miércoles, noviembre 27, 2002


LA GERENCIA SOCIAL DESDE LA ÓPTICA DE LAS ONG

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano





En la matriz estadocéntrica la política social era responsabilidad exclusiva del Estado, quien mediante sus organizaciones y bajo un enfoque centralista diseñaba, ejecutaba y financiaba los proyectos y programas sociales. Al hacer crisis el modelo de Estado interventor, surge una nueva concepción, la matriz sociocéntrica, en el diseño y realización de la política social y de la prestación de servicios sociales básicos que se va a caracterizar por: la pluralidad de actores y sectores (Estado, Sector Empresarial, Sector Social, movimientos sociales, participación ciudadana y comunitaria); descentralización en la toma de decisiones y asignación de recursos; cofinanciación y recuperación de costos; subsidio a la demanda (competencia, libertad de elegir, creación de cuasimercados) en vez de subsidio a la oferta; identificación y focalización de beneficiarios; y evaluación con relación costo - impacto en vez de gasto público social[1].
En el tránsito de la matriz estadocéntrica a la sociocéntrica hizo aparición el modelo neoliberal del Estado el cual tuvo influencia en el diseño de la política social y en los fines del desarrollo social. Al respecto escribe el profesor Omar Guerrero Orozco:
“Qué nos propone el neoliberalismo? Hay que disminuir la civilidad, hay que disminuir la participación política, hay que disminuir las demandas cívicas de la ciudadanía. Dice que también se puede hacer lo siguiente, trasladar los programas sociales al mercado, que le cuesten a los ciudadanos y a los beneficiarios los servicios sociales, aunque muchos de nosotros pensemos que es una responsabilidad del Estado, porque el ciudadano paga sus impuestos. Sin embargo, se piensa que no es suficiente pagar los impuestos: hay que hacer que todos y cada uno de los servicios que el Estado estaba proveyendo y que ahora deben surtirlos, sean sufragados, a través de la iniciativa privada. Finalmente proponen algo más drástico: esterilizar las semillas de las demandas sociales, evitar que nazcan las demandas sociales, previendo de antemano que éstas surjan; hay que liquidar todas aquellas posibles fuentes de producción y de creación de demandas sociales. ¿Cómo? Evitando que se organicen grupos que demanden, de antemano, impidiendo que los futuros demandantes tengan la conciencia de la demanda futura de servicios, es decir esterilizar las semillas de las demandas sociales, antes de que puedan nacer”[2].
En Colombia la administración del presidente César Gaviria, 1990 -1994, (ver antecedentes, capítulo 1) fue la primera en adoptar los preceptos neoliberales, sin embargo fue también el momento de una fuerte movilización ciudadana, social y política en torno a la convocatoria y realización de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la cual promulgó al Estado colombiano como un Estado Social de Derecho con obligaciones en la prestación de servicios sociales a todos los ciudadanos. Esta polarización de fuerzas evitó que en el país la política social y el desarrollo social se ciñeran al “recetario único” del neoliberalismo. Lo que sí sucedió fue un proceso de modernización de la gestión pública, no sólo en Colombia sino en muchos otros países[3]. En América Latina, la División de Desarrollo Social de la CEPAL fue la organización que más impulsó la modernización de la gestión publica en el Sector Social. Propuso reformas institucionales del aparato estatal tales como: la introducción de mecanismos de mercado en la organización y gestión de servicios sociales; la intervención en la oferta y en la demanda; la aplicación de tasas o precios públicos por la prestación de servicios; la contratación externa en la provisión de servicios; la creación de mercados internos o “cuasimercados”; la transferencia del poder de compra a los consumidores, y el sistema de bonos. Propuso, también, la adopción de prácticas y técnicas provenientes del llamado “gerencialismo” en la administración pública con el objetivo de mejorar la eficiencia de los recursos oficiales, siendo los más destacados: la introducción de la administración de la Calidad Total y por objetivos (APO) en los programas y proyectos sociales; el control de gestión en ellos; y, la reingeniería de procesos aplicada a la gestión de políticas sociales[4]
Otra organización oficial que también ha ejercido influencia en los gobiernos de América Latina en las políticas sociales es el Instituto Interamericano para el Desarrollo Social INDES, organización adscrita al Banco Interamericano de Desarrollo con sede en Washington. Una de sus representantes mas reconocida es la socióloga Isabel Licha quien ha trabajado el tema de la “Caja de Herramientas de la Gerencia Social”, como instrumentos para aplicar en el diseño, ejecución y evaluación de proyectos y programas sociales, siendo ellos:
1. Análisis del entorno gerencial
2. Análisis de los involucrados
3. Procesos y técnicas de negociación
4. Construcción de escenarios
5. Planificación estratégica
6. Instrumentos de formulación de proyectos
7. Instrumentos de monitoreo y evaluación
8. Metodologías participativas de planificación y evaluación
9. Diseño y coordinación de redes
10. Diseño y gerencia de descentralización[5]
Las agencias de cooperación internacional han desarrollado nuevas metodologías tanto para la gestión gerencial y social como para la formulación y presentación de proyectos, entre los más conocidos esta el ZOPP y el Marco Lógico.
Las consideraciones anteriores darían a entender que la gerencia social es ya un campo del conocimiento o una disciplina unificada en torno a teorías y métodos. Aun se debate si la gerencia social es un modelo de gestión, una técnica o un instrumento de control y evaluación de proyectos sociales. Veamos algunas definiciones:
Para la CEPAL:
“La gerencia social puede ser entendida, en términos generales, como el conjunto integrado de principios, prácticas y técnicas que permiten mediante su aplicación producir cambios significativos en al menos una condición de bienestar en la población - objetivo a la que es referido, mediante el uso efectivo y racional de recursos. Sus principios son: el impacto, la equidad, la focalización, la articulación, la flexibilidad y la participación social. (...) La expresión operativa de la gerencia social se encuentra en la gestión de programas y proyectos sociales”[6].
Bernardo Kliksberg:
“Gerencia social eficiente tiene que ver con optimizar el rendimiento de los esfuerzos de los actores sociales en el enfrentamiento de los grandes déficits sociales de la región, y el mejoramiento del funcionamiento y resultados de la inversión en capital humano y capital social”[7].
Para el Departamento Nacional de Planeación (D.N.P) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), de Colombia:
“La Gerencia Social puede entenderse como el conjunto de conocimientos, procedimientos y acciones que se aplican para ejecutar la política social mediante la dirección, coordinación y concertación de programas y proyectos dirigidos a lograr desarrollo humano de la población asentada en los respectivos territorios. La Gerencia Social debe conducir a la obtención de metas determinadas de Desarrollo Social Y Humano, mediante el uso eficiente y racional de recursos. Es una herramienta que deben incorporar las instituciones públicas y sociales en sus planes y programas de desarrollo para promover el mejoramiento y calidad de vida de los colombianos.[8]
La trabajadora social María Victoria Muñoz:
“La Gerencia Social es una propuesta alternativa que tiene como objetivo la construcción de una nueva sociedad en donde los distintos actores sociales, entre ellos las instituciones del sector social, se integren en un proyecto que, más allá de la racionalidad instrumental y la racionalidad estrictamente económica, apunte a desarrollos humanos y colectivos más amplios, en donde la razón de ser de cada institución (su misión y visión) sea una respuesta estructurada a los retos de la sociedad moderna. (...) La Gerencia Social no solo busca una modernización institucional sino también, y fundamentalmente, una propuesta de modernidad, donde el desarrollo no sólo sea creci-miento económico sino también calidad de vida, posibilidad de expresión espiritual y social a través de los programas institucionales”[9].
El economista Miguel Cerón Hurtado:
“La Gerencia Social es un instrumento que permite el manejo eficiente, eficaz, pertinente y productivo de los recursos sociales para lograr objetivos de calidad de vida mediante la solución de las necesidades humanas tanto fisiológicas”[10]
Extrayendo lo común de las anteriores definiciones encontramos que la gerencia social es un campo de conocimiento en formación que dispone de variadas herramientas e instrumentos para mejorar la gestión social de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
La urgencia y necesidad de adoptar un enfoque gerencial en la gestión de las organizaciones sociales no sólo proviene de asesores externos sino de personas que trabajan en el sector. Silvio Cárdenas Concha, Director de la Fundación Saldarriaga Concha lo expresa así:
“Entre las realidades que vivimos a diario en el campo de la rehabilitación, hay una que identifica a la gran mayoría de las instituciones con las que trabajamos: la ausencia de un criterio gerencial en el desarrollo de las actividades administrativas de la empresa (o sea, de la institución misma).
Desde hace muchos años, en Colombia se tiene el concepto de que trabajar por los demás, manejar instituciones que tienen como fin el velar por la salud y la educación de nuestros conciudadanos, pensar en el desarrollo social, se tiene que hacer con donaciones y con regalos que necesria y obligatoriamente deberían hacer aquellas empresas que tienen como hacerlo económicamente. Rara vez se piensa que el verdadero desarrollo empieza cuando concebimos una idea o un proyecto, en términos de autogestión y autoproductividad. Llevamos un lastre conceptual adquirido desde los españoles, que consiste en creer que las acciones sociales no son capaces de producir su propia gestión y que, por el contrario, todo programa y toda institución debe depender exclusivamente de donaciones, de las entidades estatales, los grupos económicos grandes y las instituciones extranjeras que muestran interés por estos temas...Gracias a los conceptos modernos sobre gestión, calidad, redes sociales y liderazgo, es que ya podemos hablar, sin equivocarnos, que venimos trabajando en rehabilitación, desde una perspectiva muy anacrónica y con un bagaje social muy simplista. Esto nos ha hecho ver que es poco (por no decir nulo) el impacto social que hemos producido con nuestras actividades y que, por el contrario, dilapidamos los recursos económicos de quienes con tanto esfuerzo han depositado en nuestra institución, con gran confianza en nuestro nombre”[11]
El profesor universitario Federico García Barrientos expone las dificultades de la gerencia en el Sector Social:
“Los gerentes y administradores de las organizaciones sociales se enfrentan a una triple dificultad en cuanto a su gestión, estas se presentan en el plano conceptual, en el plano operativo y en el entorno en que se desenvuelven:
Desde lo conceptual:
¿Qué se entiende por bienestar social? ¿Qué se entiende por desarrollo económico y social? ¿Qué son las políticas de lo social? ¿Qué es la demanda y oferta desde lo social?
Desde lo operativo:
¿Qué estilo es propio desde la Gerencia para abordar los servicios sociales? ¿Qué relación operativa se debe establecer entre los clientes internos y externos? ¿Qué es el mercado de lo social y como gerenciarlo?
