundial,1945, hasta mediados de la década del 70. En los países del Caribe y Latinoamérica no se dio un verdadero “Estado del Bienestar” como en los países arriba mencionados, en razón de que su desarrollo industrial, político e institucional fue insuficiente para generar riqueza y mucho menos redistribuirla equitativamente.
El prolongado período de auge económico de la posguerra sumado a la estabilidad política de regímenes socialdemócratas, facilitó la consolidación del “Estado del Bienestar”. Fue la crisis del petróleo y el consiguiente encarecimiento de sus derivados, base de la sociedad industrial, quién puso fin al largo ciclo de prosperidad, debilitando los ingresos tributarios de los gobiernos y las condiciones estructurales de pleno empleo. A principios de los años 80 el neoliberalismo hizo su aparición como respuesta política y administrativa a la crisis, disminuyendo la inversión social y desmontando servicios públicos creados por el “Estado del Bienestar”. Si bien este modelo de gestión social contribuyó a elevar el nivel y la calidad de vida de amplios sectores de la población generó, a su vez, efectos perversos sobre ellos. Los lazos de solidaridad, cooperación y mutua ayuda sobre las personas, familias y comunidades, en especial las urbanas, fueron remplazados por los trámites impersonales y burocráticos de acceso a los servicios. El resultado generalizado fue el aislamiento social y la pérdida de las redes de apoyo. La vida en soledad y la muerte en solitario de ancianos en sus casas se convirtieron en la expresión deshumanizada del “Estado del Bienestar”.
En América Latina, por el contrario, se aplicaban las teorías y recomendaciones de la CEPAL; se afirmaba que lo prioritario era destinar recursos al desarrollo económico, a la construcción de carreteras, embalses hidroeléctricos y a sustituir importaciones. El crecimiento económico, per-se, se convirtió en dogma, y éste, una vez alcanzado traería el desarrollo social y, con las reformas políticas adecuadas, se distribuiría mejor la riqueza generada. Los países latinoamericanos, como el resto del llamado Tercer Mundo, se endeudaron en cuantiosos prestamos ofrecido por la banca internacional, inundada con los dineros de los petrodólares. Lo anterior dio origen al problema del pago de la deuda externa de los años 80, a crisis fiscales y severos programas de ajuste ordenados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y a la adopción de políticas neoliberales que desplazaron de la agenda pública la responsabilidad del Estado en el desarrollo social de sus ciudadanos.

2. Componentes del viejo paradigma de lo social

La caridad cristiana
La Iglesia Católica como institución fundadora de la civilización occidental dio origen a las primeras entidades sin ánimo de lucro dedicadas a la educación, la atención de enfermos, huérfanos e indigentes. Los recursos se obtenían de donaciones, legados, testamentos y obras pías. Las llamadas obras de misericordia, materiales y espirituales, fueron la guía de acción para la práctica de la caridad cristiana. Esta asume una relación personal entre el donante y el receptor.
"La visita domiciliara fue la forma principal a través de la cual se prestaba atención a los pobres y la expresión por excelencia de la caridad. Una caridad motivada por la fe católica, conducente a socorrer al desamparado, llevándole el pan y el alimento del alma. En esas visitas, se establecía una relación personal con el pobre, un verdadero parentesco espiritual y era esa interacción entre el que da y el que recibe, el nucleo central de la caridad".[1]
La limosna callejera y el mercado del pobre en parroquias y colegios católicos constituyeron también prácticas habituales del precepto de la caridad cristiana. Las sociedades de San Vicente de Paúl, las cuales son de las más antiguas (la de Bogotá fue fundada en 1857 y la de Medellín en 1882) siguen observando en sus programas y servicios la orientación caritativa. Al contrario del protestantismo cristiano que proclama la fe como única instancia de salvación del alma, la Iglesia Católica pregona, aún, la práctica de la caridad como fuente de redención de los pecados.
La Filantropía Individual
Si el motivo de la caridad es el amor a Dios, la filantropía consiste en “el amor a los semejantes”.
“En su más pura expresión, filantropía individual significa la donación que una persona hace desinteresadamente de sus propios recursos, como una expresión de solidaridad con sus semejantes, incluso extraños. Los verdaderos filántropos no esperan nada a cambio de sus donaciones”.[2]
“La filantropía es toda acción generosa y voluntaria que se realiza en beneficio de la comunidad, sin ánimo de lucro ni interés particular.”[3]
El concepto de filantropía individual fue resultado del pensamiento liberal y de la secularización del Estado y la sociedad siendo sus máximos exponentes los capitalistas adinerados, quienes crearon fundaciones con el doble propósito de realizar obras de carácter filantrópico y perpetuar su memoria.. Al principio de esta oposición entre caridad cristiana y filantropía individual, se afirmaba que esta no conllevaba el establecer una relación directa y personal con el pobre y menos el de participar en forma presencial en las actividades que patrocinaban.[4]
Las organizaciones sociales sin ánimo de lucro, sean estas laicas o religiosas, han tenido a las empresas privadas como fuente de ayuda económica para sus fines. La filantropía empresarial, fomentada por beneficios tributarios de reducción de impuestos, no es más que la donación en dinero o en especie solicitada por una entidad sin ánimo de lucro. A excepción del certificado de donación no exige ninguna contraprestación ni vínculo institucional con la población, programa, proyecto o servicio receptor de la donación.
