sábado, diciembre 04, 2004





DE LAS ONG A LAS EMPRESAS SOCIALES: ¿QUÉ CAMBIA?, ¿QUÉ PERMANECE?


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Una buena obra de teatro es aquella donde confluyen una acertada dirección, un libreto bien escrito, unos actores y actrices conocedores y experimentados en su oficio, un escenario adecuado, una escenografía pertinente y un tema que cautive la atención del público. La taquilla, los aplausos, las ovaciones y la permanencia en cartelera indican si la obra tuvo éxito.
En el debate ideológico, político y académico hay un consenso en reconocer y aceptar los distintos actores sociales que tienen ingerencia, recursos y acciones en el desarrollo humano: el Estado, la empresa privada, las organizaciones civiles del tercer sector, las comunidades, las agencias multilaterales y la cooperación internacional. Los representantes de estos actores exponen y confrontan sus tesis en multitud de escenarios públicos y privados del planeta. El reconocimiento como actor social implica el desempeño de un rol preciso en cuanto a ser portador de intereses, de poder, aspiraciones, voluntades y propósitos específicos de un sector sea este gubernamental o no gubernamental; y en un mundo globalizado los escenarios de actuación cruzan lo internacional, lo nacional, lo regional y lo local haciendo de lo simple un asunto complejo.
A diferencia de la obra teatral los actores sociales no disponen de una director escénico ni de un único libreto que guíe sus pasos y ordene sus diálogos; de ahí que sea frecuente la confusión de roles y la descoordinación en los escenarios donde se promueve el debate ideológico, político y académico acerca del desarrollo humano. Desde hace tiempo las organizaciones no gubernamentales, ONG, son reconocidas como actores sociales y por lo tanto tienen acceso a participar de dichos escenarios. Una fracción de ellas justifica su actuación ante lo que denomina el “vació del Estado” en el cumplimiento de sus responsabilidades ante los grupos mas pobres y vulnerables de la sociedad. Su papel, en consecuencia, es “ocupar” esos espacios con la ejecución de programas y proyectos que suplan la falta de acción gubernamental. Otro grupo de ONG esta convencido que su tarea fundamental es la de ser representante y vocero de los intereses de las comunidades marginadas ante el Estado y la sociedad. Otras insisten en su posición de evitar cualquier contacto o acción conjunta con el Estado por temor de “contaminarse” o de perder autonomía. Y de un tiempo para acá, en Colombia, ha surgido un movimiento que desean ser reconocidas no como ONG sino como empresas sociales. Argumentan que el nombre las estigmatiza y les cierra las puertas del apoyo económico del sector privado. Opinan que para la consecución del logro de la sostenibilidad es menester adoptar un enfoque, un estilo y una mentalidad empresarial. Piensan que les iría mejor si cambian no solo de nombre sino de rol adoptando el de las empresas productivas. Las consecuencias de tal hecho no son superficiales, tienen o tendrán consecuencias importantes para la configuración y desempeño del Tercer Sector [1]. En Europa, a su vez, se viene afirmando una tendencia que busca transformar el voluntariado y el asociacionismo en empresa social como generadora de empleos, bienes y servicios. La profesionalización, el empleo asalariado y la sujeción a las normas ISO de calidad son componentes de este direccionamiento.
Definición de empresa social en el contexto europeo
La RED EMES es una red científica europea dedicada, entre otros asuntos, ha realizar estudios sobre el Tercer Sector. Según ellos a la empresa social se la puede definir de acuerdo con criterios económicos y sociales. Para ser fiel y no malinterpretar acudo a la cita textual:
“Según los criterios económicos, una empresa social, independientemente de su forma jurídica, debe poseer las siguientes características:
- Producción y distribución de bienes y servicios, es decir, debe tener contacto con el mercado de carácter no eventual, ni ocasional, sino permanente.
- Autonomía de gestión, es decir, contar con su propio proyecto y desarrollarlo en forma autónoma. La empresa social no es un brazo instrumental de otra organización. La autonomía de gestión debe constar en los estatutos y formalizarse en protocolos.
- Riesgo económico, debe existir una mínima diversificación en la producción (distribución) de bienes y servicios.
- Fuerza de trabajo remunerada, al menos un mínimo.
- Carácter innovador del servicio, tiene que ofrecer algo diferente, un añadido, un plus de producción.
Según los criterios sociales, una empresa para definirse como “social” debe tener las siguientes características:
- Iniciativa emprendida por un grupo de ciudadanos, debe ser expresión de una forma de auto organización de los ciudadanos, iniciativa de la comunidad.
- Tener relación directa con el territorio, en tanto iniciativa de la comunidad debe permanecer unida a ella, participa en el desarrollo local.
- El poder de decisión no se basa en la posesión de capital, sino en la participación de las personas.
- Participación democrática en la gestión de las actividades, debe asegurar los mecanismos de participación en las decisiones. La democracia es un criterio ligado a los socios, “una persona, un voto”; la participación es un criterio que remite a los destinatarios de las actividades de la empresa.
- Limitación en la distribución de beneficios. Se trata de un elemento constituyente, irrenunciable, pero no suficiente. A diferencia del criterio anglosajón, en el que la distribución de los beneficios es el único criterio, es necesario identificar, no sólo las limitaciones de dicha distribución, sino también otros criterios que garanticen la finalidad social.[2]
Alcances y límites del concepto de empresa social en el contexto colombiano
Si la denominación de ONG[3] peca por resaltar como atributo esencial de identidad la diferenciación de origen con respecto a lo gubernamental, la denominación de empresa social resulta un híbrido que en vez de resolver el problema de la identidad lo agrava aun más, por cuanto pretende asemejarse a las organizaciones lucrativas del sector privado creando más confusión de roles entre los actores sociales.
Atendiendo a los “criterios económicos”, a diferencia de Europa, en Colombia las ONG hace rato que producen y distribuyen bienes y servicios; asumen riesgos económicos; disponen de autonomía de gestión, de fuerza de trabajo remunerada y son innovadoras del servicio. En cuanto a los “criterios sociales” la mayoría de las ONG del país son iniciativas emprendidas por un grupo de ciudadanos; tienen relación con el territorio y se acogen, por Ley, a disposiciones estatutarias de índole democrática en la designación de sus autoridades: “una persona, un voto” lo mismo que en relación a la participación democrática en la gestión de actividades. Con respecto a la distribución de beneficios económicos la Ley no los permite. Si nos acogemos a los “criterios económicos y sociales” de las empresas sociales europeas un porcentaje muy alto de las ONG colombianas cumple los requisitos de admisión. ¿Debiéramos, en consecuencia, desestimular el uso del término de ONG y promover el de empresas sociales en el Tercer Sector ? El debate apenas comienza... de mi parte aporto cuatro argumentos:
. Existencia de un mercado social imperfecto. El mercado es la institución económica donde se intercambian los bienes y servicios producidos bajo la ley de la oferta y la demanda. El mercado fija precios, regula el volumen de las mercancías y es un indicador de las decisiones de compra y venta de millones de personas, familias y organizaciones. Los mercados de mercancías han desarrollado instrumentos de medición y manipulación que dan cuenta de la abundancia, la escasez, el alza y la reducción en los precios. Las empresas privadas producen para atender una demanda solvente de clientes y consumidores que tienen capacidad de compra o de endeudamiento. Los bienes y servicios que producen las ONG no cuentan con clientes y consumidores solventes sino con intermediarios que pagan por ellos o que los subsidian como el Estado, la cooperación internacional al desarrollo o donantes. Las ONG no atienden mercados sino cuasimercados. ¿Quién y como se define el tamaño del cuasimercado de lo social? ¿De que forma opera la ley de la oferta y la demanda en este cuasimercado en cuanto a fijación de precios? ¿Cuáles son las fallas de este cuasimercado y como se corrigen? ¿Hay un perfil de ONG oferentes para cada segmento de clientes?¿Qué tan flexible y elástica es la oferta de las ONG ante los requerimientos de los cuasimercados? ¿Disponemos de información confiable y actualizada de la competencia? ¿Qué tan estudiada y conocida son las necesidades de los demandantes? ¿Sabemos el porcentaje de participación de nuestros competidores en el cuasimercado social? ¿Qué tan fluida y confiable es la información disponible? ¿Deben primar las relaciones de competencia a las de cooperación en las empresas sociales para la conquista del mercado? ¿Estarían dispuestas las empresas sociales a fusionarse o a dejarse absorber por otras en búsqueda de la eficiencia y de la obtención de una posición dominante?. ¿No será acaso que los que caracteriza el marco de operación de las organizaciones del Tercer Sector es precisamente la existencia de cuasimercados? Si se llegase a conformar un verdadero mercado social a semejanza del mercado económico, o sea un mercado que fije precios, márgenes de rentabilidad, ciclos de auge y recesión, etc, ¿qué papel y espacio tendrían las empresas sociales ante la competencia de las empresas económicas? ¿Qué tan efectivo es el diseño y ejecución de un plan de mercadeo de una empresa social en un cuasimercado? Son muchos los interrogantes y muy pocas, aun, las posibles respuestas satisfactorias con respecto a este tema.