Desde el entorno:
A esta doble dificultad de lo conceptual y de lo operativo se le suma el enrarecido ambiente, económico, político y socio-cultural de la nación colombiana; estos fenómenos externos impactan a las organizaciones sociales de manera profunda, ello se refleja desde la gerencia y el mercadeo en hechos como el corto placismo, la falta de claridad conceptual en cuanto a la definición de los servicios sociales, la falta de planeación y control de los manejos técnicos, financieros y humanos, así como la carencia de indicadores claros de gestión en cuanto a eficiencia, eficacia, pertinencia y cobertura”.[12]
Coincidimos con las apreciaciones de Silvio Cárdenas Concha y con varios de los interrogantes del profesor Federico García, los cuales han sido abordados en el presente texto en los planos en los que el los enuncia. Hay acuerdo en el sentido de que el modelo de gerencia social esta determinado por la concepción de desarrollo social que se asuma, puesto que las implicaciones operativas de la gestión difieren, sustancialmente, si se parte del antiguo paradigama de lo social o del emergente. (Ver capítulo 3). Tambien hay coincidencia en reconocer la importancia del entorno en la producción de bienes y servicios sociales así como la articulación de la gestión interna con el medio externo. (Ver ilustración 3, pág: 118). Las organizaciones del Sector Social, entre ellas las ONG, no pueden abstraerse de su entorno, de las políticas programáticas y presupuestales del Estado, y, tampoco, de los avances teórico prácticos de la gerencia y el mercadeo social.
Otra situación problemática de la gerencia social, aún no esclarecida, es lo que debe entenderse como mercadeo social. Los interrogantes que surgen tienen que ver tanto desde el lado de la oferta como de la demanda. Desde la oferta: ¿Con que premisas, criterios y presupuestos se diseñan bienes y servicios colectivos? ¿Hay un perfil de ONG oferentes para cada segmento de beneficiarios y/o clientes? ¿Qué tan flexible y elástica es la oferta de las ONG ante los requerimientos del mercado? ¿Qué tan diversificada, sectorizada y especializada es la oferta social? Desde la demanda: ¿Qué tan numerosa, conocedora y diversificada es? ¿Qué tan estudiada y conocida son las necesidades de los demandantes? ¿Hay criterios de calidad y precio en la selección y contratación de bienes y servicios sociales? ¿Qué tanto compiten y/o colaboran el Sector Gubernamental, el Sector Empresarial y el Sector Social en el mercado social? Son estas, entre otras muchas, las inquietudes que se señalan como problemáticas desde la gerencia social de las ONG y cuya respuesta sería objeto de otra investigación.[13]
En cuanto a los fines de la gerencia social existen dos posiciones, una que la considera “hija” del modelo neoliberal de desarrollo y de las agencias oficiales con el propósito de “optimizar los recursos y mejorar la eficiencia y eficacia de la gestión gubernamental”, la cual, por conveniencia, fue adoptada como guía y práctica de gestión en las ONG; otra que la considera como una oportunidad para “articular acciones dispersas entre el Sector Gubernamental, el Sector Empresarial y el Sector Social”. En la presente investigación nos interesa detener-nos en esta última posición, sobre todo en las implicaciones que tiene la adopción de la gerencia social en las ONG.
Es un hecho innegable que las transformaciones sociales, políticas económicas y culturales de la última década del siglo XX (Ver Antecedentes, capítulo 1) influyeron en las ONG colombianas en su estructura, composición, objetivos, misiones, fuentes de financiación y relaciones con los Sectores. El entorno relativamente estable de “lo social” se hizo más turbulento, complejo, incierto e impredectible como consecuencia de la agudización y deterioro de la situación del país. Por primera vez en su historia de vida institucional las ONG se vieron obligadas a replantearse en todos los aspectos organizacionales con el fin de garantizar su sostenibilidad[14] y credibilidad. Las demandas externas presionaron el cambio; la estrategia asumida por muchas de ellas, con el apoyo de la Confederación Colombiana de ONG y sus federaciones departamentales, fue la del fortalecimiento institucional[15]. Dicha estrategia integra conceptos y herramientas de la administración y de la gerencia social gubernamental para desarrollarlas en las ONG.
A pesar de las presiones, demandas externas y ofertas de cualificación el proceso de cambio ha sido desigual, una parte de las ONG, las de mayor antigüedad, siguen apegadas al paradigma tradicional del asistencialismo y el voluntarismo, se niegan a relacionarse con el Estado y a hacer parte de la Sociedad Civil en la construcción de los público democrático, manteniéndose en una situación de encierro institucional y de liderazgo directivo. Otro grupo de organizaciones han avanzado, parcialmente, en el cambio, introduciendo en su gestión gerencial herramientas como la planeación estratégica, el mercadeo social, la reingeniería, los indicadores de gestión, la gerencia de proyectos, la evaluación y el monitoreo, y la certificación de calidad en sus procesos, pero sin modificar su estructura social y línea de autoridad en sus instancias directivas. Otras, las menos representativas, han convertido la amenaza en oportunidad para restructurarse, a fondo, en su objeto social, metodologías de intervención y en sus vínculos con el Estado y la Sociedad Civil.
Podemos enunciar los actores y las nuevas relaciones que cambiaron el escenario de actuación de las ONG colombianas en la última década del siglo XX y su relación con la gerencia social:
Con el Estado:
La constitución de 1991, la Ley 80 de 1993 y la reforma en la política social fueron tres hechos decisivos que modificaron las reglas del juego entre las ONG y el Estado. La Constitución, en cuanto a que posibilitó la prestación de servicios sociales básicos y prohibió los auxilios oficiales, fuente no santa de financiación. La Ley 80 en la medida en que reguló las normas de contratación de servicios Estado - ONG, obligando a éstas a adquirir conocimiento y experiencia en procesos de convocatoria, licitación y adju-dicación de contratos públicos; y, la política social por hacer extensiva al gremio su participación en la formulación y ejecución.
El cambio de rol del Estado le implicó a las ONG a redefinir sus posiciones con él; unas aceptaron relacionarse vía contratación de servicios como forma de obtener ingresos seguros y convertirse en ejecutoras de la política social gubernamental, aplicando para tal fin toda la “caja de herramientas” de la gerencia social” y renunciando a posturas críticas o alternativas a las del Estado, so pena de perder contratos y ser declarados “organizaciones no gratas”, la renuncia a posturas propias frente a temas del desarrollo social y su identificación sin reservas a las propuestas del Estado les granjeo la denominación burlona de “Organizaciones Neo gubernamentales”. Otras, en especial las dedicadas a promover la defensa de los derechos humanos y la participación ciudadana se negaron abiertamente a contratar con el Estado argumentando la pérdida de la autonomía y el control a la gestión pública al tiempo que manifestaban reservas ideológicas frente a las bondades de la gerencia social, actitud que generó conflicto con los partidos políticos tradicionales y personajes de la intelectualidad[16]; y, las ultimas mantuvieron una posición “autista”, sin ningún tipo de relación abierta o encubierta con el Estado. A estas últimas se refiere Eduardo Bustelo Graffina:
“Un aspecto relevante es la carencia casi total de “esfera pública” en muchas ONG, lo que se oculta generalmente bajo las formas de acción social más “comprometidas” en la lucha contra modalidades más extremas y denigratorias de la pobreza y la indigencia humana. Esto redimiría a esas ONG de cualquier compromiso ideológico - político. El “madreteresismo” y el “ladynismo” como actitud social. (...) Porque una de las ventajas de muchos proyectos sociales es que “garantizan” la separación de lo social de la política, concebida esta última como el ámbito que divide lo que separa y lo que denigra las formas “purificadas del compromiso no gubernamental”.[17]
En el gremio de las ONG hay planteado un debate frente a los enfoques y modos de articulación con el Estado, no existe un consenso, aceptado por todas, frente a este asunto y no lo puede haber mientras se sobrepongan visiones y se profundice en la heterogeneidad y atomización del gremio. Un claro ejemplo que muestra la división es la participación o no de ellas en el Plan Colombia de la administración Pastrana; mientras se crean ONG, de un día para otro[18], para hacerse a los recursos del Plan, otras se niegan a vincularse a él por razones ideológicas y políticas.
Con la Cooperación Internacional:
Los sucesos internacionales acaecidos en los años 90 como la desaparición de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín replantearon los términos de la cooperación entre Europa y América Latina. Para Europa la prioridad de la atención y los recursos se reorientó a los países que conformaban el bloque socialista y algunos países, entre ellos Colombia, pasan a ser considerados como de mediano desarrollo por los gobiernos europeos y las agencias de Cooperación. Estos actores, además, empezaron a evaluar los recursos y el impacto de los proyectos financiados para el desarrollo del Tercer Mundo resultando que los aportes concedidos no se correspondían con los índices de pobreza y atraso de los países a los cuales se les había concedido, por décadas, cooperación. Esta revisión dio como resultado la imposición de nuevas exigencias a las ONG solicitantes tales como: adopción de metodologías especificas en la formulación de los proyectos, v.gr., el márco lógico; controles más rigurosos a los desembolsos y a la destinación de los recursos; consecución y movilización de otros dineros vía cofinanciación; prelación a macroproyectos de amplio impacto y cobertura a realizarse en alianzas público - privadas; necesidad de justificar la sostenibilidad del proyecto,asaí como construcción y verificación de indicadores de resultados.
La cooperación internacional enfatizó en la presentación de proyectos productivos, de generación de ingresos y con perspectiva de género. Al final de la década de los 90, en el caso colombiano, ante la agudización del conflicto armado y sus consecuencias negativas para la población civil, la cooperación internacional enfocó su acción hacia la ayuda humanitaria y de emergencia a las familias y comunidades desplazadas.
La confluencia de los cambios anotados obligó a las ONG interesadas en los recursos de la cooperación a vincular empleados expertos en formulación y “lobby” de proyectos, y a incorporar la “caja de herramientas” de la gerencia social en la gestión de los mismos para, así, dar garantías a los gobiernos y agencias extranjeras del profesionalismo y responsabilidad de la organización en la realización de los proyectos presentados. Esta situación fue particularmente difícil de afrontar para aquellas ONG dependientes en un 100% de los ingresos de la cooperación internacional para la realización de sus actividades. La relaciones entre las ONG y la cooperación internacional son objeto de crítica y de controversia en la opinión pública por el origen y monto de los recursos que movilizan:
“Las ONG se han convertido en tan buen negocio que es posible que muchas se creen solamente para recibir fondos. Hoy por hoy las ONG manejan un presupuesto mayor al del Banco Mundial. Según The Economist, en 1997 las ONG obtuvierón 5.500 millones de dolares sólo en donaciones privadas. Expertos en el tema dicen que muchas ONG viven de recursos de los diferentes gobiernos, y cuando se acaba la causa para la cual fueron creadas, buscan nuevos fondos y hacen otras campañas. “Casi todas las ONG que actuan en Africa son extranjeras. Siempre llegan en tiempo de guerra con nuevas finalidades y sus acciones son de corto plazo”, asegura el politólogo Eric Lair, estudioso del tema en la Universidad de los Andes”[19].