La colecta pública, la autorización de débito mensual en una cuenta bancaria y el aporte mediante una beca a la educación y sostenimiento de individuos vulnerables son otras formas de expresión de la filantropía individual. Esta aún constituye una fuente no despreciable de recursos del Sector Social. De acuerdo con hallazgos del Nuevo Estudio del Sector Emergente[5] realizado en 22 países por Salamón Lester y colaboradores, el 11% de los ingresos totales del Sector Social provienen de donaciones privadas de personas, empresas y fundaciones.[6]
La Beneficencia Pública y Privada
Durante la época colonial de América Latina, la Corona Española delegó en la Iglesia Católica la fundación y administración de establecimientos de educación, de salud y de protección. El Real Patronato de Indias fue la figura jurídica acordada por la Santa Sede y el Imperio Español para concederle a las organizaciones eclesiásticas y comunidades religiosas el monopolio de los servicios sociales. Al terminarse la época colonial con la independencia de España y al avanzar en la conformación de los estados nacionales y en el proceso de secularización y separación entre la Iglesia Católica y el Estado se dio inicio en Colombia a la institucionalidad estatal para atender la asistencia social.
“Desde el proyecto de beneficencia y secularización, los gobiernos liberales de mediados del siglo XIX intentaron traspasar las instituciones educativas, hospitales, hospicios y orfanatos a la responsabilidad de los gobiernos municipales. Se proponía que los gobiernos municipales se encargaran de la administración, dotación, organización y dominio de las instituciones que ayudaban a los más necesitados.”[7]
Las Juntas de Beneficencia fueron creadas para la administración de la asistencia pública social, con auxilios oficiales e impuestos locales. En 1869 se crea la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca. No fue tarea fácil para los municipios asumir estas nuevas obligaciones ante la falta de experiencia y la oposición de la Iglesia Católica. De ahí que fué necesario realizar contratos con las comunidades religiosas para su administración, reservándose las Juntas su inspección y vigilancia.
“Esta dependencia gubernamental, en términos de recursos y supervisión, no se tradujo en una presencia igualmente importante en la ejecución de los servicios. La participación de las comunidades religiosas fue fundamental para la administración y para las operaciones diarias de estas instituciones de beneficencia. La experiencia en la prestación de estos servicios por parte de las comunidades y la imposibilidad de una ejecución directa por parte de los funcionarios gubernamentales, condujo a la necesaria complementariedad entre la Iglesia y el Estado para el desarrollo de los servicios de salud y amparo para poblaciones pobres”.[8]
La beneficencia como concepto y organización pública sigue vigente en el ordenamiento jurídico colombiano. Por disposición legal las beneficencias departamentales tienen el monopolio de la explotación y supervisión de las rifas, loterías y juegos de azar, debiendo transferir los recursos captados a los sistemas departamentales de salud. Otra característica que se mantiene desde el siglo XIX es la contratación entre el Estado y las comunidades religiosas para la prestación de servicios asistenciales a población vulnerable; práctica que se ha extendido a las ONG y a las organizaciones de base como las madres comunitarias.
El Asistencialismo
Si bien la caridad cristiana, la filantropía individual y empresarial, y la beneficencia pública y privada difieren en cuanto a principios, valores y fuentes de financiación se asemejan en el resultado de sus acciones con respecto a los grupos objetivos que atienden. Todos ellos crean y fomentan la dependencia entre el oferente y el receptor de los bienes y servicios. La dependencia impide el crecimiento personal, el fortalecimiento de la autoestima, la búsqueda de la autonomía individual y la autogestión comunitaria; impide, mental, emocional y físicamente el hacerse cargo, con responsabilidad y madurez, del propio destino.
El asistencialismo parte de la premisa de la imposibilidad del cambio de la situación económica, social y cultural de las personas, familias y comunidades. Estas son atendidas en calidad de “beneficiarias”, de elegidas, para ser merecedoras del acceso y disfrute privilegiado de programas y servicios. Las prácticas asistenciales se han dado tanto en las organizaciones públicas como las privadas donde aun persisten bajo el esquema de la focalización y la atención a la población vulnerable.