. Insuficiencia de recursos financieros. Las empresas económicas requieren de capital, ya sea propio o prestado, para iniciar labores, funcionar, ampliarse o crecer. Existen bancos de fomento y políticas gubernamentales que facilitan los recursos, prestan asesoría y avalan ante terceros. La mayoría de las ONG colombianas, léase empresas sociales, no contaron con un capital suficiente en su origen y tampoco pueden mostrar en sus estados financieros un patrimonio importante que se aproxime, siquiera, a las organizaciones del sector solidario como las cooperativas y los fondos de empleados. Tienen serias restricciones para acceder a créditos bancarios y no tienen la posibilidad, como las empresas económicas, de ser capitalizadas por sus socios para crecer o para enfrentar situaciones adversas. Si se les aplicara la norma de las empresas económicas de tener que liquidarse si los pasivos igualan la mitad del valor del patrimonio muchas entrarían en concordato. No olvidemos que el conjunto de las organizaciones del Tercer Sector en Colombia sólo representan el 2.1% del PIB[4]. Ni las ONG, ni las empresas sociales disponen, y dispondrán, de los recursos suficientes para reducir, mitigar o aminorar en una proporción significativa los efectos negativos de la pobreza y la exclusión social. Antes que proveer bienes y servicios, nuestra misión y nuestros esfuerzos deben ir encaminados a incidir en el Estado, poder político, y en el sector privado, poder económico, a reorientar las políticas y el modelo de desarrollo que generan y mantienen en situación de pobreza el 60% de la población colombiana.
- Bajos salarios y pocos incentivos económicos. La insuficiencia de recursos financieros para desarrollar la misión, fortalecer la organización y aumentar los servicios en las ONG incide, además, en la permanencia de una estructura de bajos salarios y pocos incentivos económicos a sus profesionales y empleados. Las comparaciones de curva de salarios frente a las organizaciones gubernamentales, la empresa privada, las universidades y las cooperativas las pone en desventaja. Los ingresos apenas alcanzan para cubrir las obligaciones de Ley, en el mejor de los casos, y no dan lugar a establecer políticas de incentivos, bonificaciones, prestaciones extralegales y reconocimientos por productividad. Los programas de bienestar laboral para los empleados y sus familias son escasos y la mayoría de las veces se limita a la oferta institucional de las Cajas de Compensación. Las ONG ofrecen posibilidades de un primer enganche laboral pero no logran retener el personal que cualifica ante las ofertas de empleo que llegan de otros sectores, lo que a su vez incide en situaciones de baja competitividad en el mercado de trabajo. Los bajos salarios y la falta de incentivos económicos se suplen con mística, entrega, sentido de pertenencia y un alto compromiso personal y social.
- Déficit de formación gerencial. La gerencia social es hija legítima de los programas de modernización del Estado impulsados desde la CEPAL y el INDES a principios de los años 90 del pasado siglo que luego se extendieron a las organizaciones del Tercer Sector las cuales fueron “descubiertas” como instrumentos de ejecución de las políticas sociales y de los proyectos que las entidades gubernamentales no estaban interesadas en seguir realizando en forma directa. Este viraje se enmarca en el paso de la matriz estadocéntrica a la matriz sociocéntrica.[5] Contratación de servicios, eficiencia, amplia cobertura, bajos costos y flexibilidad fueron los criterios gerenciales que el Estado empezó a promover en su relación con las ONG que pretendían acceder a los recursos públicos. Esta exigencia externa a la par con las de la cooperación internacional de desarrollo hizo más visible el déficit cuantitativo y cualitativo de la formación gerencial Tercer Sector. Déficit extendido a la ausencia de indicadores y sistemas de control y evaluación de la gestión no sólo social sino administrativa, humana y financiera de las ONG. Exigencias que se siguen aumentando con la implementación de sistemas de gestión de la calidad para calificar en licitaciones públicas de contratos de consultoría y prestación de servicios. Presiones del entorno que han llevado a un grupo representativo de ONG a evolucionar al concepto de empresa social.
La gerencia social es un campo de conocimiento de muy reciente aparición en la oferta académica y de muy corta trayectoria en las organizaciones del Tercer Sector. El personal directivo y los equipos operativos de profesionales de las ONG, en nuestro caso particular, cuentan con una adecuada formación humanística pero aun carece de una adecuada formación gerencial en cuanto a teoría, herramientas y procedimientos , en especial, en el nivel de postgrado.
Con que facilidad y rapidez migran del sector empresarial al Tercer Sector enfoques, escuelas, modas y estilos gerenciales de las empresas productivas. Las organizaciones sociales, entre ellas las ONG, las acogen sin análisis previos, como tabla de salvación, para después tener que reversar o suspender procesos que no dan los resultados esperados. No basta con el aporte de los académicos, ni de los asesores empresariales para avanzar en el desarrollo de la gerencia social, es fundamental que las ONG, sus profesionales y el gremio asuman la tarea de construir pensamiento, teoría y conceptos propios que den cuenta de la realidad de nuestro que hacer. En esta perspectiva las acciones de fortalecimiento institucional deben dirigirse a superar el déficit y a cualificar la formación gerencial del capital humano del Tercer Sector.
La evolución de las ONG hacia la empresa social no es un imperativo del Tercer Sector ni de todas las ONG. Como en todo proceso hay oportunidades y hay amenazas. Las oportunidades residen en el logro de la sostenibilidad, en el aseguramiento de excedentes para el fortalecimiento institucional, en la optimización de los recursos, en la posibilidad de mejorar los niveles de remuneración del personal y en poder alcanzar estándares de calidad. Las amenazas se incuban en los riesgos de perdida de identidad, de renuncia al ideal de cambio humano y transformación social, del predominio de los objetivos e intereses económicos sobre los sociales, en el incentivo de la competencia sobre la colaboración, en la adopción de prácticas “non santas” como el trafico de influencias y la corrupción para hacerse a los contratos oficiales y en el abandono definitivo de la mística y del voluntariado como fuerza social. Corresponde a cada Asamblea de socios, a cada Junta Directiva, a cada Dirección Ejecutiva de las ONG analizar los pro y los contra de tal evolución. Por último, no olvidemos que la implantación a ultranza de la gerencia social no es garantía certificada contra las quiebras y el colapso...
Sus comentarios a este artículo puede enviarlos a: bienhumano@epm.net.co
[1] El investigador social Fernando Fantova, sicólogo y sociólogo español, señala el riesgo que asumen las organizaciones del Tercer Sector al relacionarse estrechamente con el Estado, la comunidad y el sector privado. Si las ONG no construyen un pensamiento y una agenda propia terminan siendo solicitas y reactivas a las demandas del Estado convirtiéndose en Organizaciones Neogubernamentales. Si las ONG no toman distancia de los intereses y necesidades de la comunidad acaban confundiéndose en el tejido comunitario. Si las ONG adaptan y adoptan sin reflexión crítica el modelo empresarial y la lógica de la rentabilidad económica acaban relegando a un segundo plano sus fines sociales y de desarrollo humano.