Con el Sector Empresarial
La relación entre la empresa privada y las ONG es de vieja data. Con la partida presupuestal de “beneficencia y civismo” la industria, el comercio y los servicios han aportado dineros a las ONG para el cumplimiento de sus programas. Dineros ocasionales, dispersos y de poca cuantía, en general, para las entidades beneficiarias, los cuales han disminuido con motivo de la proliferación de ONG y la recesión económica de los últimos años. La relación no sólo ha sido monetaria sino personal, por cuanto, en muchas ocasiones, los empresarios y sus familias han creado sus propias ONG o son socios o integrantes de Juntas Directivas. Sin embargo esto ha venido cambiando. En 1995 la ANDI en asocio con el Centro Colombiano de Filantropía y la Fundación Social organizaron en Cartagena el Simposio Internacional sobre Empresa Privada y Responsabilidad Empresarial con el propósito de sensibilizar, aportar conocimiento y crear conciencia en el gremio de la proyección social de su labor; también, la ANDI, el Centro Colombiano de Filantropía y la Universidad de los Andes se unieron para llevar a cabo una investigación acerca de la responsabilidad empresarial en Colombia siendo una de sus conclusiones con respecto a las ONG:
“Si la empresa privada desea optimizar el uso de los recursos que destina a actividades de tipo social y el impacto y los beneficios que se obtienen a través de la acción social responsable, sin comprometerse directamente con ellas, tiene la alternativa de asociarse con una de las ONG que están haciendo de esta labor una actividad más profesional. Además, estas entidades cumplen con la función de analizar las nece-sidades de la comunidad y de informar cuales son las prioridades de cada región”[20].
Otro resultado a destacar de la investigación:
“El hecho de que la mayoría de las empresas colombianas tenga al menos una práctica filantrópica no formal, demuestra que ya existe en el país un recurso potencial de trabajo en el Sector Social. Este esfuerzo individual debe ser optimizado a través de programas definidos con base en planes que integren las necesidades de una comunidad o región específica”[21].
En el departamento de Antioquia hay casos concretos de responsabilidad empresarial en asocio con ONG locales: el programa Entretodos de Proantioquia que une fundaciones empresariales con empresas privadas para adelantar acciones de responsabilidad social; las corporaciones empresariales del Oriente, de Itagüi, de Copacabana y Pro Aburrá Norte que reúnen empresas de sus municipios para realizar proyectos de beneficio social, acatando así las recomendaciones de la investigación citada.
Las relaciones entre empresa privada y ONG no se limitan al área de los programas sociales; otro aspecto a mencionar es la influencia que el pensamiento y las prácticas gerenciales de las empresas ejercen sobre la estructura administrativa, contable y financiera de las ONG. Antes que una adaptación o contextualización de teorías, métodos, técnicas, conceptos o lenguaje, lo que ha habido es una migración mecánica y oportunista de esos componentes a la gestión interna de las ONG lo cual no solo ha causado contratiempos y errores costosos en su aplicación sino, además, desviaciones en la misión y el objeto social de la organización. A este respecto hay que destacar el esfuerzo hecho por la Federación Antioqueña de ONG, con el apoyo financiero de la Fundación Éxito, por capacitar y asesorar a los dirigentes, de más de 50 entidades afiliadas, en un programa de gestión organizacional diseñado de acuerdo a las necesidades y requerimientos del gremio, el cual se ha convertido en un modelo para replicar en otras federaciones. La tarea a continuar es la de seguir reflexionando y construyendo un pensamiento gerencial propio, desde la base, que de respuesta oportuna y efectiva a las demandas internas y externas de los distintos actores que tratan con las ONG. De esta manera las ONG podrán convertirse y ser catalogadas como verdaderas empresas de desarrollo social.
Con el Sector Social
Las anteriores consideraciones acerca de la gerencia social son también extensivas al Tercer Sector:
“Al hacer el análisis del comportamiento del Sector Social en Colombia, al cual pertenecen entre otras las ONG, se concluye que ha habido un distanciamiento con la aplicación de métodos administrativos eficaces que permitan hacer más efectiva la gestión, mejorar la productividad de la organización (beneficiar a un mayor número de personas con los proyectos que se desarrollan y reducir los costos de operación), y sobre todo, mejorar la calidad del servicio y el nivel de satisfacción de las personas beneficiarias de los programas y de las organizaciones aportantes de recursos, base fundamental para la medición del impacto. (...) Este proceso tiene diversas causas, siendo una de las principales, la falta de un modelo de gestión práctico que pueda aplicarse y mantenerse en este Sector que ofrece características tan particulares y que debe dejar satisfechos a todos los grupos humanos con los que se relaciona para lograr su estabilidad”[22]
Las demandas externas de cambio al Sector Social lo han obligado a adecuar los métodos administrativos, programas y servicios que ofrecía bajo el viejo paradigma, en especial las cajas de compensación familiar y las cooperativas. El balance de este trabajo podría calificarse de desigual en cuanto que el Tercer Sector aún no logra alcanzar un nivel mayor de cohesión interna que posibilite agrupar intereses y asumir posiciones unificadas frente a los otros sectores. Hace falta más acercamiento interinstitucional y gremial que propicie el mutuo conocimiento, la posibilidad de realizar acciones conjuntas y de al Sector más visibilidad. Un ejemplo exitoso en tal sentido fue la creación de consorcios y uniones temporales entre universidades, cajas de compensación y ONG para atender los requerimientos económicos y sociales de la reconstrucción del eje cafetero afectado por el terremoto de enero 18 de 1998. Mediante el Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero, FOREC, el gobierno colombiano encargó a organizaciones del Sector Social la gestión física, técnica, social y económica para recuperar la vida municipal y comunitaria de la región. Mediante contratación el FOREC adjudicó a 10 consorcios la ejecución de tareas en 10 gerencias zonales:
“La gran convocatoria para la ejecución de los $1.6 billones que asignó el Gobierno Nacional para la reconstrucción del Eje Cafetero permitió la participación del sector público y privado, en una experiencia única en el país. El manejo transparente del proceso lo certifica la Contraloría General de la República, que en las 180 auditorías realizadas al Forec no encontró ningún tipo de irregularidad.
La participación de las ONG en el proceso fue eficiente. De los recursos invertidos en la Zona el 95% fueron destinados a inversión, en tanto que un 5% fue para el pago de funcionamiento. Lo usual en las entidades del Estado es un 40% para obras y un 60% para nómina”[23].
Sin embargo la movilización de recursos considerables para la ejecución de proyectos y programas sociales por parte del Estado y los bancos y las agencias internacionales de cooperación internacional, han introducido un nuevo factor de perturbación en las relaciones internas del sector, cual es el de la competencia por la asignación de recursos públicos y oficiales vía contratación. En muchos casos, el afán competitivo ha primado sobre el mantenimiento de unas relaciones de colaboración, solidaridad y entendimiento, lesionando la integración del sector por el predominio de relaciones de desigualdad económica y gerencial en la adjudicación de los contratos entre las universidades, cajas de compensación y ONG.
A la anterior situación se suma la aparición de nuevos actores que reclaman espacios y oportunidades de trabajo en el Sector Social: nos referimos a grupos de profesionales de las ciencias sociales, que bajo el amparo lícito de la libre empresa, crean organizaciones con ánimo de lucro para llevar a cabo programas de desarrollo social, empleando las herramientas y metodologías de la gerencia social.
Otra relación que ha manifestado señales de cambio, en los últimos años ,en el el Sector Social, es la establecida entre las ONG y las organizaciones comunitarias; a este respecto coexisten dos tendencias, una de cooperación, entendimiento y mutuo apoyo en la realización de proyectos y programas sociales[24], y otra de conflicto y competencia por los recursos estatales y de cooperación internacional que se manifiesta en posiciones antagónicas frente a la representación y participación ciudadana en los asuntos públicos así como de enfrentamientos en los espacios barriales y comunitarios. El empoderamiento de las organizaciones comunitarias ha cuestionado, y con razón, la intermedación social y política de las ONG frente al Estado y la comunidad, reclamando un acceso directo con estas instancias. Este conflicto, no antagónico, se irá resolviendo en la medida que tanto las ONG como las organizaciones sociales definan con claridad sus intereses y roles como actores sociales frente al Tercer Sector y la Sociedad Civil.
Con la Sociedad Civil
Discurso sin recurso es retórica y recurso sin discurso es activismo. La construcción de las alianzas público - privadas es la oportunidad de concitar los discursos y los recursos de las organizaciones de los tres sectores en la consecución de un objetivo común. La gerencia social se constituye en la herramienta idónea para tal fin por cuanto posibilita un manejo eficiente de los recursos y transparencia en la definición de los compromisos adquiridos por los distintos actores; éstos, como ya vimos, aportan de acuerdo a sus fortalezas no siendo siempre el dinero el único recurso o el más importante. Así, la gerencia social también contribuye a crear e incrementar el capital social. La Sociedad Civil requiere incrementar su reconocimiento y autoestima no solo con pronunciamientos públicos y elaborados discursos sino, también, con acciones efectivas en el mejoramiento de la calidad de vida y la participación social, ciudadana y comunitaria.
Con los “clientes y beneficiarios”
La gerencia del servicio centrada en satisfacer las expectativas y deseos de los clientes ha dejado de ser una norma de calidad de la empresa privada para extenderse a los programas sociales prestados por el Estado y el Sector Social. Bajo el modelo paternalista y asistencialista, regido por las condiciones de la oferta, no se prestaba atención a factores como la oportunidad, el costo, la calidad, la satisfacción, el impacto y la evaluación de las condiciones de prestación de un servicio. Este era prestado bajo las condiciones impuestas por las políticas o recursos disponibles de las organizaciones sin tener en cuenta los gustos u opiniones de los usuarios, siendo la ineficiencia y la mala calidad, lo predominante.