El Voluntariado
La dedicación que hace una persona de su tiempo, sus conocimientos y experiencias a un trabajo social no remunerado ha sido siempre una característica distintiva de las organizaciones del Sector Social en todo el mundo. Estas integran el empleo remunerado de tiempo completo y parcial con el trabajo no pagado de los voluntarios. En las organizaciones pequeñas y en las etapas iniciales la vinculación de voluntarios es decisiva; en la medida que la organización crece y se consolida va disminuyendo la participación del voluntariado. Peter Drucker señala su importancia:
“Pocas personas se han dado cuenta de que el sector sin ánimo de lucro es el mayor empleador en los Estados Unidos. Uno de cada dos adultos, o sea un total de 80 millones y pico de personas trabajan como voluntarios, y, en promedio, le dedican cinco horas semanales a una o varias organizaciones sin ánimo de lucro. Esto es igual a 10 millones de empleo de jornada completa. Si a los voluntarios les pagaran sus emolumentos, incluso con salario mínimo, ascenderían a unos 150.000 millones de dólares, o el 5 del PIB.”[9]
Otro elemento que caracteriza el voluntariado es su alta composición femenina la cual se explica por la asignación cultural de la mujer al cuidado, atención y protección de las personas en estado de dependencia o indefensión; de ahí la profusión de organizaciones como las Damas de la Caridad, las Damas Grises y otras similares que se ocupan de asistir a personas enfermas en las instituciones de salud.

3. Componentes del paradigma emergente de lo social

La Economía del Desarrollo tuvo su origen en la década de los años 70 del siglo xx el cual se denominó “El otro desarrollo, el desarrollo alternativo” y fue publicado en 1977 por The Dag Hammarskjöd Foundation. Su máximo exponente es el premio nobel de economía Manfred Max Neef. El desarrollo a escala humana pretende el logro de la satisfacción de las necesidades básicas humanas, materiales e inmateriales, y no solo las de la acumulación de capital. Comenta Antonio Hidalgo:
“El origen intelectual de esta nueva concepción de desarrollo hay que buscarlo, por un lado, en el fracaso de las teorías de modernización, de la dependencia (estructuralista y neomarxista), para solucionar efectivamente el problema del subdesarrollo, y por otro, en el auge del movimiento ecopacifista, de los países desarrollados y de las filosofías gandhiana, budista, indigenista, islamista y de la negritud en muchos países subdesarrollados. Este nue-vo enfoque dará pie al surgimiento de la cooperación al desarrollo a través de los movimientos solidarios y las organizaciones no gubernamentales, que de esta forma ven la posibilidad de jugar un papel significativo en el desarrollo del sur”.[10]
Otro hito importante en la evolución del concepto fue Desarrollo Humano. Informe 1990 del PNUD DE LAS Naciones Unidas. Según el PNUD:
“El objetivo central del desarrollo humano es el ser humano, ya que dicho desarrollo es un proceso por el cual se amplían las oportunidades de éste. Dichas oportunidades, en principio pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo; sin embargo las tres oportunidades más esenciales son disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para poder lograr un nivel de vida decente. Si no se poseen estas oportunidades esenciales, otras resultaran inaccesibles. Pero el desarrollo humano comprende otras muchas dimensiones tales como la libertad política, económica y social, la posibilidad de ser creativo y productivo, respetarse a sí mismo y disfrutar de la garantía de los derechos humanos(...)



El desarrollo humano va más allá de la satisfacción de las necesidades básicas ya que compagina la producción y distribución de bienes de consumo con la expansión y uso de las capacidades humanas, incluyendo además un proceso dinámico de participación social, lo que lo convierte en un concepto válido tanto para países desarrollados como subdesarrollados”.[11]
Este nuevo enfoque del desarrollo cambió la concepción y valoración de lo social en la academia, las agencias internacionales de cooperación como el Banco Mundial, en las políticas públicas de los Estados y en las organizaciones nacionales e internacionales del Sector Social. La conclusión más sobresaliente y en la que hubo consenso es que no era suficiente invertir solo en proyectos productivos, infraestructura y crecimiento económico de los países para superar la pobreza y la desigualdad, sino que, además, había que empezar a invertir en acrecentar el capital humano y social, ya que estos proveen las condiciones y el contexto favorable para el desarrollo económico.[12]
El desarrollo a escala humana y el desarrollo humano son propuestas, entre muchas otras como la del endodesarrollo, el desarrollo autónomo y ecodesarrollo, objeto de estudio de la llamada Economía del Desarrollo. ¿Qué es entonces el desarrollo social? ¿Qué lo distingue y asemeja de las propuestas arriba mencionadas?
No existe, en sentido estricto, una teoría consolidada acerca del desarrollo social. Antes que la comunidad académica han sido los funcionarios de las ONG, de la OG y de las organizaciones internacionales, las personas que más han trabajado sobre las implicaciones teóricas y prácticas del desarrollo social. El tema de la pobreza y las alternativas a su superación es quizá el que ha posibilitado una mayor reflexión y conceptualización teórica acerca de las implicaciones y alcances que su empleo tiene en el análisis de la realidad. La noción de desarrollo social surge, además, como crítica a la noción de desarrollo económico en el sentido de que este, per se, es insuficiente para lograr equidad en el acceso a las oportunidades, la distribución de los excedentes y en la mejora de la calidad de vida de la población.