[2] La Evolución del Tercer Sector hacia la Empresa Social. Francisco Salinas Ramos y otros. Plataforma para la promoción del voluntariado en España. Madrid. 2001. Págs: 34 - 35
[3] En el ordenamiento jurídico colombiano no existe el concepto de ONG sino de entidades sin ánimo de lucro. El término de ONG tiene, más que todo, una significación sociológica.
[4] La Sociedad Civil Global: Las dimensiones del sector no lucrativo. Salamon, Lester ; Villar, Alvaro y otros. Johns Hopkins University. USA. Pág: 499
[5] Ver. Los paradigmas de la política social en América Latina. Rolando Franco. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Municipio de Medellín. 1997. Pág: 29

martes, noviembre 23, 2004

70 AÑOS DE LA FUNDACIÓN PARA EL BIENESTAR HUMANO

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Muy apreciados amigas y amigos de la FBH:

Es muy grato tener la oportunidad de celebrar con ustedes estos 14 lustros de vida institucional. La ingratitud humana solo haya excusa y comprensión cuando se padece de Alzahimer. No es todavía, nuestro caso personal e institucional. La memoria es esa facultad mental que impide la instalación del olvido, que nos hace recordar personas, fechas, eventos y situaciones. Las organizaciones son creación humana y como tal están expuestas a crisis y desafíos constantes en el transcurso de su ciclo vital.

La palabra escrita es fiel evidencia de cómo sucedieron los hechos cuando ya han fallecido sus protagonistas. Mas de 1.000 actas de Junta Directiva y 100 de la Asamblea General conforman el archivo histórico de la Sociedad de Damas de la Caridad y de la Fundación para el Bienestar Humano. De su lectura atenta y reflexiva pude recrear el contexto de la épocas, los temas de interés, el cambio en las formas de sentir, pensar y actuar, el origen y resolución de las amenazas externas, de los conflictos personales y de poder, de las afugías económicas, de los logros sociales y de los relevos generacionales entre otros muchos asuntos.