El cambio de paradigma de lo social, implicó, a su vez, redefiniciones en las formas de concebir la prestación de servicios a los usuarios. El pasar de un mercado de oferta regulada y restringida a uno de libre demanda y escogencia obligó a las organizaciones sociales a tener en cuenta los gustos y preferencias de sus beneficiarios, y a considerar los criterios y proce-dimientos de la gerencia del servicio. En nuestro país dicho cambio se dio con particular fuerza en el sector de la salud con la expedición de la Ley 100 de 1993, la cual obligó a las entidades públicas y privadas a modificar concepciones y prácticas gerenciales para poder responder a los retos de un mercado competitivo. En muchas organizaciones el cambio llevó a reemplazar el concepto de usuario y/o beneficiario por el de cliente y en introducir estrategias innovadoras de mercadeo social para ampliar coberturas y mantener “clientes”. Es decir, organizaciones sociales centradas en el cliente. Escriben las trabajadoras sociales María Cecilia Tobón y María Victoria Muñoz Hernández:
“El concebir el servicio social en su dimensión de desarrollo humano nos obliga a una revisión fundamental de nuestro concepto de cliente. En la visión tradicional hemos considerado que los servicios están orientados únicamente a suplir carencias de las personas colocando sólo un aspecto de la realidad que ellas viven, como aquel que las define en la sociedad. Este enfoque ignora su integralidad como seres humanos, los ignora como personas, ya que al centrar la acción en sus carencias, es decir, en lo que no poseen o a lo que no han podido acceder, se está ignorando la complejidad de la situación humana, sus potencialidades, su inteligencia y su conocimiento. (...) Si queremos un servicio verdaderamente eficiente y eficaz, que tenga un impacto social real, se hace necesario concebir a nuestro cliente como un sujeto que vive en una determinada realidad; sujeto humano, producto de una realidad histórica, social y cultural; sujeto que ha desarrollado una forma personal de relacionarse con el mundo y que tiene, por lo tanto, un papel protagónico en la producción del servicio: el derecho a elegir, a opinar sobre la calidad del mismo y a negociar las formas de prestación; es él quien establece la demanda y quien exige una determinada forma de prestación”[25].
La aplicación, a fondo, de la racionalidad instrumental de la gerencia empresarial a los servicios que prestan las organizaciones sociales es una propuesta que aún genera resistencias en un sector caracterizado por la heterogeneidad, la atomización y la lucha ideológica por imponer misiones, visiones y metodologías “exitosas” al resto de la sociedad. Las reservas se expresan en el riesgo de caer en prácticas que privilegien la obtención de excedentes y la rentabilidad económica en detrimento de la función social del servicio prestado. El concepto mismo de “cliente” suscita controversia por la asimilación a ultranza de su significación como consumidor de un mercado del Sector Empresarial. El concepto de “beneficiario” aun connota un significado de paternalismo y voluntarismo que riñe con las demandas del desarrollo social. Este debate, todavía no concluido, hace parte del intento de un sector de las ONG por transformarse y ser consideradas por el Estado, la Sociedad Civil y la opinión pública como Empresas Sociales. El éxito generalizable de tal propósito solo el futuro lo determinará; lo que si es cierto es que los reales intereses y necesidades de los “clientes” o “beneficiarios” de los proyectos y programas sociales no se pueden seguir ignorando o subvalorando como en el pasado, ellos han tomado conciencia de sus derechos y exigen participar en las decisiones que les atañen.
Con la estructura social de las ONG
La aplicación de las herramientas de la gerencia social, tanto desde la vertiente gubernamental como de la vertiente empresarial, ha demandado a las ONG un proceso continuo de desarrollo organizacional y adecuación de sus visiones, misiones, valores y modelos de gestión. El fortalecimiento institucional ha sido una de las estrategias adoptadas para responder a este reto. Las Direcciones Ejecutivas y los equipos operativos de las ONG enfrentan, en mayor medida, las presiones del cambio. La capacitación y actualización periódica se incorporan, de manera permanente, en la agenda de trabajo y en la cotidianidad institucional; pero no ha sucedido lo mismo con las Juntas Directivas. En muchas ONG el perfil de los socios, su conocimiento de la organización y del entorno, no ha evolucionado al ritmo de los Directores(as) y de los profesionales, dando como resultado un desbalance entre los órganos de gobierno y la línea de autoridad, lo cual genera conflictos de intereses y de poder en las organizaciones. Encontramos Asambleas y Juntas Directivas ancladas en el culto al objeto social fundacional, resistentes al cambio, a la pérdida de influencia y liderazgo, versus Directores(as) Ejecutivos(as) y equipos operativos deseosos de refor-mas y modernización. En consecuencia, ha surgido un nuevo foco de conflicto y de tensión en las organizaciones, precipitando crisis, renuncias y separaciones que afectan, para bien o para mal, la sostenibilidad y credibilidad de las mismas.
En 1996 la Corporación Paisajoven sistematizó las experiencias de desarrollo organizacional de las entidades públicas y privadas que trabajan con jóvenes en la ciudad de Medellín. Con relación a las Juntas Directivas de las ONG, dicho informe señaló:
“Las Juntas Directivas en las ONG son entes tradicionales, que cumplen con responsabilidades de representación. Dependiendo de la coyuntura, hacen presencia en acciones puntuales, no participan en la construcción del futuro en las organizaciones, ni el diseño de políticas y estrategias para su fortalecimiento, mucho menos asumen tareas de una manera sistemática.
Los miembros actuales de las Juntas Directivas, tienen responsabilidades laborales y sociales múltiples, lo que no les permite asumir tareas ni invertir tiempo periódicamente en las instituciones, para contribuir al fortalecimiento y desarrollo organizacional.
Los miembros de las Juntas Directivas se alejan cada vez más de la idea de depender sólo de la cooperación, pero se resisten a los procesos de reestructuración administrativa que pretenden posicionar las organizaciones competitivas en el mercado”[26]
En el Segundo Taller de Gestión Organizacional, realizado por la Federación Antioqueña de ONG, el asesor Carlos Valencia comenta respecto a la función de dirección:
“Como una seria debilidad de las ONG locales se menciona el papel de sus Juntas Directivas u Organismos de Dirección. Los mismos se han quedado en el pasado, sin renovación alguna, dificultando con ella la cristalización de nuevos enfoques y modelos. El asistencialismo cunde por doquier, y con ello la falta de conciencia por una renovada gestión que tenga en cuenta los nuevos desarrollos en la temática.”[27]
La preocupación acerca del desempeño y responsabilidad de la Juntas Directivas de las ONG no es exclusiva de nuestra realidad. Una investigación realizada en 55 ONG en Centroámerica[28] arrojó los siguientes resultados:
“Los y las participantes de las entrevistas (en su mayoría Directoras y Directores Ejecutivos) calificarón el desempeño de la Junta entre pobre y regular con respecto a las responsabilidades y tareas que se espera que las Juntas asuman, generalmente. Las Juntas en el estudio recibierón una calificación general de 2.79, en una escala que va de 1 (muy malo) a 5 (muy bueno)”.
“Las responsabilidades que a menudo se asocian con el papel de la Junta en la supervisión financiera, recibieron una calificación regular. Por ejemplo, el papel de la Junta en asegurar el uso apropiado de fondos recibió una calificación de 2.96”
“Claramente las Juntas no han cumplido con las expectativas de las organizaciones en el área de la evaluación. Recibieron bajas calificaciones en sus esfuerzos por monitorear el avance y evaluar los resultados del trabajo de la organización, así como evaluar su propio trabajo como Junta Directiva y el desempeño del Director o la Directora Ejecutiva, o integrante de mayor rango del personal”
Ante la validez de las críticas externas e internas, la gerencia social tiene que convertirse en una oportunidad para propiciar el cambio de actitudes y de mentalidad en las personas que gobiernan, lideran y administran las ONG; tiene que contribuir a transformar positivamente la estructura social, revisar los estilos de liderazgo, la línea de autoridad, el modelo de gestión, las metodologías de trabajo, de intervención, de evaluación, la inclusión en redes, la pertinencia de las relaciones interinstitucionales e intersectoriales, y el reconocimiento y la credibilidad en el medio de la organización. Dos asuntos de los mencionados son prioritarios: el cambio en las Juntas Directivas y los estilos de liderazgo como prerrequisitos para sintonizar a las ONG en las nuevas concepciones del desarrollo social, la gerencia social, el trabajo en alianzas, en la promoción de ciudadanía y la construcción de lo público democrático y en el reconocimiento y desempeño como actores sociales.
La Corporación PAISAJOVEN, en asocio con la Fundación para el Bienestar Humano, conscientes de la importancia del tema, deciden conocer a fondo la realidad de las Juntas Directivas y los estilos de liderazgo de sus ONG miembros, con el propósito de acompañar procesos de fortalecimiento para un mejor desempeño de las mismas. Es un motivo de satisfacción contribuir con este estudio al conocimiento de una realidad poco tratada e investigada en nuestro medio.
[1] Los paradigmas de la política social en América Latina. Rolando Franco, En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op. Cit. Pág:29
[2] Diseño de políticas sociales. Omar Guerrero Orozco. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op.Cit. Pág: 73
[3] “Entre las iniciativas de modernización destacan: el programa de Reinvención del Gobierno de los Estados Unidos; el programa Función Pública 200 del Canadá; la Estrategia de Eficiencia del Reino Unido; La Restauración en Dinamarca; La Reno-vación en Francia y Suecia; la moderni-zación en España; la Desburocratización Alemana y la reorganización Gubernamental en Nueva Zelanda y Australia, entre otros, cuyos nombres varían en función del énfasis del programa de cambio elegido”. Notas sobre modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. CEPAL. Documento. Pág: 6
[4] Para una ampliación detallada de las propuestas mencionadas véase: Notas sobre modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. Op.Cit.
[5] Véase: Instrumentos de la Gerencia social: una síntesis. Isabel Licha. Instituto Interamericano para el Desarrollo Social, INDES. Curso para formadores en Gerencia Social. Washington. Documento. 1999
[6] Notas sobre la modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. Op.Cit. Pág: 11
[7] Hacia una gerencia social eficiente, algunas cuestiones claves. Bernardo Kliksberg. INDES. Curso para formadores en Gerencia Social. Washington. Documento. 1995. Pág: 3
[8] La promoción de la Gerencia Social en Colombia. Seminario-Taller. Documento. 1995. Págs: 5 y 6
[9] La Gerencia Social, una propuesta para el desarrollo. María Victoria Muñoz. Serie de cuadernos de Trabajo Social, N° 3 CONETS. Cali. 1996. Págs: 17 y 26
[10] La Gerencia Social como instrumento de gestión de las políticas sociales. Miguel Cerón Hurtado. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op.Cit. Pág: 152.
[11] Mitos en la rehabilitación integral. Silvio Cárdenas Concha. Revista Fundamentos. N° 12. Marzo de 2002. Bogotá. Pág:4
[12] Gerencia y Mercadeo Social. Federico García Barrientos. Texto sin publicar. Medellín. 2002. pág:1
[13] Para una ampliación del tema véase: El Mercadeo Social en Colombia. Yaromir Muñoz. Fondo Editorial Universidad Eafit. Medellín. 2001
[14] Algunas ONG otrora relevantes en el medio como CORPOSOL, la FES y FINSOCIAL desaparecieron; otras como la Fundación Social tuvieron que reducir sus programas y coberturas ante la crisis económica.