El trabajador social Antonio Elizalde Hevia propone:
“Asumiremos como definición de el Desarrollo Social aquel tipo de desarrollo que logre generar los mayores niveles posibles de sinergia entre necesidades humanas fundamentales vivenciadas y actualizadas a nivel individual y de armonía de estas, con los requerimientos que surgen de la reproducción ampliada de los grupos humanos y de las sociedades en que ello conviven.”[13]
Para el economista Libardo Sarmiento:
“El desarrollo social implica el acceso a un mayor bienestar entendido como el aumento de la disponibilidad y accesibilidad de bienes sociales y económicos”.[14]
En palabras de Alfredo Sarmiento, Ex-Director de la Misión Social, DNP:
“En cuanto al concepto de desarrollo social, no estoy de acuerdo con que la búsqueda del desarrollo es búsqueda del crecimiento económico con equidad, lo que nos ha faltado precisamente para mirar lo económico y lo social es mirarlo como un solo conjunto, no se puede hacer desarrollo económico si no se hace desarrollo social. La economía, los bancos están descubriendo que la gente existe y que la participación puede llegar a ser importante para el desarrollo y los economistas institucionales descubrieron lo que ya hacia mucho tiempo habían dicho los sociólogos, que además del desarrollo individual se requiere el capital social, o sea la acción comunitaria; la única cosa que nos han dejado los 30 – 40 años de investigación sobre el desarrollo es que usted debe capitalizar si quiere desarrollarse, y esto en términos económicos quiere decir capacidad de ahorro y de inversión; pero en términos sociales quiere decir talento humano capitalizado, individualmente como personas más educadas. Y también socialmente en instituciones, en organizaciones, en solidaridad (...) Si no se hace capitalización de la integración social y del talento humano, no hay ni desarrollo económico ni social, porque no son dos cosas, son lo mismo. Se debe capitalizar en el hombre, hacer mejores personas, si lo logramos estamos desarrollados, y si no, no, así tengamos mucha acumulación de capital como los árabes y mucha integración como algunas tribus indígenas, pero si no se tienen las dos cosas al tiempo no se tiene desarrollo social”.[15]
Según el Banco Mundial:
“¿Qué quiere decir lo social?
Tiene varios significados. Se puede referir a educación y salud, como en el Sector Social; reducción de pobreza y política que benefician a los pobres y a los más necesitados. También se puede referir a las relaciones e instituciones dentro de una sociedad como cuando se habla de capital social; o a las condiciones históricas e institucionales que afectan los resultados de proyectos y políticas, en términos del contexto social de desarrollo.
¿Qué quiere decir desarrollo social?
Hay muchas definiciones, como se desprende del punto anterior. Señalo dos que son bastante utilizadas.
Significado positivo. Se refiere a las condiciones de la gente: nivel de educación, calidad de vida y sostenibilidad de sus relaciones e instituciones. No presupone el deber sino que describe lo que es.
Significado normativo. Visto con un lente normativo, desarrollo social también significa metas y objetivos sociales. Por ejemplo en las cumbres sociales los gobiernos hicieron una declaración apoyando inversiones de la reducción de la pobreza, el desarrollo de recursos humanos la creación de empleo y otros objetivos normativos tales como: democracia, justicia social, no violencia y equidad. Además se comprometieron a apoyar el desarrollo participativo centrado en la gente, que tiene en cuenta la diversidad, es pluralista y tiene en cuenta el género, promueve transparencia y rendición de cuentas en el gobierno; y construye o fortalece la capacidad de los actores del desarrollo incluyendo el Estado, el Sector Empresarial y el Sector Social.”[16]
De las definiciones anteriores se colige que el desarrollo social es un pensamiento y una práctica que articula diversas dimensiones de una realidad compleja que requiere ser vista y tratada en forma integral. Desde la dimensión política, la tarea es participar en la construcción de lo público, contribuir a formar ciudadanía, y en el ejercicio de una gobernabilidad democrática de las organizaciones y de las relaciones con otros sectores. Desde una dimensión económica, tener capacidad de ahorro e inversión, alcanzar la sostenibilidad de los proyectos y distribuir con equidad los beneficios del crecimiento. Desde una dimensión cultural, respetar, reconocer y afianzar la diversidad de las formas de pensar y obrar de las personas, grupos, familias y comunidades en los procesos de transformación. Desde una dimensión social, fortalecer los lazos de solidaridad y de cooperación para el logro de una mayor integración.
El nuevo paradigma emergente del desarrollo social se abre paso en la agenda del Estado, las agencias de cooperación internacional, las uni-versidades, las ONG y la opinión pública. Todos estos actores redefinieron sus enfoques y apropiación de lo social. El Estado, en la formulación de la política social y su aplicación en los planes gubernamentales de desarrollo; las agencias de cooperación, en lo relativo a la reorientación de los recursos y fijación de nuevas exigencias y prioridades; las universidades, en cuanto a la redefinición teórica del conocimiento científico de lo social y la formación de profesionales sociales; las ONG y demás organizaciones del Sector Social, en la revisión de su modelo paternalista y asistencialista así como la adopción de la gerencia social en su gestión. En cuanto a la opinión pública, ella empezó a ser informada y sensibilizada acerca de la importancia de incluir el tema de lo social en los debates.