Según la Cámara de Comercio de Medellín el 80% de las sociedades que se crean se liquidan antes de cumplir el tercer año. Siete décadas continuas de trabajo evidencian que la organización ha sabido afrontar con éxito las dificultades, los retos y las incertidumbres que conlleva la existencia; sin embargo la sostenibilidad nos es aún un seguro que pueda comprarse para cubrirnos del riesgo de la quiebra y la disolución. La sostenibilidad es una tarea diaria que se logra con ideas claras, decisiones oportunas, visiones acertadas y compromiso efectivo. De todo esto dieron fe, y con creces, durante 37 años la Sociedad de Damas de la Caridad. Una idea clara: crear una organización que permitiera la práctica del sagrado precepto de la caridad a un grupo de mujeres católicas más allá de la limosna y de la ayuda esporádica al necesitado. Decisiones oportunas: no dudar en cambiar, abrir o cerrar programas cuando las condiciones objetivas así lo aconsejaban. Al no contar con los recursos económicos suficientes para continuar con la construcción y mantenimiento de las viviendas colectivas, las Damas dieron paso a otra etapa cuando se concentraron en el desarrollo comunitario, durante 20 años en el barrio las Estancias, gracias al fideicomiso y luego donación de la familia de una de las socias de un terreno de 20 hectáreas. Decisión oportuna: crear, en 1966, la Fundación para el Bienestar Humano y traspasarle a ella todos el patrimonio y los recursos cuando la Comunidad Vicentina quiso centralizar el manejo de las distintas sociedades de Damas de la Caridad en el país. Decisión oportuna: cesar actividades en el barrio las Estancias para no involucrar a la comunidad en conflictos de poder y celos institucionales con el cura párroco y dar paso, así, al trabajo promocional y preventivo con las familias a nivel nacional, actividades con las cuales continuamos. Visión acertada: la visión de doña Ana Restrepo de Gautier cuando a mediados de los años cincuenta del pasado siglo propuso la constitución de un fondo acumulativo, intocable para cubrir gastos de funcionamiento, que se fuese incrementando con un porcentaje de los ingresos operacionales y la acumulación de intereses. Fue así como en 1970 la Fundación obtuvo su primer millón de pesos en efectivo, dinero que fue prestado luego a importantes empresas de la ciudad para que con sus réditos financiara la operación de los programas. Dejo a los economistas curiosos la tarea de su actualización a valor presente. Hoy en día las ONG saben de sobra que no bastan los recursos de contratación con el Estado, de la cooperación internacional y de la filantropía para asegurar la sobrevivencia financiera. Que se requiere de un patrimonio propio para sobrellevar las contingencias del día a día. Y ese millón de pesos junto con el producto de la venta de las instalaciones del barrio Las Estancias al municipio de Medellín fue el origen del patrimonio actual de la Fundación. Extraordinaria visión la de doña Ana en una época donde la beneficencia y la “ponchera” surtían aún efecto. La planeación estratégica no deja de insistir en el poder transformador de una visión. Cuando era niño tener visión era cosa de locos y si por alguna razón uno la tenía debía permanecer callado so pena de ser considerado como tal. Doña Ana no sabia nada de planeación estratégica pero siempre fue una persona muy lúcida que no tuvo nunca temor de expresar y compartir sus visiones. Visión acertada: la de tener un negocio rentable, un almacén de venta de lanas el cual generó ingresos por muchos años para cubrir los gastos, visión que muchas ONG del presente empiezan a contemplar como alternativa económica. Visión acertada la de las Damas al permitir, a principios de los años 70 del pasado siglo, la presencia, la participación y el pensamiento de un grupo de señores en calidad de socios activos en una organización de origen netamente femenino. Visión anticipada, por lo demás, al presente donde ya es común hablar y aceptar de equidad de género; participación que ya ocupa la Presidencia y la Dirección Ejecutiva de la organización. Compromiso efectivo: en su mejor época las Damas lograron tener en sus filas un voluntariado de 260 socias que aportaban una cuota de sostenimiento mensual, tiempo, conocimiento y experiencia en la prestación de los servicios; voluntariado que acompañaba el trabajo de profesionales expertos pagados por la Sociedad. Durante 20 años el barrio las Estancias fue el centro de prácticas y de formación de varias generaciones de trabajadoras sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana. Los programas y servicios sociales de las Damas cubrían el 50% de una población estimada de 10.000 personas. La Sociedad fue pionera en ser un modelo de gestión de una entidad sin ánimo de lucro que apoya y acompaña el desarrollo vecinal y comunitario, modelo que aun siguen varias fundaciones de la ciudad. Compromiso efectivo: el de anteponer siempre los intereses de la organización a los personales, el de procurar siempre el mejor valor agregado a las acciones, el de renunciar a tiempo y dar paso a las nuevas generaciones, el de permitir las evaluaciones y someterse a sus recomendaciones.

La gerencia moderna nos remarca la obtención de resultados y la aplicación de herramientas como la planeación estratégica, la reingeniería y el marco lógico. Nada de esto existía, ni estaba al alcance en los tiempos de las Damas, pero a su manera eran efectivas y producían resultados. En una de las actas de Junta Directiva la directora de la guardería informaba de la necesidad de disponer de una camioneta para el transporte de los niños. Dicho y hecho. En esa misma reunión doña Eugenia Ángel de Vélez donó la camioneta, doña Luisa Ángel de Henao asumió el pago del salario del conductor y doña Margarita Posada de Vieira se comprometió a sufragar los gastos de gasolina y aceite del vehículo. Y asunto solucionado. ¡Qué maravilla! ¡Qué instantáneo poder de decisión! Sin tener que nombrar una comisión, redactar una carta o elaborar un proyecto ¿Quién de ustedes colegas, directores y directoras, no quisieran tener en su Junta Directiva este trío de generosas damas? Estas y muchas otras situaciones están escritas a mano, con tinta verde, en bella caligrafía, en los libros de actas de la Sociedad de Damas de la Caridad. Se dice en una de ellas textualmente: “las cartas dirigidas a las empresas solicitando ayuda económica son efectivas pero no olvidemos que lo es aun más, en reemplazo de la carta, la presencia distinguida de una de nosotras en las oficinas de los gerentes”. No dudo que así era. Y de esta forma ingresaba a las arcas de la Sociedad los $15 de Cemento Argos, los $20 de Coltejer, los $10 de Fabricato, los $30 del Banco Comercial Antioqueño, los $35 de la Naviera Colombiana y así por el estilo de todas las sociedades anónimas. En esos tiempos el dinero si era dinero. Y si las arcas continuaban vacías y el déficit aumentaba se acudía al trabajo de las socias para organizar el bingo, el baile de sociedad, la rifa del anillo, al arreglo de vitrinas, a las presentaciones del grupo escénico y a todo tipo de actividades para recaudar fondos, actividades que aun siguen vigentes en muchas ONG del presente. Las Damas sabían que la Divina Providencia no desampara pero que no tenía porque hacerlo todo... En el libro de actas no se verificaba el quórum sino que se escribía, en el estilo de la época, “Asistencia: la mejor posible”. Se reunían en la casa de la Presidenta, muy puntuales, y después de “invocar al Espíritu Santo y de rezar las oraciones acostumbradas” daban inicio a la reunión. Fueron damas muy católicas que recibían con fervor las bendiciones del señor Arzobispo y con humildad sus llamados de atención cuando la práctica del culto decaía, pero no admitían: “ intromisiones indebidas del asesor espiritual en los asuntos propios de la Junta”. Damas que no vacilaron en enfrentarse con valor y respeto a las jerarquías eclesiásticas cuando sentían que atentaban contra el manejo autónomo de la Sociedad. Damas que asumían con firmeza las consecuencias de las decisiones tomadas.