[15] “El fortalecimiento institucional se entiende como el esfuerzo dinámico y planificado, realizado desde una organización, para incrementar su efectividad e impacto social, mejorar su eficiencia, su calidad de gestión y su coherencia organizacional a lo largo del tiempo”. El fortalecimiento institucional y los acelerados cambios en las ONG latinoamericanas. Mario Valderrama. Revista Colombia Responde N° 7. Confe-deración Colombiana De Organizaciones no Gubernamentales. Bogotá. 1999. Pág: 14.
[16] En el Congreso de la República fue objetado el proyecto de participación ciudadana de las organizaciones sociales por represen-tantes de los partidos tradicionales con el argumento que las ONG intentaban despla-zarlos en su función de intermediación ante el Estado de los intereses de la comunidad; además se han dado intentos de crear una ley reglamentaria y una superintendencia para vigilar, controlar e inspeccionar las actividades de las ONG
[17] El abrazo: reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y las organizaciones no gubernamentales. Eduardo Bustelo Graffina. Revista Controversia N°173. Bogotá. 1998. Pág: 68
[18] Según datos de la Cámara de Comercio de Bogotá entre el 2000 y el 2001 se han constituido mas de 700 ON
[19] El quinto poder. Informe especial. OP. CIT. Pág: 40
[20] Responsabilidad Social Empresarial en Colombia: resultado de una investigación. Op.Cit. Pág:80
[21] Ibid. Pág: 79
[22] Las ONG tras el ISO 9000. En: Carta Ejecutiva. Federación Antioqueña de ONG. Octubre de 2000. Pág: 6.
[23] Trasparencia en el manejo. Eduardo Murillo Sánchez . Director Ejecutivo del Forec. El Colombiano, Domingo 11 de 2001, pág: 6ª.
[24] A este respecto vale la pena mencionar dos experiencias positivas. La creación de la Corporación PAISAJOVEN, en Medellín, como una organización de carácter mixto que auna esfuerzos y recursos de las organizaciones comunitarias y ONG de la ciudad que trabajan con jóvenes; y la Corporación Consorcio de fundaciones, creada en Bogotá, con el apoyo de la Fundación Ford que tiene por objetivo fortalecer institucionalmente a las organi-zaciones comunitarias de todo el país.
[25] Gerenciar los servicios sociales: una propuesta para el desarrollo. María Cecilia Tobón, María Cecilia Muñoz Hernández. Arango Editores. Bogotá. 2001. Págs: 70 y 7
[26] Sistematización de experiencias de desarrollo organizacional (de gestión) de las entidades públicas y privadas que trabajan con jóvenes en la ciudad de Medellín. Etapa III, análisis de los resultados obtenidos e informe global.Corporación PAISAJOVEN. 1996. Pág: 20.
[27] Segundo Taller de Gestión Organizacional. Carlos Valencia R. Federación Antioqueña de ONG. Medellín. 1998. Pág. 53
[28] Una fotografia de la conducción en organizaciones sin fines de lucro: El papel de las Juntas Directivas de las ONG en Centroamérica. Javier Morales Valverde y otros. Fundación Acceso. Documento de Internet. 2000. pág: 11

jueves, octubre 10, 2002

RAZÓN DE SER DE LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Las Naciones Unidas definen las ONG como: “Cualquier organización cívica voluntaria sin fines de lucro”. Acepción amplia donde caben organizaciones de base (juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, grupos juveniles, grupos de madres comunitarias, sindicatos, etc.), así como los movimientos populares, cívicos, de derechos humanos y ecológicos.
De acuerdo con la anterior definición de ONG, se estima que en Colombia existen alrededor de 70 mil organizaciones cívicas voluntarias.
Si bien no hay una definición y una tipología de carácter universal, pueden enunciarse algunas características comunes:
No gubernamental, con personería jurídica, sin ánimo de lucro, de beneficio o utilidad común, de cambio humano, surgen por iniciativas particulares o de participación mixta, prestan servicios o realizan actividades de utilidad pública y promueven procesos de organización, participación y autogestión, sin intentar suplantar al Estado y la comunidad.[1]
No toda organización cívica voluntaria sin fines de lucro puede ser considerada una ONG; se requiere existencia y reconocimiento jurídico, y una estructura organizacional permanente. ¿Qué distingue una ONG? Se pregunta Rubén Fernández Andrade, Director General de la Corporación Región:
“Su carácter de organización civil, sin ánimo de lucro, instituida con motivaciones abiertas, solidarias y altruistas para el servicio a terceros”.[2]
Bernardo Toro, Presidente del Consejo Directivo de la Confederación Colombiana de ONG se expresa al respecto:
“Son todas las organizaciones y personas que pueden hacer todo lo que no está prohibido en una sociedad. En esto se diferencian del Estado que sólo puede hacer lo que esta legislado. Precisamente porque las ONG y la Sociedad Civil pueden hacer todo lo que no esta prohibido es por lo que es tan variado lo que hacen y no existe una definición clara de qué es eso que se puede hacer que no está prohibido en una sociedad. Son organizaciones sociales donde se producen bienes de interés colectivo y que además trabajan con el Estado. En el caso de las ONG buscan favorecer intereses públicos por decisión propia. También las iglesias o las cooperativas hacen parte de esas organizaciones sociales, pero a diferencia de las ONG, hacen bienes colectivos en lo privado (Cooperativas, Clubes, Iglesias, Sindicatos) y las ONG bienes colectivos públicos. (...) Habría que llegar a definir las ONG por su capacidad de construir bienes públicos con el Estado; ellas son el producto de la relación entre el Estado y la sociedad porque entre ambos tienen que construir lo público que es ese único lugar donde todos somos iguales. Es la manera de construir el Estado Social de Derecho que tenemos, a diferencia del Estado Napoleónico, es el que se construye con la sociedad y tiene sentido sólo si entre ambos son capaces de construir dignidad, es decir, hacer vigentes los derechos humanos.[3]
Tanto Rubén Fernández como Bernardo Toro señalan la finalidad de crear bienes y servicios públicos como una característica esencial y diferenciadora de las ONG de otro tipo de organizaciones sociales. Si bien la naturaleza y regulación jurídica de las ONG es de índole privada, no dependen de la administración pública, sus acciones, programas y proyectos se inscriben en el espacio de lo público no estatal, que junto a lo público estatal conforman el sentido amplio de lo público, de lo que pertenece a todos los ciudadanos de un país por tener iguales oportunidades de acceso y disfrute.
La Fundación Interamericana estima que en Latinoamérica y El Caribe, existen 11.787 ONG de los cuales 5.436 (46.1%) son colombianas.[4] Los cálculos indican que en las ONG colombianas colaboran más de 700 mil personas voluntarias, mientras que los usuarios directos se aproximan a los 14 millones de personas. En el departamento de Antioquia, la estimación es de 649 organizaciones y en el Valle de Aburrá 250. [5] y [6]
Las ONG hacen parte del Sector Social, junto con las cooperativas, cajas de compensación, gremios, sindicatos, juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, organizaciones comunitarias, fondos de empleados, asociaciones mutuales, y asociaciones profesionales.
No toda entidad sin ánimo de lucro es una ONG, pero las ONG deben ser entidades sin ánimo de lucro.
E concepto sin ánimo de lucro tiene varias connotaciones. La principal es que la organización no está constituida para el beneficio individual y por lo tanto sus excedentes económicos y sus bienes, nunca pueden ser repartidos entre los socios, ni aún en caso de disolución.
Sin ánimo de lucro no significa que la entidad sea con ánimo de pérdida. En el pasado, el modelo asistencialista y paternalista señalaba como algo indebido y antiético, la destinación de una parte de los excedentes económicos, al fortalecimiento patrimonial de la organización; de ahí, cierta imagen de precariedad e indigencia que tenían en la sociedad. Los nuevos conceptos de sostenibilidad, empresa social y fortalecimiento institucional han replanteado esta concepción.
Si bien las organizaciones del Sector Empresarial y del Sector Social hacen parte de la Sociedad Civil, difieren en cuanto a su naturaleza jurídica y fines. Rodrigo Villar lo expresa así:
“Una diferencia sustancial entre las empresas privadas y las entidades sin ánimo de lucro, es que mientras el desempeño de las primeras se mide básicamente sobre la base de sus resultados financieros, el de las segundas, se relaciona con el cumplimiento de sus misiones sociales. Las empresas privadas con ánimo de lucro producen bienes y servicios para cumplir su objetivo de maximizar ganancias para los accionistas de las empresas. Las entidades sin ánimo de lucro, proveen servicios o sirven de vehículo de expresión ciudadana, para cumplir la misión social y desarrollar las causas que establecieron sus fundadores o sus asociados. Para las primeras, los recursos financieros y su incremento a través de la transacción mercantil, es la razón de existir. Para las segundas, los recursos financieros son un medio para el desarrollo de su misión social. Las donaciones del público (individuos, empresas o fundaciones) que apoyan la causa de la organización y los recursos del gobierno, que confía en el beneficio público de la prestación de servicios públicos por parte de las entidades sin ánimo de lucro, son fuentes fundamentales para su operación. Mientras las empresas privadas, ha-cen transacciones con clientes individuales, dispuestos a pagar por los servicios que les ofrecen como consumidores, las entidades sin ánimo de lucro, se orientan a servir a beneficiarios que participan de la causa o misión social de la organización y no se espera, como en el caso de las empresas privadas, que esta se logre predominantemente por el intercambio de productos y servicios por dinero"[7].
La denominación de ONG es un hecho más bien reciente, empieza a circular en la década de los 80 como reacción diferenciadora de las políticas, planes, programas y proyectos de los organismos gubernamentales OG. El nombre de ONG es asumido en las agencias de cooperación internacional y se instala definitivamente en la opinión pública mundial. Si bien con esta nominación se intenta tomar distancia y definir límites con relación a las OG, en cuanto al origen, naturaleza jurídica, normatividad y formas de gestión, no lo es en cuanto a los objetivos y fines del desarrollo humano y social. La superación de la pobreza, el logro de la equidad social, una mejor calidad de vida y la defensa de los derechos humanos[8] son tareas comunes del sector gubernamental y de las ONG.

Origen y desarrollo

Con el afianzamiento del cris-tianismo en Occidente, el precepto de la caridad, (amor a Dios) inspiró la creación de órdenes religiosas y organizaciones laicas de ayuda y amparo a los pobres y menes-terosos. Asilos y hospitales fueron, por mucho tiempo, campo de acción de la Iglesia Católica. Con el Renacimiento y la progresiva secularización de la sociedad, surgió el concepto de filantropía (amor a la humanidad).
Tanto la práctica de la caridad cristiana como de la filantropía humanista, dieron origen a entidades de servicio y programas paternalistas y asistencialistas, modelo que tuvo vigencia hasta principios de la década de los años 60. Antes del surgimiento del Estado Moderno este tipo de entidades prestaban servicios de bienestar social a la persona, la familia y la comunidad.