El desarrollo social presupone la articulación de lo individual con lo colectivo en términos de procurar el progreso y bienestar de todos los miembros de una sociedad; implica, también, la adopción de un enfoque integral en la concepción y realización de políticas, programas y proyectos. Sin embargo este último propósito ha resultado ser un mero enunciado ante la hegemonía y predominio de los enfoques sectoriales en la formulación de políticas sociales públicas y acciones de intervención. En los planes de desarrollo, tanto gubernamentales como no gubernamentales, los componentes del desarrollo social resultan agrupados en sectores: Salud, educación, vivienda y hábitat, medio ambiente, equipamento comunal, cultura, ocio, recreación, grupos poblacionales (familia, infancia, juventud, mujer, y tercera edad), grupos vulnerables (adultos indigentes, menores de la calle, discapacitados, minorías étnicas y población desplazada). En la mayoría de los casos no se establecen vínculos intersectoriales primando lo sectorial. Si a lo anterior le sumamos el predominio de las acciones institucionales sobre las interistitucionales tenemos como resultado la dispersión de recursos humanos y económicos, un bajo impacto de los resultados esperados y comunidades sub o sobre intervenidas.
Un sesgo de la política social y de la concepción del desarrollo social desde el Sector Gubernamental es el de considerar que ambos se dirigen, unicamente, a la población más pobre y vulnerable; tal modo de pensar y obrar limita el alcance de los conceptos e impiden extender los beneficios de la intervención estatal a otras poblaciones en situación de riesgo que de no atenderse con oportunidad entran a engrosar las filas de la pobreza y la indigencia.
Es evidente que la responsabilidad de llevar a cabo el desarrollo social no es responsabilidad exclusiva de las organizaciones del Sector Social; su concepción, formulación, ejecución y evaluación es un asunto de corresponsabilidad de la Sociedad Civil en su conjunto. El cumplimiento de esta misión esta rodeada de dificultades y riesgos.
Dificultades: la complejidad dinámica y cambiante de lo social que incide en formas distintas y contradictorias de comprensión y actuación de los actores del desarrollo; la heterogeneidad, dispersión y cuantía de las organizaciones del Sector Social que impiden establecer, de manera concertada, objetivos y metodologías de intervención; la conversión de lo social en ideología y doctrina, lo cual impide la objetividad y el debate científico de la realidad. La mezcla indiscriminada de componentes del viejo paradigma y del nuevo paradigma emergente en la formulación de políticas y diseño de programas sociales por parte de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
Riesgos: la imposibilidad de llegar a acuerdos y consensos en las políticas macrosociales; la imposición unilateral del Estado en cuanto a la fijación de prioridades y asignación de recursos en los casos de crisis económicas y déficit fiscal; la falta de continuidad y de persistencia en mantener las políticas y metas sociales en el mediano y largo plazo por cambios de gobierno o de recomposición de las fuerzas políticas.
Las dificultades y los riesgos del desarrollo social no pueden hacernos ignorar los logros alcanzados en los últimos años por el Sector Social. El mayor logro ha sido el de haber logrado incluir en la agenda pública el tema de lo social con el énfasis e importancia que se merece. Por décadas lo social estuvo relegado a un segundo y tercer plano. Lo social era “aquello” que la Iglesia Católica y las entidades sin ánimo de lucro hacían con los pobres. Lo social tenía, además, una connotación netamente femenina, era “aquello” de lo que se ocupaban las primeras damas y las mujeres de la alta sociedad. No es gratuito que la mayoría de las entidades de beneficencia fueron creadas y presididas por ellas. Lo social era un tema sin visibilidad y valoración. En la actualidad las cosas han cambiado. Lo social es considerado como un asunto prioritario de la Sociedad Civil, de los planes gubernamentales de desarrollo, de los medios de comunicación y de las agencias internacionales de cooperación.
El posicionamiento de lo social ha implicado nuevos retos a los actores y a las organizaciones de la Sociedad Civil. Estos retos guardan relación con los compromisos y responsabilidades ante las metas a lograr en el tercer milenio.
No hay un imperativo mayor al desarrollo social que el de propiciar el acceso y disfrute de bienes y servicios a la población pobre e indigente de la sociedad. La pobreza, en todas sus dimensiones y manifestaciones, es un obstáculo al bienestar pleno de las personas, familias y comunidades. La gestión del desarrollo social tiene como propósito la coordinación del trabajo institucional, interinstitucional e intersectorial de movilización de recursos humanos, materiales, técnicos y financieros que contribuyan a la disminución de los índices de pobreza e indigencia. El aumento de ésta, o su mantenimiento, es prueba de las debilidades estructurales del desarrollo social. Es necesario profundizar, persistir y ampliar los beneficios de la estrategia de las alianzas público - privadas.