Además de un patrimonio son muchas las lecciones de vida que heredamos de las Damas: su transparencia, la pulcritud y la austeridad en el manejo de las finanzas, el entusiasmo por el trabajo, el sentido de pertenencia, el compromiso personal más allá de lo estrictamente laboral y la satisfacción por el cumplimiento de una responsabilidad social. De todas las lecciones de vida de las Damas me merece especial mención el valor de la generosidad, la cual consiste, en palabras del filósofo Séneca, en el “arte de dar”, dar sin esperar nada a cambio. El gobierno da y reclama siempre contraprestaciones políticas, el empresario dona pero exige el certificado de donación para deducir impuestos, la cooperación internacional ayuda pero espera recibir el respectivo crédito. La generosidad esta hoy en desuso, la hemos remplazado por la solidaridad la cual requiere de la ocurrencia de un evento inusual y catastrófico que logre conmovernos y así despertarla. Cuando pasa el suceso cesa la solidaridad. El poder de los medios de comunicación incentiva, suena feo decirlo, el mercado de la solidaridad nacional e internacional. Cada vez deben de ser más impactantes las imágenes televisivas de las tragedias humanas para movilizar la ayuda humanitaria. Como dice la filósofa española Victoria Camps: “la virtud de la solidaridad se ha institucionalizado, su objetivo son las personas extrañas al ámbito más cercano y familiar: las víctimas de un terremoto, de una guerra, de un accidente, siempre algo lejano”. La generosidad, en cambio, se práctica con las personas conocidas y con las cuales queremos mantener vínculos. La generosidad es el mejor antídoto contra el egoísmo del cual decía la madre Teresa de Calcuta que era el origen de todos los males de la humanidad. La solidaridad requiere de campañas promocionales; la generosidad solo de corazones desprendidos. La solidaridad es transitoria; la generosidad es perenne.

Característica de lo contemporáneo es juzgar con ligereza, desconocimiento o prejuicio lo relativo a un tiempo pasado. El valor de la caridad cristiana es hoy un asunto desprestigiado en el discurso y la práctica social. Hoy nos da pena decir que nuestro que hacer institucional apunta a aliviar sufrimientos, preferimos hablar de desarrollo social, de calidad de vida, de desarrollo humano integral y sostenible. En búsqueda de la eficacia, la eficiencia y la efectividad, deseamos convertirnos, en un curso acelerado, en empresas sociales para dejar de lado el estigma que cargamos por ser ONG o entidades de beneficencia. Y el riesgo que corremos, y no vemos, es el de preocuparnos más por el cumplimiento de los términos de un contrato para evitar la aplicación de multas que el de incidir en el cambio y en la transformación de las condiciones de vida de la población que pretendemos atender. Las Damas estuvieron siempre cercanas, atentas a la escucha, solícitas y pendientes de las necesidades de las familias. Hoy como ayer la pobreza no ha sido superada en el país; todavía persiste la exclusión y se niegan oportunidades a más del 60% de los compatriotas. Colombia es, según reportes de Naciones Unidas, el tercer país del mundo en concentración del ingreso de sus habitantes. Si el asistencialismo no es la respuesta, y en ello estamos todos de acuerdo, las propuestas y acciones unilaterales de las organizaciones del llamado Tercer Sector tampoco lo son así hallamos renovado nuestros conceptos y discursos. No tenemos, ni tendremos, los recursos económicos para ello, apenas generamos el 3% del PIB del país, escasos 3.000 millones de devaluados dólares. Dejemos el mesianismo y seamos realistas. No se ofendan colegas pero en términos financieros una sociedad de pobres es solo una pobre sociedad. Nuestra razón de ser no esta tanto en atender y solucionar los problemas y necesidades de la población sino en emplear nuestro poder social para que junto con el poder político del Estado, el poder económico del sector empresarial y la autogestión y empoderamiento de las comunidades marchemos de común acuerdo en la senda del desarrollo. Y mientras esto ocurre no tenemos otro oficio que seguir apoyando y acompañando a las comunidades y grupos excluidos. Decía hace poco un alto funcionario de la Organización Internacional del Trabajo; OIT, de paso por la ciudad, al comentar un informe acerca de la globalización que los Estados debían volcar su atención y los recursos en el desarrollo de lo local y pensaba para mis adentros que si de algo podemos ufanarnos las ONG es de haber estado siempre en lo local, en lo territorial, hombro a hombro, cara a cara, lado a lado, de las personas, los grupos, las familias, las comunidades y esta opción preferencial, acorde con nuestros recursos y posibilidades, ha sido objeto de múltiples críticas, y autocríticas, de diversos sectores. Es esta cercanía la que nos da la credibilidad, la autoridad, el conocimiento y la legitimidad para ser considerados como actores sociales. Es cierto que nos falta más coordinación, mas trabajo en alianza, más unidad gremial, tenemos que avanzar más en estos aspectos pero sin perder de vista la riqueza que nos da la diversidad. Así como una selva tropical es mas rica en fauna y en especies vegetales que un bosque de pinos, una sociedad es mas rica entre más diversa y diferente sea. Y ¡ojo! no confundamos diferencia con desigualdad. Así como aceptamos la biodiversidad aceptemos la sociodiversidad, de la cual el Tercer Sector da buena cuenta.