Fue Alemania, a finales del siglo XIX, el primer país occidental en concebir y organizar un programa de seguridad social, cuya filosofía era la de atender las necesidades sociales de las personas durante todo su ciclo vital. El llamado “Estado del Bienestar” tuvo su aplicación plena en Norteamérica y Europa - Occidental. En Latinoamérica este modelo no pudo darse a plenitud por circunstancias políticas y económicas diferentes. En esta región un gran número de ONG surge como respuesta a la ausencia o incapacidad del Estado para proporcionar condiciones aceptables de vida y de bienestar social, al conjunto de la población. El objetivo de las entidades sin ánimo de lucro, en ese entonces, no era el de proponer un modelo alternativo de desarrollo sino, el de paliar y mitigar los efectos de la pobreza. El paternalismo y el asistencialismo, antes que remover los factores del subdesarrollo, mantenían las condiciones precarias de existencia de las personas y comunidades, mediante la dependencia institucional y la anulación de sus capacidades de realización y de autogestión.
La década de los años 60 implicó un punto de quiebre del modelo asistencialista y paternalista de las ONG. La complejidad de los problemas sociales y la búsqueda de soluciones más efectivas para re-mover las causas estructurales de la pobreza, dieron origen a ONG contestatarias con concepciones y propuestas diferentes en cuanto a su enfoque político y social. Otros hechos simultáneos fueron el incremento constante en el número de ONG y la progresiva profesionalización de los cargos directivos y de operación. Entre 1839 y 1960 aparecen 238 ONG en el país.
Entre 1961 y 1970 se crean 232 ONG; entre 1971 y 1980, 287, y de 1991 a 1990, 436 ONG. [9] Los últimos cuarenta años del siglo XX vieron un auge cuantitativo y cualitativo. Fue así como en 1988 se fundó en Santa Fe de Bogotá la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales, como gremio representativo y coordinador de este sector social.[10]
El fortalecimiento institucional, la capacitación permanente y la adopción y adaptación de las herramientas teórico - prácticas de la gerencia social, han sido, entre otras, nuevas estrategias para continuar vigentes y para responder a los nuevos retos del tercer milenio. Se pasa así, del trabajo mesiánico, protagónico, aislado y silencioso, al trabajo en red, en alianzas estratégicas, con medición de impacto y evaluación.
Los orígenes, naturaleza y evolución de las ONG constituyen un universo heterogéneo en su compo-sición y disperso en su accionar. Hay un poliformismo organizacional de modelos, tendencias y propósitos: ONG de asistencia y beneficencia, coexisten con ONG de desarrollo social y empresariales. Este poliformismo es, a la vez, una debilidad y una fortaleza; debilidad en cuanto dificulta la coordinación y la concertación, y fortaleza pues manifiesta vitalidad y dinamismo. Independiente de su origen y forma organizacional, las ONG fundamentan su acción en el aporte al capital social e institucional de la sociedad. Se parte de la intencionalidad de incrementar el bien público, y socializar sus beneficios.
La misión de las ONG radica en la promoción y defensa de los derechos humanos, entendidos como garantía de una vida digna con oportunidades para todos sin ningún tipo de discriminación. Bajo este concepto se puede englobar la misión de las ONG. No hay necesidad y satisfactor humano que no sean atendidos por ellas. Tampoco hay grupo poblacional o generacional excluido de su acción. No se concibe una ONG que no trabaje, desde su misión particular, por la vigencia de los derechos humanos.
En el objeto social de cualquier ONG hay siempre una intención explícita de contribuir al desarrollo humano y social. Las ONG comparten y creen en los valores universales de la solidaridad y la justicia. Creen en el cambio personal, familiar, social, político, económico y cultural del ser humano. Como actores sociales, las ONG posibilitan procesos de transformación. Cuando una ONG proporciona vivienda a familias pobres, por ejemplo, no lo hace sólo para reducir el déficit habitacional o para solucionar un problema de albergue, las viviendas son un medio para mejorar las relaciones familiares, la comunicación, la expresión afectiva, la autoestima y la felicidad de las familias. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el trabajo con personas con limitaciones físicas, infancia en situación de abandono o riesgo, jóvenes farmaco-dependientes, jefas de hogar, personas afectadas por la indigencia, el SIDA, prisión política, desplazamiento, la violencia, los desastres naturales, entre otros.
Para las ONG no basta con mejorar las condiciones materiales de existencia a personas o grupos poblacionales, ésta es una condición necesaria, mas no suficiente, de su labor. A las ONG les interesa, sobre todo, la realización plena de las capacidades humanas y el acompañamiento en la búsqueda de la felicidad individual y colectiva, aquí reside la especificidad de la misión de las ONG, lo que las diferencia de otras organizaciones y sectores. Es este valor agregado, este sello de fábrica, el que marca la diferencia y el que justifica su existencia.
El carácter de no gubernamental no implica el desconocimiento de la acción de los organismos gubernamentales, OG. Ellos son los responsables directos de formular las políticas públicas; las ONG inciden cada vez más en el diseño y orientación, pero ello no implica que su tarea sea la de llenar los vacíos del Estado o ejecutar los programas y proyectos oficiales. Ya sea por contratación o en alianzas estratégicas con los gobiernos o con agencias de cooperación internacional, las ONG tratan, como actores sociales, de imprimir su propio sello. Tampoco es su función, suplantar a las comunidades, ni representarlas políticamente ante el Estado.[11]
Además de prestar servicios a la comunidad y aportar al desarrollo humano y social, las ONG también tienen la misión de formar ciudadanía, aportar a la construcción de lo público, crear capital social mediante su participación en redes y en espacios de concertación interinstitucionales e intersectoriales.
Las ONG cooperan como actores sociales con el sector gubernamental, el sector empresarial y las demás organizaciones del sector social en el logro de una sociedad más justa, democrática y pacífica.
En el preámbulo de la declaración de principios de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de Colombia se lee:
“Las ONG son entidades de derecho privado, sin ánimo de lucro, con claros objetivos de beneficio social y comunitario, cuyas actividades se orientan a:


Construir el bien público.
Erradicar la pobreza, buscar la equidad y lograr la sana convivencia.
Promover la defensa de los derechos fundamentales y contribuir a la construcción de niveles de vida dignos para los colombianos.
Fomentar los valores éticos.
Promover la defensa e incremento de los bienes y valores que constituyen el capital social.
Impulsar la formación de auténtica sociedad civil que lleve al logro de la plena democracia, al ejercicio de la participación ciudadana y a la aplicación de medios de control de la gestión pública en todas sus etapas.
Contribuir al desarrollo social del país y a la promoción social de los colombianos, especialmente de los pertenecientes a las clases menos favorecidas.
Procurar la generación de mayor inversión y productividad social, tanto por parte de las entidades públicas como privadas, ONG y otras organizaciones de la sociedad civil (OSC).
Las ONG están llamadas, por tanto, a cumplir una acción de fundamental importancia en ayudar a construir una sociedad civil pluralista y sostenible, con recursos y proyectos que demuestren su apertura, transparencia, integridad y autorregulación”.[12]
Su origen diverso, su desigual evolución, los contrapuestos discursos ideológicos, la excesiva heterogeneidad y fragmentación, la búsqueda de la sostenibilidad financiera, y las diferencias frente a la relación con el Estado y otras organizaciones sociales, han replanteado el papel de las ONG en el Sector Social.
La sostenibilidad financiera [13] y el cuestionamiento al qué hacer institucional pasaron a ser asuntos prioritarios. La sostenibilidad se vio amenazada por la desaparición de los auxilios oficiales; la competencia por los recursos públicos vía contratación; la disminución de las donaciones privadas por la crisis económica de las empresas; la disminución de los rendimientos del patrimonio para aquellas organizaciones que habían logrado en el pasado crear uno y capitalizar sus excedentes y la tardanza por aprender a formular, presentar y negociar proyectos con las agencias de cooperación. Luis Carlos Bresser y Nuria Cunill señalan las implicaciones de la búsqueda impaciente de la sostenibilidad:
“En la medida en que no se trata de entes autosustentados, uno de los principales desafíos estriba en conciliar sus funciones de promoción de la autoorganización social con sus funciones de carácter más empresarial. En tal sentido resulta clave contrarrestar la tendencia a la mercantilización y la burocratización, de modo de preservarlas como integrantes de lo público no estatal y, sobre todo, posibilitar que actúen como catalizadoras y promotoras de la ampliación del espacio público, a través del empoderamiento de los sectores más vulnerables. El mismo problema aparece en el caso de las fundaciones de servicio público, que en-frentan siempre los riesgos de la privatización y de feudalización”.[14]
En el mismo sentido se expresa Edgardo Lander:
“La experiencia de las llamadas ONG demuestra que los problemas de privatización de lo público no son asuntos que se refieren exclusivamente a Estado. Está abundantemente documentado que muchas organizaciones no gubernamentales, incluso de origen popular, pueden no sólo burocratizarse, sino, igualmente comenzar a organizar su actividad de obtención de recursos y de dotación de servicios en términos prioritariamente autorreferentes. La autojustifica-ción, sobrevivencia, pago de personal y crecimiento de la propia organización, se convierte, en esos casos, en el objetivo que orienta en lo fundamental su acción”.[15]
Si en el pasado el qué hacer institucional de las, en ese entonces, denominadas entidades sin ánimo de lucro no era cuestionado por el Estado, la empresa privada y los beneficiarios, con el advenimiento de la gerencia social surgieron fuertes críticas a sus particulares formas de organización, ejercicio de la autoridad, eficiencia administrativa y resultados de sus pro-gramas en la población. La crítica del Estado se dirige a la intención deslegitimadora de su acción por parte de ONG contestatarias en los sectores populares; a ver en él la “vaca lechera” de obtención de recursos para la sostenibilidad; y a la dificultad de establecer interlo-cución directa con un sector excesivamente fragmentado y atomizado. Las críticas del Sector Empresarial están dirigidas a reclamar de las ONG mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos económicos donados para proyec-tos y programas de desarrollo social; también, a rechazar “el discurso izquierdista de los Derechos Humanos” de las ONG. La proliferación de ONG y la falta de una organización gremial con más fuerza y reconocimiento político y social han contribuido a que la opinión pública y otros actores sociales cuestionen el que hacer de las ONG. En palabras de Eduardo Bustelo G.:
“Sin pretender invalidar el compromiso y la actuación de las ONG debe tenerse en cuenta, no obstante, que la relación de autoridad “caudillo-patrón” también se expresa frecuentemente en su sentido patrimonial y vertical en las organizaciones de la Sociedad Civil. Esta es “mi” ONG, este es “mi” tema, estos son “mis pacientes”, este es “mi proyecto”; etc, pueden ser ejemplos de la apropiación patrimonial de espacios institucionales, grupales o de temas. Así mismo, puede observarse en muchas ONG, la dependencia unipersonal en un líder interno o “tutor” externo, la escasa o casi nula capacidad para renovar sus autoridades que parecen quedar “dueñas” a perpetuidad de espacios de actuación y los casi inexistentes mecanismos democráticos de elección y de participación. Frecuentemente es también observable la implementación de formas de intervención autoritarias de proyectos sin la promoción ciudadana, en donde los “propietarios - sujeto” de una propuesta definen sobre los “objetos de intervención” el tratamiento social “adecuado”. No menos importante es el “purismo conceptual” o “ética de la exclusión” con la que muchas ONG se manejan, lo que se traduce en la creencia de que un determinado enfoque o metodología de trabajo son los únicos y mejores así como, en la convicción de que cada uno expresa una modalidad prístina, transparente y éticamente definitiva en el trabajo por los demás lo que por definición, excluye otras formas importantes de compromiso social”.[16]
Otra crítica, menos conocida al exterior de las ONG pero no por ello menos grave, es la práctica de un concepto restringido del bienestar y la solidaridad, estas tienen validez si se realizan en los grupos objetivos, en los “clientes externos”, más no se aplican con igual medida si se trata de mejorar las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los empleados, de los “clientes internos”. En la mayoría de las ONG, especialmente en las de menor tamaño, no existen políticas de bienestar laboral y social para los empleados y sus familias fuera de lo estrictamente legal. No hay posibilidades de préstamos para vivienda o calamidad doméstica, de subsidios educativos para la familia, de seguros colectivos de vida y amparos adicionales por enfermedad, accidente o muerte. La precariedad institucional y la incierta sostenibilidad impiden la estabilidad laboral y la contratación a término indefinido de la mayoría del personal. La “cultura de los proyectos” hace imposible garantizar la continuidad de un recurso humano cualificado y con experiencia al cual se le pide dar muestra de la misma mística y capacidad de entrega de entrega de los más entusiastas voluntarios. No cabe duda que este tipo de ONG enfrenta un cuestionamiento ético entre la misión y los principios institucionales hacia la sociedad y sus deberes de promoción de los satisfactores del personal a su servicio.