Según datos del Departamento Nacional de Planeación el conflicto armado interno causa una perdida anual equivalente al 2.5% del PIB, mientras que las muertes violentas suman 25.000 personas al año. La guerra y la violencia son, de por sí, destructoras de capital físico, huma-no y social. La sostenibilidad y el impacto que pueden generarse por programas de desarrollo social se ven limitados por las acciones nocivas de los actores armados, en especial en las zonas rurales. En estas condiciones la población civil solo puede ser objeto de la ayuda humanitaria de emergencia ya que se impide a al Sociedad Civil hacer presencia para apoyar y/o acompañar procesos de cambio social en las comunidades afectadas, o en el mejor de los casos, se le imponen condiciones restrictivas. De acuerdo con informaciones de la Conferencia Episcopal, por causa del conflicto armado hay cerca de 2.000.000 de personas desplazadas de sus lugares de residencia, la mayoría sin ningún tipo de atención por parte del Estado y la sociedad; excluidos del desarrollo social.
En un país como Colombia donde existe un conflicto armado interno aun sin resolver, con profundas desigualdades sociales y económicas, que tiene al 60% de la población en estado de pobreza e indigencia, es imposible para las organizaciones de la Sociedad Civil sustraerse a la responsabilidad de mantener vigentes y hacer respetar los derechos humanos. Ninguno de los 30 artículos de la declaración de los Derechos Humanos, promulgada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, le son ajenas al objeto social contenido en sus estatutos. Sin embargo, los medios de comunicación han hecho creer a la opinión pública, en una versión sesgada, que su respeto y aplicación competen únicamente a los Estados y a un sector específico de las ONG. ¡Nada más equivocado! Los Derechos Humanos no son únicamente aquellos que tienen relación con la libertad de pensamiento, conciencia, opinión y religión, o los relativos a la libertad de reunión, de asociación, asilo, nacionalidad, libre circulación o protección ante los abusos del poder. Los Derechos Humanos tienen, también, que ver con el acceso a la seguridad social, al trabajo, a la protección contra el desempleo, al descanso, a la salud, la educación, la recreación, la alimentación, la vivienda; a las oportunidades de crecimiento personal y social, y a participar de la vida política y cultural de la sociedad en que se es ciudadano.
La gestión que en pro del desarrollo social realizan las organizaciones de la Sociedad Civil no puede estar de espaldas o sustraerse a este mandato. Es un deber ético estar observantes de su correcta interpretación y aplicación en las actividades realizadas con las comunidades y demandar ante las instancias públicas pertinentes su violación. Nuestro país esta señalado como uno de los que más viola, de manera continua y sistemática los Derechos Humanos. Es este un serio obstáculo para la consecución de un verdadero desarrollo social.
Para el avance de un país, cuenta mucho si este dispone de suficientes y adecuadas instituciones (entendidas como normas, leyes, valores, reglas, códigos de conducta), organizaciones (grupos de personas que interactúan formalmente para el logro de objetivos comunes) y capital social ( un conjunto coordinado de instituciones y organizaciones). Jesús Balbín Álvarez, Coordinador del programa “Justicia, Conflicto y Derechos Humanos” del Instituto Popular de Capacitación, IPC, de Medellín plantea 4 escenarios prospectivos por los que atravesaría el país en los próximos años: el de la negociación política del conflicto armado; el de la pacificación o triunfo de los actores que están por la defensa del Estado actual; el de la intervención extranjera de fuerzas militares; el escenario de una guerra irregular endémica sin salida a la vista, o más de lo mismo; y la insurgencia de la sociedad civil. Veamos en detalle los términos de este último escenario:
“Variables y sujetos claves:
Cansada de la violencia, la población y la Sociedad Civil organizada desarrolló una amplia movilización inicialmente contra el secuestro, las masacres, las desapariciones, los atentados contra la infraestructura pública y la toma de poblados.
Concientes de su potencial, se dedicaron los esfuerzos a la construcción de un nuevo país, basado en las regiones, en la superación de la corrupción y de la impunidad; en recuperar la economía y en promover la participación ciudadana y la convivencia.
Esta movilización le restó campo a la acción armada y permitió el trámite de los diversos conflictos sin tener que recurrir a las armas. Además, llevó al gobierno a un presidente que sin venir de los partidos tradicionales contó con una mayor legitimidad.
Se produjo una reconstrucción de la organización social, de la noción de lo público y la ciudadanía y del ejercicio democrático. Todos entendieron que sin un propósito común no era posible sostenerse en el largo plazo, empezando a resolver las grandes brechas existentes en la sociedad.
El proceso de negociación culminó con una amplia y protagónica participación de la sociedad expresándose por fuera de las mesas de diálogo y desarrollando sus propias propuestas.
Al fin, expresiones precursoras como el de la “India” en Cimitarra, las Comunidades de Paz en Urabá, o los barrios de Paz, mostraron su potencial en el país.
Los sujetos dominantes en este escenario son, de un lado, las diversas expresiones organizadas de la Sociedad Civil entre las que sobresalen las iniciativas de paz y derechos humanos y los movimientos sociales; los gremios; los partidos y movimientos políticos democráticos; y del otro, podemos resaltar la Sociedad Civil internacional y la comunidad internacional, especialmente la europea.