Y es esta cercanía la que nos posibilita a las personas que trabajamos en las organizaciones del Tercer Sector el vivir gratas experiencias de transformación humana. Quiero relatarles una de ellas, con el perdón de mis colaboradores cercanos que ya la conocen. Hace muchos años, antes de ser Director de la Fundación, y cuando era más joven que hoy, fui tallerista por cinco años. Al tercer año empezaron las dudas, las vacilaciones acerca del sentido y la utilidad del trabajo promocional y preventivo con los padres de familia. Todos los viernes, durante 4 meses debía dictar un curso los viernes, de tres a cinco de la tarde, en un precario salón comunal, en el sector de la Avanzada, allí donde el viento se devuelve, 20 minutos a pie por unas empinadas y peligrosas escaleras, desde el barrio Santo Domingo Savio y luego de casi una hora de recorrido en bus desde el viejo Guayaquil. Ni en la imaginación más febril estaba la idea de que algún día la distancia sería acortada por la construcción y puesta en servicio de un metrocable. Los viernes en la tarde, precisamente, se agudizaba la crisis y el deseo de renunciar. Al final del cuarto mes, al terminar una sesión del curso se me acerco un niño, calculo que debía tener alrededor de 10 años, el cual esperó a que yo estuviera solo, a darme las gracias. Le pregunte gracias porque o de que y el me contesto: “Profe, es que desde que mi mamá asiste a sus clases me quiere más porque ya no me grita ni me pega y yo vi que ella cambio gracias a sus consejos”. Sobra decirles que las dudas se esfumaron en el acto, que allí, con el testimonio libre y espontáneo de ese niño comprendí que el trabajo de la Fundación tenía sentido, que valía la pena el esfuerzo del viaje en bus y de la subida y bajada a pie por las tortuosas escaleras. Habíamos logrado cambiar la relación de una madre con su hijo, habíamos hecho posible la felicidad y el bienestar de un niño. Y aun hoy, después de tantos años, cuando los inevitables y recurrentes momentos de soledad y desesperanza que la dirección ejecutiva de una ONG conlleva, viene a mi mente la sonrisa, la cara alegre de ese niño que me anima a continuar con la tarea de generar desde la Fundación oportunidades de felicidad para más familias.
La fuerza de un testimonio se convirtió en una honda convicción del poder de transformación que logran las personas cuando introyectan un conocimiento, reflexionan y luego modifican en forma positiva actitudes y comportamientos. No podemos desconocer que hay situaciones de extrema indigencia y enfermedades mentales que impiden a las personas cambiar, pero no menos cierto es que como seres humanos estamos dotados de inteligencia, de conciencia, de juicio y que tenemos, también, la opción de elegir y decidir.
En la gestión humana y social de las ONG nos vemos, muchas veces, abrumados por toda la parafernalia de construcción de indicadores, líneas de base, monitoreo y evaluación de impacto que las agencias de cooperación han vuelto exigencia para acceder a sus recursos. Es un hecho que debemos tener herramientas de medición pero no se nos debe olvidar que los datos y los informes no pueden ser más importantes que la vida, que los anhelos y la felicidad de las personas a quienes decimos apoyar y acompañar. Trabajar en el sector social nos mantiene cercanos a las alegrías y sufrimientos de la gente. Nos hace ser más generosos. Como en el comercial de televisión se encuentra en el lugar equivocado quien pretenda ganar mucho dinero vinculandose a una ONG o creando una. El enriquecimiento que se obtiene no es el de los billetes sino el de la satisfacción personal por contribuir al bienestar humano, a la formación de ciudadanía, a la ampliación de oportunidades, a la justicia social y a la participación democrática en una mejor sociedad. Satisfacción que se extiende al poder conocer otras organizaciones y tratar colegas y compañeros de ruta que comparten objetivos y visiones. Es una razón más para quedarnos, para afianzar el arraigo y el compromiso.

Permanencia y cambio son factores clave en la sostenibilidad de una organización. Permanencia de los ideales, de los principios, de la buenas prácticas, de las lecciones aprendidas; cambio para enderezar el rumbo, para conocer otras miradas, para emular a los que saben, para no perder vigencia. En la FBH lo permanente ha sido el trabajo con las familias; han cambiado las modalidades de atención, el enfoque, el tipo de programas. Cambiamos de nombre pero permanece la convicción de que sin las familias no es posible aportar a la construcción de una sociedad más justa, pacífica y democrática. Pasamos de ser una entidad de carácter asistencial a una organización especializada en servicios educativos con las familias. Permanece la política de la Asamblea de Socios y de la Junta Directiva por continuar en el nivel de promoción y prevención a las familias y cambiamos de logosímbolo y de imagen institucional como mensaje de renovación. En los tiempos que corren no basta ya con enseñar a pescar, luego de la pesca es que comienza el verdadero trabajo...

Muchas gracias por su presencia y compañía.

Luis Julián Salas Rodas
Director Ejecutivo de la Fundación para el Bienestar Humano
Medellín, Noviembre 23 de 2004


viernes, enero 16, 2004


¿Qué hacer con los socios y las socias de las ONG?


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano




La asamblea de socios(as) es la máxima autoridad en una ONG. Es ella quien tiene el poder de dar vida o muerte a la organización. Tanto a nivel nacional como internacional las ONG conforman un universo denso, complejo y heterogéneo de clasificar. Para poder iniciar la respuesta a la pregunta del presente artículo, trataremos de elaborar una tipología de socios(as) de acuerdo con su filiación y relación estatutaria:

Socio(a) natural: Tiene membresía y vinculación con la organización por haber participado en su fundación o por ingreso posterior. Aporta conocimientos, tiempo y recursos sin percibir retribución económica alguna y sin adquirir vínculo laboral. Anima su participación un sentido filantrópico y/o compromiso social. En muchos casos hay coincidencia de sus conocimientos y experiencias personales con el objeto social de la organización. Su grado de compromiso, participación y sentido de pertenencia varía con relación a sus ocupaciones, tiempo disponible, relaciones laborales y sociales. Puede ser socio(a) de una o varias ONG. Este tipo de socio(a) se equipara al voluntario.

Socio(a) trabajador(a): Generalmente participó en la fundación de la organización. Su pertenencia a ella obedece al deseo de compartir conocimientos, experiencias e intereses políticos, sociales y concepciones del mundo con otros pares académicos o generacionales. La diferencia esencial con el socio natural es que mantiene con la organización una vinculación laboral por la cual percibe una remuneración. Su dedicación a la organización, la mayoría de las veces, es total y de tiempo completo, llegando a coincidir su proyecto de vida personal con el proyecto de la organización. De ahí que tenga un gran conocimiento de ella, un fuerte compromiso y sentido de pertenencia. Como socio(a) trabajador hace parte de la asamblea general y de otros órganos de gobierno y control como Junta Directiva y comités. Es un socio(a) deliberante y asume posiciones, las cuales entran en conflicto entre lo personal y lo institucional , debilitando la línea de mando y haciendo muy lento la toma de decisiones para no afectar el consenso y el clima organizacional. Para evitar cerramientos mentales y exclusión de ideas y propuestas nuevas los estatutos de estas ONG deben incluir normas que propicien la participación y la consulta de personas externas a los socios(as) trabajadores. El riesgo que corren es el del sobreenvolmiento y mezcla difusa entre lo personal y lo institucional. La figuras jurídicas de asociación y corporación son las más acogidas por este tipo de socios(as) que hacen de la organización un modo de vida.

Socio(a) familiar: Reúne las mismas características del natural. La diferencia fundamental es su pertenencia a la organización por vínculos de parentesco y afinidad con quienes la fundaron o la dirigen. Muchas se crean en memoria de un ser querido fallecido o para dar cumplimiento a una voluntad testamentaria. Generalmente son organizaciones cerradas donde se restringe la membresía y la participación en cargos de alta dirección al círculo de la familia. Es práctica usual la transmisión hereditaria de los cargos. Los socios(as) familiares se convierten en benefactores y aportantes económicos para la sostenibilidad de la organización. Casi siempre priman la visión, la tradición y los intereses familiares sobre los requerimientos de la organización.

Socio(a) institucional: Su afiliación, permanencia y participación esta definida por la naturaleza jurídica de la organización de primer grado a la que pertenece, por ejemplo: gremios o corporaciones mixtas, las cuales aportan cuotas de membresía para su sostenimiento económico. Desempeñan cargos en la Junta Directiva en representación de organizaciones y/o sectores de la sociedad o del Estado. Su elección y permanencia están dadas por su continuidad en la organización afiliada. Su grado de compromiso y aportes a la Junta Directiva esta mediado por su sentido personal de responsabilidad, por su disponibilidad efectiva de tiempo y por las ocupaciones de su cargo principal. Antes que un compromiso personal, como en el caso de los socios(as) antes citados, prima en ellos una relación institucional la cual cesa una vez se deja el cargo principal.

Como puede apreciarse de la naturaleza del socio(a) depende, en gran medida, su razón de ser y su hacer en la organización. No tiene el mismo grado de compromiso y responsabilidad un socio(a) trabajador que un socio(a) institucional. De ahí que las estrategias y las acciones a desarrollar con ellos y ellas debe de tener en cuenta este diferente origen y tipo de vínculo. Con excepción de los socios(as) trabajadores, en los demás prima el carácter de voluntario. Recordemos que el voluntario es aquella persona de dona y comparte con otros tiempo y conocimientos sin percibir ninguna contraprestación económica para sí. En el mundo existen, desde hace muchos años, varias organizaciones de voluntarios como los Rotarios, los Leones y Kiwanis así como organizaciones de ayuda humanitaria como la Cruz Roja Internacional y Médicos sin fronteras. El voluntariado trae del pasado una connotación muy femenina, ya que eran mujeres y damas de la sociedad las que podían disponer de tiempo libre y relaciones para acometer obras sociales. En el presente empieza a tomar fuerza la figura del voluntariado empresarial que agrupa a jóvenes profesionales vinculados laboralmente, quienes, durante un tiempo acordado, prestan servicios de asesoría gratuita en asuntos específicos a ONG.

En principio todo socio(a) natural, familiar e institucional es un voluntario pero no todo voluntario es o quiere ser socio o socia de una ONG. En los últimos años las ONG han tenido que transformarse y efectuar cambios en la gestión social, humana, administrativa y financiera para poder responder a los retos y las exigencias del Estado, de la empresa privada, de la cooperación internacional y de las mismas comunidades. En la actualidad, las direcciones ejecutivas y los equipos operativos de este tipo de ONG están a cargo de profesionales graduados con vínculo laboral y remuneración salarial. Son ellos quienes más conocen la organización, sus programas, proyectos así como del entorno social y político que las rodea; pero los órganos de gobierno, Asamblea y Junta Directiva, siguen en manos de socios(as) voluntarios que poco conocen, poco se interesan y poco tiempo disponen para ocuparse y tomar decisiones oportunas y eficaces.

El desarrollo de las organizaciones debe atender todos los frentes, tanto el externo como el interno, sin embargo la realidad de las ONG nos muestra que la atención y los recursos se han dirigido más a la cualificación del personal remunerado que a los socios y socias. Pareciera ser que nos hemos resignado a considerar a estas personas como figuras decorativas, como una formalidad estatutaria necesaria para la existencia y representación legal, la cual no aporta ningún valor agregado de importancia para la organización. Este vacío de poder es el campo abonado para que se perpetúen las presidencias de Junta Directiva y las direcciones ejecutivas autocráticas en las ONG. Allí no hay conciencia de democracia, de rendición de cuentas, y de transparencia en todos los ámbitos de la gestión. Allí se forman y solidifican intereses opuestos al cambio y a la apertura en las instancias de gobierno, las cuales tratan de mantener, a toda costa, la cómoda tranquilidad de las formalidades protocolarias.

Si bien las ONG se rigen por el derecho privado cumplen funciones públicas al prestar servicios y oportunidades de acceso a bienes por parte de las comunidades menos favorecidas. Y al desempeñar funciones públicas están en la obligación ética de informar a la sociedad del cumplimiento o no de sus objetos sociales. Si las ONG decimos estar de lado de la legalidad, de la gobernabilidad, de la democracia, de los Derechos Humanos al tiempo que rechazamos toda forma de violencia deberíamos ser ejemplo de esa buenas prácticas dentro de nosotros mismos, garantizando y promoviendo, por ejemplo, el derecho de cualquier socio o socia de hacer parte de los órganos de gobierno y autoridad. Muchas de estas personas que inician con entusiasmo su vinculación, como voluntario, se decepcionan al darse cuenta de estos manejos indebidos de poder y terminan alejándose y renunciando. Por eso es muy importante que los estatutos contemplen la posibilidad de rotación y de tiempo cumplido de los socios y socias.

¿Qué hacer, entonces, con los socios(as) de una ONG? Ya hemos dado dos pistas: consultar la naturaleza jurídica del vínculo y permitir tanto la discusión en los asuntos internos como su elección a cargos de poder y autoridad. Otras pistas son:

Identifique la etapa del ciclo vital en que se encuentra la organización: A semejanza de los seres humanos las organizaciones pasan por diferentes etapas de crecimiento y desarrollo. Así como en la infancia el asombro es parte del conocimiento del mundo, la audacia y el empuje caracterizan la juventud, la serenidad y la prudencia los años de la madurez y en la vejez nos acompaña el escepticismo y la resistencia a los cambios, en el ciclo vital de las organizaciones varia, también, el entusiasmo, la dedicación, el interés y el compromiso de los socios y socias. En el período del nacimiento bullen las ideas y ante la falta de recursos los socios y socias se arremangan la camisa y asumen directamente la gestión. Luego cuando se establecen los programas, se ejecutan los proyectos y los ingresos permiten pagar personal la participación directa de ellos se reduce. Viene el momento del apoyo puntual, de la asesoría especifica, de las tareas concretas, de tal forma que lo que congregaba al inicio de la organización ya no es igual a las demandas del presente y del futuro. No podemos esperar que nos acompañen, por siempre, los socios y socias fundadores. Recordemos: “ las personas pasan, las instituciones permanecen”. Lo ideal es procurar una buena mezcla generacional así como un equilibrio entre los géneros y las profesiones de los socios y socias.
Participación en comités de trabajo: Según la misión, el tamaño, los recursos y la complejidad de la ONG, la Dirección Ejecutiva debe crear y mantener comités asesores donde tengan cabida tanto los socios(as) voluntarios como los empleados. Estos comités tienen que tener funciones específicas y regularidad y a ellos deberá asistir el Director Ejecutivo o algún miembro de la Junta. Los comités no están para reemplazar o competir con el trabajo de los empleados; ni deben levantar la suspicacia de ellos. Son, ante todo, instancias de consulta y apoyo a la gestión. Los socios(as) harán parte de los comités que sean afines con sus estudios, experiencia o campo laboral. Por principio, todo socio o socia debe de hacer parte de un comité, con agenda de trabajo y procedimientos de evaluación..
Crear un comité permanente de nominación de nuevos socios(as): Las organizaciones las hacen y deshacen las personas. Las personas se enferman, migran o mueren. La organización debe diseñar procedimientos de selección, enganche, inducción, reemplazo y despido de socios(as), de acuerdo con lineamientos claros y específicos de la Junta Directiva. Para cada vacante deberá tenerse antes que el candidato el perfil requerido según las necesidades presentes y futuras de la organización. Este comité debe enfatizar en el candidato la responsabilidad y el compromiso que se adquiere y que no por el hecho de ser voluntario implica estar exento de cumplir tareas o servicios, o que estos se presten de acuerdo a la disponibilidad y el estado de ánimo. . Dicho comité es el que posibilita que halla siempre personas dispuestas para el empalme o el relevo generacional y que este no obedezca a criterios subjetivos o amiguistas. En cuanto al número de socios(as) no hay una recomendación única, ni muchos, ni pocos; su número lo determina el tamaño de la organización y la capacidad de la Junta y de la dirección ejecutiva por asignarles trabajo.
Mantener comunicación fluida y oportuna de las actividades: Los socios(as) son personas que tienen otros intereses y ocupaciones distintas a las de las ONG a la que pertenecen. Es tarea de la Dirección Ejecutiva mantenerlos informados ya sea vía impresos, llamadas telefónicas, reuniones o boletines virtuales. No tiene presentación que solo se entre en contacto con ellos y ellas una vez al año, 15 días hábiles antes de la asamblea general, con el único propósito de confirmar el quórum. La ausencia de información y comunicación personal debilita el vínculo y extingue el interés. En el mundo globalizado de hoy la competencia no es solo por los mercados y los clientes, los socios y las socias reciben también llamados de otras ONG y si nuestra oferta ya no es atractiva, se van.
Ofrecer oportunidades de formación y de capacitación: En general la relación entre socio(a) y ONG se establece entre alguien que dona o aporta, el socio(a), y alguien que recibe, la ONG. Este tipo de relación unidireccional pone en desventaja a la organización pues es esta la que debe agradecer el favor y valorar siempre lo que el socio(a) buenamente quiera hacer. ¡No! La relación debe ser en los dos sentidos. La ONG debe ofrecer oportunidades de formación y capacitación que no solo sean del interés de los socios y socias sino que, además, contribuyan a su desarrollo personal y profesional. Al hacer esto, la ONG queda en un plano de igualdad de aportes con sus socios y socias; además estos espacios propician el encuentro personal y social, base de la confianza y el mutuo conocimiento.

Así como la democracia requiere de ciudadanía que la legitime, las sociedades anónimas de accionistas, los establecimientos educativos de asociaciones de padres de familia, los sindicatos de sindicalistas, los conjuntos residenciales de copropietarios, las ONG necesitan personas que asuman a cabalidad el papel de socios y socias; que den línea; tracen políticas; ejerzan control fiscal; nombren ejecutivos honestos y competentes; participen con interés y entusiasmo en las decisiones, en las actividades, en los logros; que aporten al fortalecimiento del tejido social y a la disminución de los factores de exclusión y de pobreza. De nada le sirven a las ONG y a la sociedad socios y socias ausentes, poco informados y comprometidos, que solo asisten o mandan su representación a la asamblea anual; que su única motivación es la de hacer parte de la lista por figuración social. Las ONG son un medio comprobado para que las personas que sienten el llamado del voluntariado y del compromiso social puedan realizarse; pero ya no basta con querer hacer el bien, rápido y de cualquier manera: o se hace como se debe o no se hace. Si después de motivarlos y ofrecer espacios de participación, los socios y las socias, no responden y no hay resultados positivos, no queda otra salida que desprenderse del lastre, escribir cartas de despido y activar el comité de nominación...

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