Es válido también los reparos que los otros sectores hacen frente a la necesidad de superar la atomización de las ONG: Escribe la socióloga Lucía Tarazona de Niño:
“(...) La política de formación de consorcios que ha iniciado la Confederación Colombiana de ONG es vital, así como la constitución de redes sólidas. A veces el exceso de protagonismo o la intolerancia y radicalismo que impiden el trabajo en equipo inducen a una proliferación de ONG que son muy limitadas en sus recursos, capacidad de acción, y que conllevan costos fijos muy altos y pocas probabilidades de consolidación. Hay que trabajar con ahínco en el diseño y desarrollo de ONG buscando llegar a constituir organizaciones eficientes, que trabajen en escalas de operación competitivas para ser opción frente a los servicios estatales y las empresas privadas de lucro. De otro lado, sólo con organizaciones que sobrepasan las fronteras de la supervivencia es posible plantearse el insertarse en redes de transferencia de tecnología dura y blanda de modo que se puedan ofrecer servicios de calidad y especialización dinámicos. La atomización también impide una contribución significativa del sector fundacional a la solución de cualquier problema de importancia social, pues no logra constituir una masa crítica que genere impacto social”.[17]
Otra crítica reiterativa a las ONG es la dificultad de concebir y realizar programas de amplia cobertura poblacional y geográfica debido a que circunscriben su acción, de manera preferente, a los ámbitos micro y de localidad. Esta circunstancia, unida al predominio de los enfoques sectoriales e institucionales de abordar las problemáticas, refuerza la fragmentación e impiden la adopción de una visión más integral de la realidad social. Aunque se ha avanzado, hace falta seguir propiciando el trabajo interinstitucional e intersectorial no solo entre las mismas ONG sino con otras organizaciones y sectores; implica dejar protagonismos, celos institucionales, actitudes mesiánicas, trabajo en equipo, acercamientos personales de directivos y funcionarios, elaboración conjunta de proyectos donde se reconozcan las fortalezas y de la sinergia de la complementareidad. En este sentido, el Estado y las agencias de cooperación pueden presionar el cambio al dar prelación a los proyectos formulados en uniones temporales, alianzas y consorcios que movilicen más recursos y comprometan más actores sociales.
La participación social de las ONG en los asuntos públicos ha demandado que éstas den cuenta de sus acciones y resultados, con transparencia, a la opinión pública para obtener credibilidad y confiabilidad de los demás actores. No todas las ONG se muestran interesadas en obtener visibilidad y reconocimiento, distinto a protagonismo, un gran número mantienen la política tradicional del bajo perfil y de proporcionar escasa información a la sociedad de sus actividades.
En cuanto al papel que asumen las ONG con relación al Estado colombiano se evidencian cuatro tendencias:
1. Negación del Estado.
Es un grupo minoritario de ONG que se resiste a considerar la dimensión pública de su misión institucional; generalmente son organizaciones de enfoque asistencial y de beneficencia, de larga tradición, con autosuficencia patrimonial y financiera. No mantienen, ni están interesadas en tener relaciones contractuales con el Estado en participar en escenarios públicos o en redes sociales; su interés es el de prestar servicios a la comunidad de acuerdo a sus principios fundacionales y filantrópicos. Son ONG refractarias al cambio interno y a las demandas externas.
2. Confrontación civil con el Estado.
Son aquellas ONG que se niegan a entrar en relaciones de contratación con el Estado para poder ejercer funciones de crítica y veeduría a la gestión pública. Son ONG donde prima la formación política de sus miembros y se hace explícito su alinderamiento en la llamada izquierda democrática. Están contra el empleo de la violencia y propugnan por una salida negociada al conflicto armado. Su acción institucional se centra en la formación de ciudadanía y de derechos humanos.
Dependen de la cooperación internacional para su financiamiento.
3. Colaboración funcional con el Estado.
Otro grupo de ONG tomó partido por las nuevas oportunidades que abrió la Constitución de 1991 y la Ley 080 de 1993. Estas ONG se caracterizan por la prestación de servicios a grupos vulnerables como niños, jóvenes, ancianos, mujeres jefes de familia, indigentes, presos, damnificados por desastres naturales, familias desplazadas, indigentes, y pacientes terminales, entre otros. En su afán de obtener recursos oficiales para su sostenibilidad renuncian a ser y a desarrollar un modelo alternativo de desarrollo social, convirtiéndose en meros ejecutores de los programas formulados por la política gubernamental de turno. Son ONG solícitas de las directrices oficiales que no sólo costean barato sus servicios sino que, además, los cofinancian con recursos propios o ajenos. De ahí el apelativo de organizaciones neogubernamentales. Muchas dependen de un solo contrato anual como aquellas que están vinculadas al Instituto de Bienestar Familiar o a una Caja de Compensación Familiar; situación que agrava su debilidad institucional e impide su autonomía. Estas ONG no están interesadas en polemizar con el Estado, ni en construir un discurso propio de lo social, de la participación y o de la construcción de lo público democrático. Su preocupación es cumplir con la misión institucional y asegurar recursos para su sobrevivencia así sea a costa de “privatizar lo público”.
La colaboración funcional con el Estado tiene el riesgo para las ONG que siguen esta tendencia de ser vistas por la sociedad como un sustituto del mismo Estado. Son las que “llenan un vacio”, las que hacen lo que el Estado no quiere o puede hacer. Al actuar de esta manera deslegitiman al Estado y minan la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas.
4. Negociación y cogestión con el Estado.
Un tercer grupo, más reciente, de ONG trata de articular la prestación de servicios y la producción de bienes sociales con la construcción de un pensamiento gremial de fortalecimiento a la Sociedad Civil, de promoción y acompañamiento a los sectores populares y organizaciones comunitarias así como la ejecución de proyectos de desarrollo local, regional y ambiental. Quieren ser no sólo un poder social sino, también político y para ello pretenden ser reconocidos por los otros sectores y organizaciones como actores sociales. Escribe Jorge Bernal:
“El primer paso a dar por las ONG de desarrollo social es rescatar y asumir su lugar y su papel como un actor más en el desarrollo económico, político y cultural del país. Que junto con las propuestas y acciones del Estado, de los partidos políticos, y de las organizaciones populares, pueden estar y efectivamente estén las propuestas y acciones de las ONG. Que su opción por las mayorías marginadas del desarrollo económico y social, no vaya hasta negar sus propios postulados, sus iniciativas, sus acciones que por lo demás no siempre coinciden, por lo menos inmediatamente, con las de las mayorías. Que sus mayores relaciones con las organizaciones populares no impidan que se establezcan convenios más o menos estrechos y permanentes con el Estado y/o los partidos políticos. Las ONG tienen que tener un proyecto social y político alternativo para no caer en una actividad básicamente asistencialista, de reemplazo del Estado en sus funciones sociales”.[18]
Las ONG tienen un lugar específico, propio y reconocido en la Sociedad Civil. Eso no se discute. Lo que es polémico y fuente de controversia es el desempeño de su rol como actor social. La investigadora social Ingrid Bolívar pone el dedo en la llaga sobre este asunto:
“Hay una discusión que por lo “vieja” y, en algún sentido, portadora de un “tufillo marxista o popular” suele aparecer disfrazada o tal vez esconderse en los distintos encuentros de actores sociales. La discusión a la que se hace referencia es aquella que se pregunta si las ONG son solo promotoras, organizaciones al servicio de otros, por y para ellos, o si también pueden ser actores, tener su propio proyecto, su programa, su plan particular del que otros participan, pero que les reconoce cierta especificidad y autonomía. (...) Se trata pues de pensar ¿Cómo se imagina la ONG a sí misma? ¿En que espacios se concede autonomía relativa, especificidad social y política? ¿En cuales por el contrario, esa ONG se representa atada a los intereses de otras organizaciones llamadas a darle sentido, identidad, misión? ¿Qué imagen de la sociedad se esconde detrás de las constantes alusiones de las ONG a “los pobres”, “los marginados”, “los excluidos”? ¿Qué representación particular construye cada ONG de esos sectores y cómo desde allí un tipo particular de intervención y acción social”?[19]
La discusión permanece abierta en las ONG que quieren afirmarse y desempeñarse en los espacios públicos como actores sociales; discusión que compromete, en el buen sentido, una adscripción política, ideológica y programática determinada. La propuesta de transformación de las ONG en actores sociales esta contenida en el Acuerdo Programático para construir la Paz, formulado por la Confederación Colombiana de ONG. En dicho acuerdo se hace énfasis en la importancia que ellas tienen en la convivencia democrática, en la construcción de ciudadanía, de lo público y de los bienes colectivos; sobre este ultimo punto dice el acuerdo:
“(...) Lo público es el lugar en donde la equidad se hace posible. A mayor producción de bienes colectivos y públicos, mayor equidad. Para producir bienes públicos se requiere de un saber que es necesario construir y desarrollar; se requiere aprender a trabajar colectivamente. En este aprendizaje, las ONG y las redes de ONG juegan un papel fundamental”.[20]
En el texto, ya citado, ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros para las ONG, Rubén Fernández, ve a las ONG, en cuanto actores sociales, como promotoras del ejercicio de una ciudadanía plena:
“Y una tercera posibilidad [21] tiene que ver con asumirse, desde la misión institucional, como grupos humanos que canalizan lo mejor de las energías sociales en torno al ejercicio de una ciudadanía plena y responsable, en canalizadores de la solidaridad para con otros necesitados y en activos promotores de la vida cívica y defensores del bien común.
Ante el hecho histórico de que la desigualdad es una condición social y política presente en toda la historia, es pensable que una parte de las organizaciones no gubernamentales sigan dedicando sus esfuerzos a ayudar a personas que se encuentran en situaciones de carencia y cuya pobreza se constituye en un reto común. En general los excluidos de la sociedad, moverán mentes y corazones solidarios y precisarán de ONG para canalizar esta vocación.
En este punto caben dos maneras bien distintas de entender esta actividad: el simple y llano paternalismo o la solidaridad. Ambas tendrán su lugar aunque el primero, cada vez más marginal y cuestionado tenderá a quedar reducido a cuestiones puntuales.
En el segundo caso, será fundamental la explicitación del interés por ayudar a remover causas estructurales que dan origen a la exclusión que los ocupa. Esto implica dotarse, además, de instrumentos idóneos para atender a las personas en situación de exclusión, de herramientas para el análisis y la promoción del debate público, que significa que las ONG deberán tomarse en serio su propia ciudadanía política.
Pero además estarán en el menú, la educación ciudadana, las actividades de control ciudadano como las veedurías a la gestión de los gobernantes, las ligas de consumidores y usuarios, los grupos de presión para la elaboración de políticas públicas o la defensa del medio ambiente.
El ejercicio de alianzas, coaliciones, consorcios y todo tipo de relacionamientos estables, serán una necesidad en este escenario, buscando precisamente La eficacia de la acción.
En los tres casos, el voluntariado y la generosidad seguirán como una fuerza enorme a movilizar y como principal capital de las ONG. Sin embargo esto deberá armonizarse con la existencia de equipos profesionales de trabajo de altas calidades que se constituyen en el soporte técnico y operativo de la misión”.[22]
Al igual que la Sociedad Civil, las ONG no pueden concebirse sin relación, de inclusión o de exclusión, con el Estado. Su mismo nombre, su equívoca denominación, su identidad se define por lo que no es o quiere ser: no gubernamental. Es, en verdad, un término desafortunado pero que, para bien o para mal, ha hecho carrera y se ha posicionado en la opinión pública. Como fenómeno social seguirá creciendo numéricamente y aumentando su diversidad en la medida en que la pobrezas y las exclusiones de todo tipo lo sigan haciendo también. No hay duda que ellas fructifican mejor en un Estado democrático y que éste se fortalece con la movilización de recursos y sus aportes al desarrollo social de la población. Sin embargo hay conciencia en el gremio de que el exceso de responsabilidad cívica por atender necesidades y carencias no puede llegar a sustituir las responsabilidades sociales inherentes al Estado.
La tendencia de negar al Estado y de no entablar con el ningún tipo de relación de trabajo no es viable de sostener en el futuro ya que la complejidad de lo social hace inocuo cualquier esfuerzo aislado o “granito de arena” de contribución a una problemática particular; además, las incertidumbres de un entorno cambiante hacen muy difícil mantener las condiciones de autosuficiencia institucional que posibiliten la acción social aislada.
La tendencia de colaboración funcional con el Estado presenta riesgos de desnaturalización para las ONG que la asuman, tales como el clientelismo, la cooptación política, la dependencia asistencial y la “privatización de lo público”, lo que Eduardo Bustelo denomina “el abrazo mortal”; además inhibe la iniciativa, la creación colectiva y original de soluciones a las problemáticas sociales y “burocratiza” la gestión gerencial y social de la ONG.
La tendencia a constituirse en actores sociales es la más promisoria y enriquecedora de las tres, implica un proceso interno de reflexión en el pensamiento y la acción, un cambio cualitativo en definir el rol con los pares, con el Estado y la Sociedad Civil; también implica riesgos como la excesiva ideologización y politización de las personas y de la estructura social o el señalamiento y discriminación de otros actores sociales. Implica, además, el riesgo de querer comportarse como Estado. En palabras de Daniel Pecaut:
"Las ONG se comportan como Estado cuando pretenden intervenir directamente como si fuesen un poder con el mismo tipo de representatividad que el gobierno. Lo hacen cuando, por ejemplo, se meten directamente en el proceso cotidiano de negociaciones de paz con las guerrillas... El riesgo, mientras tanto, es que contribuyen a una desinstitucionalización mayor, quitándole al Estado lo que queda de autoridad. El desafío de cada una de ellas es actuar al mismo tiempo, buscando facilitar la expresión de la gente y ayudando a la reconstrucción institucional. No basta intervenir a nombre de sus propios valores sino en función del proyecto de construcción de una democracia moderna".[23]
¿Qué ganan las ONG que le apuestan a convertirse en actores sociales? Autoestima institucional, visión global, visibilidad, reconocimiento de otros sectores y capacidad de negociación y de cogestión con el Estado, en la formulación de políticas y en la ejecución de proyectos y programas sociales. ¿Qué se requiere? Valor para tomar la decisión, apertura mental, liderazgo, fortalecimiento institucional, apoyo gremial, trabajo en red, profesionalización del personal, compromiso y mostrar eficiencia e impacto en los resultados. Si las ONG se asumen y actúan como gremio en la defensa de sus intereses, que no pueden ser otros que la procura del bienestar y los derechos humanos de las personas a quienes manifiestan promover y servir, habrán afianzado su papel en la Sociedad Civil y reencontrado su autentica razón de ser.
[1] La Federación Antioqueña de ONG define, estatutariamente, a sus afiliadas como: “Las personas jurídicas de carácter privado o de participación mixta sin ánimo de lucro, con actividades relacionadas con procesos de desarrollo, tales como la generación de conocimiento, la prestación de servicios que respondan a la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, la investigación y la aplicación de estrategias alternativas de desarrollo que promuevan la transformación social”.
[2] ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros de las ONG. Rubén Fernández Andrade. Ponencia presentada en el Encuentro Nacional de ONG: Conver-gencia entre lo publico y lo privado. PROCALI. Cali. 1999. Pág: 1.
[3] Bernardo Toro: Zar de las ONG colombianas. Entrevista. Revista la Hoja. Medellín. Febrero del 2002. Pág: 5.
[4] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales(ONG), Fundación Social. Bogotá. 1992. Pág: 20
[5] Directorio guía de entidades sin ánimo de lucro: 2000 – 2002. Duodécima edición. Fundación Codesarrollo. Pág. XVIII. Medellín, 2000.
[6] Una investigación realizada en 12 países, por la Universidad de Johns Hopkins, en 1995, encontró que las ONG son grandes generadoras de empleo: En Estados Unidos emplean 7 millones de personas; en Japón 1.4 millones y cerca de un millón en Alemania, Francia e Inglaterra. Citado en: Foro Social. Edición Nº 2 diciembre – enero, 1995. FES. Cali
[7] El Tercer Sector en Colombia: Evolución, dimensión y tendencias. Confederación Colombiana de ONG. Rodrigo Villar. Co-mún Presencia Editores. Bogotá. Pags: 109-110. 2001
[8] Entiéndase por derechos humanos no sólo los individuales, llamados de primera genera-ción, sino, además, los sociales, económicos y culturales, o sea los de segunda y tercera generación.
[9] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales (ONG) en Colombia. Pág. 33
[10] Para un mayor conocimiento del origen y desarrollo de las ONG Véase: El Sector social en Colombia. OP.CIT. Capítulo 1. Paginas 23 –93.
[11] La existencia de ONG internacionales de Derechos Humanos y la agudización del conflicto interno colombiano han polarizado el conocimiento y la actitud del Estado y la sociedad ante la posición política de las ONG nacionales. La representación social que la Opinión Pública tiene de ellas es cruzada y ambivalente. Unos sectores las asocian con las acciones de las guerrillas y otros con los intereses de los paramilitares. La generalización indiscriminada ha conllevado a la desinformación y la estigmatización del que hacer de las ONG en el medio, lo cual ha implicado el retiro de muchas organizaciones de las zonas del conflicto armado por amenazas y falta de garantía para su trabajo. La Confederación Colombiana de ONG, mediante sus federaciones regionales, ha hecho reiterados pronunciamientos públicos acerca de la misión, naturaleza y actuación de las ONG agremiadas y de su posición pacifista y democrática ante el Estado y los actores armados.
[12] Confederación Colombiana de Organiza-ciones no Gubernamentales. Bogotá. 1998. Documento.
[13] “Una organización es sostenible cuando en una situación determinada existe una capacidad duradera para movilizar recursos suficientes (personal, tecnología, información y finanzas) para asignarlos a la prestación de un conjunto de servicios que se juzgan convenientes por su solicitud y utilización”. Corporación PAISAJOVEN. Documento interno. 1998. La sostenibili-dad es difernte de la autosuficiencia, pues ésta conduce al aislamiento y al protagonismo institucional.
[14] Entre el Estado y el mercado. Luis Carlos Bresser Pereira, Nuria Cunilll Grau. Paidóis. Buenos Aires. Argentina. Pág: 5º. 1998.
[15] Límites actuales del potencial democratizador en la esfera pública no estatal. En lo público no estatal en la reforma del Estado. Paidós. Buenos Aires. 1998. Pág: 467.
[16] El abrazo: Reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y los organismos no gubernamentales. Op.Cit: Pág: 68.
[17] Liderazgo de las organizaciones no gubernamentales en la Colombia en crisis. En: La gerencia social como desafío para el desarrollo. Memorias. Seminario Internacional. Universidad de la Salle. Bogotá. 1996. Pág: 153 y 154.
[18] Las ONG colombianas en el umbral de una nueva época. Jorge Bernal. Revista Foro N° 17 . Bogotá, 1992. Pág: 82
[19] El papel de las ONG en el fortalecimiento de la Sociedad Civil: La construcción de lo público. Documento. 1999. Pág: 4
[20] Acuerdo Programático para construir la Paz. Confederación Colombiana de ONG. Bogotá. 2001. Pág: 25
[21] Las otras dos posibilidades enunciadas por el autor son: oficinas especializadas prestadoras de servicios sociales, y, canalizadores de intereses comunes específicos.
[22] Op.Cit. Pág: 10
[23] Las ONG parecen el Estado. Daniel Pecaut. Entrevista. El Quinto poder. Informe especial. OP.CIT. Pág: 42