Estrategias:
Convergencia del movimiento por la paz y los derechos humanos entre sí y con el movimiento social.
Alianza con la Sociedad Civil organizada de Europa, los EEUU. Y América Latina”.[17]
En la medida en que las iniciativas de paz y de convivencia pacífica propuestas por la Sociedad Civil movilicen la opinión pública y ganen espacio político se abonará el terreno para establecer alianzas público - privadas de desarrollo social que tengan por objeto la superación de la pobreza y el mejoramiento en las condiciones de vida de la población excluida. Toda acción tendiente a incrementar el capital social y la confianza fortalece la Sociedad Civil.

Una decidida y efectiva acción política del Sector Social

Anteriormente habíamos señalado como la Constitución de 1991 abrió a las organizaciones del Sector Social la posibilidad de participación democrática en las instancias de contratación, concertación, control y vigilancia de la gestión pública; y cómo se ampliaron los derechos individuales, sociales, económicos y culturales de los ciudadanos, incluyéndolos como servicios a cargo del Estado en cuya prestación pueden intervenir las organizaciones sociales. Extendió la participación de éstas en las actividades de formulación y veeduría de los planes gubernamentales de desarrollo; en una palabra, las hizo corresponsables de la gestión pública.
Si bien el Estado ha carecido de voluntad política para promover a fondo la participación ciudadana, el Sector Social, a su vez, no se ha apropiado a cabalidad del enorme potencial de acción política y legal que la Constitución de 1991 ha puesto en sus manos. La expedición de la norma no garantiza ni hace efectiva de por sí la vigencia de un derecho. Las organizaciones del Sector Social y la Sociedad Civil, en su conjunto, están en el deber ético y en el compromiso legal de imprimirle alcances políticos a la gestión social. El poder social no basta, es insuficiente para remover estructuras injustas, hay que transformarlo en poder político y movilización ciudadana que den acceso a ingerir en la toma de decisiones en los niveles ejecutivo y legislativo del Estado. Esto implica un trabajo arduo del Sector Social para cambiar mentalidades, concepciones, actitudes y conductas de las personas y organizaciones que lo conforman; especialmente de sus cuadros directivos. Implica, además, involucrarse activamente en el juego electoral y hacer elegir sus representantes en los cargos públicos, evitando caer en la politiquería y el clientelismo. De esta manera, se lograría que las propuestas de desarrollo social elaboradas por el sector fuesen tenidas muy en cuenta en los programas de gobierno y los planes de desarrollo; sin embargo, es menester que el Estado modifique su concepto tradicional de planeación y avance en la adopción del enfoque de Planeación Estratégica Situacional, PES, el cual parte de reconocer la noción de problema como una situación insatisfactoria para un actor o conjunto de actores, donde no podemos conocer todos los elementos y variables que lo componen, ni predecir con exactitud relaciones determinísticas; de ahí que el PES recomiende la técnica de construcción de escenarios donde se consideren los intereses de todos los actores sociales y políticos involucrados.[18]
El desarrollo social no es sólo un asunto de discursos sino, también, de recursos. Discursos sin recursos, igual demagogia. La gestión social requiere de cuantiosos y crecientes flujos de dinero para cofinanciar proyectos, programas y alianzas. Los dineros de inversión social de los gobiernos, de las agencias y organizaciones internacionales, de los Sectores Empresarial y Social son insuficientes. La donación en dinero, en especie, en tiempo, en conocimientos y en recursos intangibles por parte de personas naturales y empresas privadas siguen siendo indispensables. Es preciso continuar la promoción de la filantropía pero reorientándola al fortalecimiento de procesos exitosos de gestión social ajenos al paternalismo asistencial. Es consustancial al género humano reaccionar en forma espontánea y solidaria ante el dolor y la tragedia. Los Estados, las sociedades y la gente del común reaccionan ante los efectos nocivos que causan los desastres naturales como terremotos, inundaciones y sequías. La hoy denominada ayuda humanitaria no es otra cosa que la expresión colectiva del valor de la filantropía. La gestión que compete a los actores del desarrollo social es estimular la práctica filantrópica mediante estrategias innovadoras de mercadeo social y movilización efectiva de la opinión pública. La filantropía, en el buen sentido, es una forma pacífica y voluntaria de redistribuir en la sociedad la riqueza generada en el Sector Empresarial.
Este desafío no es otro que el de la modernización de la gestión administrativa y social de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales responsables del desarrollo social. En el pasado, bajo el viejo paradigma, bastaba con “desear hacer el bien”, “con aportar granitos de arena a la solución de los problemas”. El cambio de paradigma hace inaceptable tales propósitos. El voluntarismo, la dispersión, la descoordinación, la falta de eficiencia y profesionalismo, la precariedad de recursos, la discontinuidad en los procesos, la ausencia de planeación, monitoreo, evaluación e indicadores de impacto no tiene cabida en el modelo de la gerencia social. Tanto el Estado, como las agencias de cooperación, los donantes y la misma comunidad exigen a las organizaciones sociales resultados concretos y efectivos de la ejecución de sus programas y proyectos. La falta de transparencia y la no rendición de cuentas conlleva el cuestionamiento público y la pérdida de confianza. En las ONG el impulso a la gerencia social deberá provenir del cambio positivo de mentalidad y actitudes de los dirigentes en el funcionamiento de las Juntas Directivas y Direcciones Ejecutivas, y en la renovación de estilos de liderazgo más acordes con el ciclo de vida de la organización y con las demandas externas.
La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, realizada en la ciudad de Copenhague, Dinamarca, en marzo de 1995, con la asistencia de 134 jefes de Estado y de Gobierno, propuso el fomento de la integración social como un programa de acción, así:
“El propósito de la integración social es la creación de una sociedad más justa para todos, en la que cada persona, con sus propios derechos y responsabilidades tenga una función activa que desempeñar. Una sociedad tan integrada como esta debe basarse en el respeto de todos los derechos humano y todas las libertades fundamentales, la diversidad cultural y religiosa, la justicia social y las necesidades especiales de los sectores vulnerables y desfavorecidos, la participación democrática y el imperio de la Ley”.[19]
La revolución francesa, la cual hemos mencionado varias veces, propuso la fraternidad entre los ciudadanos como un valor a tener en cuenta en la convivencia social. La verdad ha sido que esta solo es posible lograrla en grupos humanos reducidos como la familia, los amigos o los pares generacionales. El fomento de la integración social es un objetivo más viable de alcanzar para la sociedad. Por eso el desarrollo social debe apuntar hacia ella, en el contenido de sus propuestas, tales como el procurar espacios para el encuentro de los géneros y generaciones, las familias, los vecinos y las comunidades, lo mismo que de aquellos sectores y grupos que están en situación de riesgo y marginalidad.
La integración social positiva se logra con la búsqueda de la cohesión, la no discriminación, la práctica de la tolerancia, el respeto a la sociodiversidad, y la promoción de la solidaridad, la participación democrática, la justicia y la equidad. Cuando esto no sucede, surge y se instala la integración social perversa la cual genera problemas muy serios de ilegalidad, violencia y delincuencia de grupos y sectores que no hallan cabida en la sociedad formal.
La superación de la pobreza y el crecimiento económico sostenido son condiciones necesarias más no suficientes para el logro de la integración social. En los países desarrollados, por ejemplo, la prosperidad no ha generado la integración social esperada sino fenómenos de exclusión. Allí, problemas como la inmigración de personas y etnias del Tercer Mundo han vuelto a revivir expresiones de violencia, xenofobia y discriminación, las cuales se manifiestan en movimientos políticos neofascistas. La globalización económica mundial se está convirtiendo en un nuevo obstáculo para la integración social. Manuel Castells afirma que el ascenso del capitalismo informacional trae consigo el aumento de la desigualdad y la exclusión en todo el mundo. Define la exclusión social como:
“El proceso por el cual a ciertos individuos y grupos se les impide sistemáticamente el acceso a posiciones que les permitirían una subsistencia autónoma dentro de los niveles sociales determinados por las instituciones y valores en un contexto dado. La exclusión social es un proceso no una condición. Por lo tanto sus fronteras cambian, y quien es excluido puede variar con el tiempo dependiendo de la educación, las características demográficas, los prejuicios sociales, las prácticas empresariales y las políticas públicas. Es más, aunque la falta de trabajo regular como fuente de ingreso es en última instancia el mecanismo clave en la exclusión social, son muy variadas las vías que conducen a la indigencia y que colocan a los individuos y grupos en una situación de dificultad/imposibilidad estructural para procurarse el sustento. No es sólo una cuestión de falta de preparación o de no ser capaz de encontrar un empleo... Además el proceso de exclusión en la sociedad informática afecta tanto a personas como a territorios, de suerte que, en ciertas condiciones, países, regiones, ciudades y barrios enteros quedan excluidos, abarcando en esta exclusión a la mayoría o a toda su población”.[20]
Si como lo sostiene Castells “...la falta de trabajo regular como fuente de ingreso es en última instancia el mecanismo clave en la exclusión social”, ¿qué tipo de Estado, de sociedad y de modelo económico tenemos en Colombia que producen 3.000.000 millones de desempleados, 6.000.000 de trabajadores informales, 26.000.000 millones de pobres y 9.000.000 de indigentes?[21] Ciertamente el desarrollo social que enunciamos y practicamos, desde los distintos sectores, ha fracasado. Dice Alfredo Sarmiento al respecto:
“Por otro lado tendemos a pensar que el desarrollo social se identifica con la pobreza, y que las actividades sociales son las que tienen subsidio implícito, que nos preocupamos por los pobres, no, ellos no son un problema solamente del Sector Social, son un problema de todos (...) ¿Y como se sale de la pobreza? Capitalizando humanamente en lo individual y en la integración social, no es regalando comida, ni distri-buyendo subsidios como se hace el desarrollo ni económico ni social”[22]
En el mismo sentido apunta la socióloga Isabel Licha: