sábado, diciembre 04, 2004





DE LAS ONG A LAS EMPRESAS SOCIALES: ¿QUÉ CAMBIA?, ¿QUÉ PERMANECE?


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Una buena obra de teatro es aquella donde confluyen una acertada dirección, un libreto bien escrito, unos actores y actrices conocedores y experimentados en su oficio, un escenario adecuado, una escenografía pertinente y un tema que cautive la atención del público. La taquilla, los aplausos, las ovaciones y la permanencia en cartelera indican si la obra tuvo éxito.
En el debate ideológico, político y académico hay un consenso en reconocer y aceptar los distintos actores sociales que tienen ingerencia, recursos y acciones en el desarrollo humano: el Estado, la empresa privada, las organizaciones civiles del tercer sector, las comunidades, las agencias multilaterales y la cooperación internacional. Los representantes de estos actores exponen y confrontan sus tesis en multitud de escenarios públicos y privados del planeta. El reconocimiento como actor social implica el desempeño de un rol preciso en cuanto a ser portador de intereses, de poder, aspiraciones, voluntades y propósitos específicos de un sector sea este gubernamental o no gubernamental; y en un mundo globalizado los escenarios de actuación cruzan lo internacional, lo nacional, lo regional y lo local haciendo de lo simple un asunto complejo.
A diferencia de la obra teatral los actores sociales no disponen de una director escénico ni de un único libreto que guíe sus pasos y ordene sus diálogos; de ahí que sea frecuente la confusión de roles y la descoordinación en los escenarios donde se promueve el debate ideológico, político y académico acerca del desarrollo humano. Desde hace tiempo las organizaciones no gubernamentales, ONG, son reconocidas como actores sociales y por lo tanto tienen acceso a participar de dichos escenarios. Una fracción de ellas justifica su actuación ante lo que denomina el “vació del Estado” en el cumplimiento de sus responsabilidades ante los grupos mas pobres y vulnerables de la sociedad. Su papel, en consecuencia, es “ocupar” esos espacios con la ejecución de programas y proyectos que suplan la falta de acción gubernamental. Otro grupo de ONG esta convencido que su tarea fundamental es la de ser representante y vocero de los intereses de las comunidades marginadas ante el Estado y la sociedad. Otras insisten en su posición de evitar cualquier contacto o acción conjunta con el Estado por temor de “contaminarse” o de perder autonomía. Y de un tiempo para acá, en Colombia, ha surgido un movimiento que desean ser reconocidas no como ONG sino como empresas sociales. Argumentan que el nombre las estigmatiza y les cierra las puertas del apoyo económico del sector privado. Opinan que para la consecución del logro de la sostenibilidad es menester adoptar un enfoque, un estilo y una mentalidad empresarial. Piensan que les iría mejor si cambian no solo de nombre sino de rol adoptando el de las empresas productivas. Las consecuencias de tal hecho no son superficiales, tienen o tendrán consecuencias importantes para la configuración y desempeño del Tercer Sector [1]. En Europa, a su vez, se viene afirmando una tendencia que busca transformar el voluntariado y el asociacionismo en empresa social como generadora de empleos, bienes y servicios. La profesionalización, el empleo asalariado y la sujeción a las normas ISO de calidad son componentes de este direccionamiento.
Definición de empresa social en el contexto europeo
La RED EMES es una red científica europea dedicada, entre otros asuntos, ha realizar estudios sobre el Tercer Sector. Según ellos a la empresa social se la puede definir de acuerdo con criterios económicos y sociales. Para ser fiel y no malinterpretar acudo a la cita textual:
“Según los criterios económicos, una empresa social, independientemente de su forma jurídica, debe poseer las siguientes características:
- Producción y distribución de bienes y servicios, es decir, debe tener contacto con el mercado de carácter no eventual, ni ocasional, sino permanente.
- Autonomía de gestión, es decir, contar con su propio proyecto y desarrollarlo en forma autónoma. La empresa social no es un brazo instrumental de otra organización. La autonomía de gestión debe constar en los estatutos y formalizarse en protocolos.
- Riesgo económico, debe existir una mínima diversificación en la producción (distribución) de bienes y servicios.
- Fuerza de trabajo remunerada, al menos un mínimo.
- Carácter innovador del servicio, tiene que ofrecer algo diferente, un añadido, un plus de producción.
Según los criterios sociales, una empresa para definirse como “social” debe tener las siguientes características:
- Iniciativa emprendida por un grupo de ciudadanos, debe ser expresión de una forma de auto organización de los ciudadanos, iniciativa de la comunidad.
- Tener relación directa con el territorio, en tanto iniciativa de la comunidad debe permanecer unida a ella, participa en el desarrollo local.
- El poder de decisión no se basa en la posesión de capital, sino en la participación de las personas.
- Participación democrática en la gestión de las actividades, debe asegurar los mecanismos de participación en las decisiones. La democracia es un criterio ligado a los socios, “una persona, un voto”; la participación es un criterio que remite a los destinatarios de las actividades de la empresa.
- Limitación en la distribución de beneficios. Se trata de un elemento constituyente, irrenunciable, pero no suficiente. A diferencia del criterio anglosajón, en el que la distribución de los beneficios es el único criterio, es necesario identificar, no sólo las limitaciones de dicha distribución, sino también otros criterios que garanticen la finalidad social.[2]
Alcances y límites del concepto de empresa social en el contexto colombiano
Si la denominación de ONG[3] peca por resaltar como atributo esencial de identidad la diferenciación de origen con respecto a lo gubernamental, la denominación de empresa social resulta un híbrido que en vez de resolver el problema de la identidad lo agrava aun más, por cuanto pretende asemejarse a las organizaciones lucrativas del sector privado creando más confusión de roles entre los actores sociales.
Atendiendo a los “criterios económicos”, a diferencia de Europa, en Colombia las ONG hace rato que producen y distribuyen bienes y servicios; asumen riesgos económicos; disponen de autonomía de gestión, de fuerza de trabajo remunerada y son innovadoras del servicio. En cuanto a los “criterios sociales” la mayoría de las ONG del país son iniciativas emprendidas por un grupo de ciudadanos; tienen relación con el territorio y se acogen, por Ley, a disposiciones estatutarias de índole democrática en la designación de sus autoridades: “una persona, un voto” lo mismo que en relación a la participación democrática en la gestión de actividades. Con respecto a la distribución de beneficios económicos la Ley no los permite. Si nos acogemos a los “criterios económicos y sociales” de las empresas sociales europeas un porcentaje muy alto de las ONG colombianas cumple los requisitos de admisión. ¿Debiéramos, en consecuencia, desestimular el uso del término de ONG y promover el de empresas sociales en el Tercer Sector ? El debate apenas comienza... de mi parte aporto cuatro argumentos:
. Existencia de un mercado social imperfecto. El mercado es la institución económica donde se intercambian los bienes y servicios producidos bajo la ley de la oferta y la demanda. El mercado fija precios, regula el volumen de las mercancías y es un indicador de las decisiones de compra y venta de millones de personas, familias y organizaciones. Los mercados de mercancías han desarrollado instrumentos de medición y manipulación que dan cuenta de la abundancia, la escasez, el alza y la reducción en los precios. Las empresas privadas producen para atender una demanda solvente de clientes y consumidores que tienen capacidad de compra o de endeudamiento. Los bienes y servicios que producen las ONG no cuentan con clientes y consumidores solventes sino con intermediarios que pagan por ellos o que los subsidian como el Estado, la cooperación internacional al desarrollo o donantes. Las ONG no atienden mercados sino cuasimercados. ¿Quién y como se define el tamaño del cuasimercado de lo social? ¿De que forma opera la ley de la oferta y la demanda en este cuasimercado en cuanto a fijación de precios? ¿Cuáles son las fallas de este cuasimercado y como se corrigen? ¿Hay un perfil de ONG oferentes para cada segmento de clientes?¿Qué tan flexible y elástica es la oferta de las ONG ante los requerimientos de los cuasimercados? ¿Disponemos de información confiable y actualizada de la competencia? ¿Qué tan estudiada y conocida son las necesidades de los demandantes? ¿Sabemos el porcentaje de participación de nuestros competidores en el cuasimercado social? ¿Qué tan fluida y confiable es la información disponible? ¿Deben primar las relaciones de competencia a las de cooperación en las empresas sociales para la conquista del mercado? ¿Estarían dispuestas las empresas sociales a fusionarse o a dejarse absorber por otras en búsqueda de la eficiencia y de la obtención de una posición dominante?. ¿No será acaso que los que caracteriza el marco de operación de las organizaciones del Tercer Sector es precisamente la existencia de cuasimercados? Si se llegase a conformar un verdadero mercado social a semejanza del mercado económico, o sea un mercado que fije precios, márgenes de rentabilidad, ciclos de auge y recesión, etc, ¿qué papel y espacio tendrían las empresas sociales ante la competencia de las empresas económicas? ¿Qué tan efectivo es el diseño y ejecución de un plan de mercadeo de una empresa social en un cuasimercado? Son muchos los interrogantes y muy pocas, aun, las posibles respuestas satisfactorias con respecto a este tema.
. Insuficiencia de recursos financieros. Las empresas económicas requieren de capital, ya sea propio o prestado, para iniciar labores, funcionar, ampliarse o crecer. Existen bancos de fomento y políticas gubernamentales que facilitan los recursos, prestan asesoría y avalan ante terceros. La mayoría de las ONG colombianas, léase empresas sociales, no contaron con un capital suficiente en su origen y tampoco pueden mostrar en sus estados financieros un patrimonio importante que se aproxime, siquiera, a las organizaciones del sector solidario como las cooperativas y los fondos de empleados. Tienen serias restricciones para acceder a créditos bancarios y no tienen la posibilidad, como las empresas económicas, de ser capitalizadas por sus socios para crecer o para enfrentar situaciones adversas. Si se les aplicara la norma de las empresas económicas de tener que liquidarse si los pasivos igualan la mitad del valor del patrimonio muchas entrarían en concordato. No olvidemos que el conjunto de las organizaciones del Tercer Sector en Colombia sólo representan el 2.1% del PIB[4]. Ni las ONG, ni las empresas sociales disponen, y dispondrán, de los recursos suficientes para reducir, mitigar o aminorar en una proporción significativa los efectos negativos de la pobreza y la exclusión social. Antes que proveer bienes y servicios, nuestra misión y nuestros esfuerzos deben ir encaminados a incidir en el Estado, poder político, y en el sector privado, poder económico, a reorientar las políticas y el modelo de desarrollo que generan y mantienen en situación de pobreza el 60% de la población colombiana.
- Bajos salarios y pocos incentivos económicos. La insuficiencia de recursos financieros para desarrollar la misión, fortalecer la organización y aumentar los servicios en las ONG incide, además, en la permanencia de una estructura de bajos salarios y pocos incentivos económicos a sus profesionales y empleados. Las comparaciones de curva de salarios frente a las organizaciones gubernamentales, la empresa privada, las universidades y las cooperativas las pone en desventaja. Los ingresos apenas alcanzan para cubrir las obligaciones de Ley, en el mejor de los casos, y no dan lugar a establecer políticas de incentivos, bonificaciones, prestaciones extralegales y reconocimientos por productividad. Los programas de bienestar laboral para los empleados y sus familias son escasos y la mayoría de las veces se limita a la oferta institucional de las Cajas de Compensación. Las ONG ofrecen posibilidades de un primer enganche laboral pero no logran retener el personal que cualifica ante las ofertas de empleo que llegan de otros sectores, lo que a su vez incide en situaciones de baja competitividad en el mercado de trabajo. Los bajos salarios y la falta de incentivos económicos se suplen con mística, entrega, sentido de pertenencia y un alto compromiso personal y social.
- Déficit de formación gerencial. La gerencia social es hija legítima de los programas de modernización del Estado impulsados desde la CEPAL y el INDES a principios de los años 90 del pasado siglo que luego se extendieron a las organizaciones del Tercer Sector las cuales fueron “descubiertas” como instrumentos de ejecución de las políticas sociales y de los proyectos que las entidades gubernamentales no estaban interesadas en seguir realizando en forma directa. Este viraje se enmarca en el paso de la matriz estadocéntrica a la matriz sociocéntrica.[5] Contratación de servicios, eficiencia, amplia cobertura, bajos costos y flexibilidad fueron los criterios gerenciales que el Estado empezó a promover en su relación con las ONG que pretendían acceder a los recursos públicos. Esta exigencia externa a la par con las de la cooperación internacional de desarrollo hizo más visible el déficit cuantitativo y cualitativo de la formación gerencial Tercer Sector. Déficit extendido a la ausencia de indicadores y sistemas de control y evaluación de la gestión no sólo social sino administrativa, humana y financiera de las ONG. Exigencias que se siguen aumentando con la implementación de sistemas de gestión de la calidad para calificar en licitaciones públicas de contratos de consultoría y prestación de servicios. Presiones del entorno que han llevado a un grupo representativo de ONG a evolucionar al concepto de empresa social.
La gerencia social es un campo de conocimiento de muy reciente aparición en la oferta académica y de muy corta trayectoria en las organizaciones del Tercer Sector. El personal directivo y los equipos operativos de profesionales de las ONG, en nuestro caso particular, cuentan con una adecuada formación humanística pero aun carece de una adecuada formación gerencial en cuanto a teoría, herramientas y procedimientos , en especial, en el nivel de postgrado.
Con que facilidad y rapidez migran del sector empresarial al Tercer Sector enfoques, escuelas, modas y estilos gerenciales de las empresas productivas. Las organizaciones sociales, entre ellas las ONG, las acogen sin análisis previos, como tabla de salvación, para después tener que reversar o suspender procesos que no dan los resultados esperados. No basta con el aporte de los académicos, ni de los asesores empresariales para avanzar en el desarrollo de la gerencia social, es fundamental que las ONG, sus profesionales y el gremio asuman la tarea de construir pensamiento, teoría y conceptos propios que den cuenta de la realidad de nuestro que hacer. En esta perspectiva las acciones de fortalecimiento institucional deben dirigirse a superar el déficit y a cualificar la formación gerencial del capital humano del Tercer Sector.
La evolución de las ONG hacia la empresa social no es un imperativo del Tercer Sector ni de todas las ONG. Como en todo proceso hay oportunidades y hay amenazas. Las oportunidades residen en el logro de la sostenibilidad, en el aseguramiento de excedentes para el fortalecimiento institucional, en la optimización de los recursos, en la posibilidad de mejorar los niveles de remuneración del personal y en poder alcanzar estándares de calidad. Las amenazas se incuban en los riesgos de perdida de identidad, de renuncia al ideal de cambio humano y transformación social, del predominio de los objetivos e intereses económicos sobre los sociales, en el incentivo de la competencia sobre la colaboración, en la adopción de prácticas “non santas” como el trafico de influencias y la corrupción para hacerse a los contratos oficiales y en el abandono definitivo de la mística y del voluntariado como fuerza social. Corresponde a cada Asamblea de socios, a cada Junta Directiva, a cada Dirección Ejecutiva de las ONG analizar los pro y los contra de tal evolución. Por último, no olvidemos que la implantación a ultranza de la gerencia social no es garantía certificada contra las quiebras y el colapso...
Sus comentarios a este artículo puede enviarlos a: bienhumano@epm.net.co
[1] El investigador social Fernando Fantova, sicólogo y sociólogo español, señala el riesgo que asumen las organizaciones del Tercer Sector al relacionarse estrechamente con el Estado, la comunidad y el sector privado. Si las ONG no construyen un pensamiento y una agenda propia terminan siendo solicitas y reactivas a las demandas del Estado convirtiéndose en Organizaciones Neogubernamentales. Si las ONG no toman distancia de los intereses y necesidades de la comunidad acaban confundiéndose en el tejido comunitario. Si las ONG adaptan y adoptan sin reflexión crítica el modelo empresarial y la lógica de la rentabilidad económica acaban relegando a un segundo plano sus fines sociales y de desarrollo humano.

[2] La Evolución del Tercer Sector hacia la Empresa Social. Francisco Salinas Ramos y otros. Plataforma para la promoción del voluntariado en España. Madrid. 2001. Págs: 34 - 35
[3] En el ordenamiento jurídico colombiano no existe el concepto de ONG sino de entidades sin ánimo de lucro. El término de ONG tiene, más que todo, una significación sociológica.
[4] La Sociedad Civil Global: Las dimensiones del sector no lucrativo. Salamon, Lester ; Villar, Alvaro y otros. Johns Hopkins University. USA. Pág: 499
[5] Ver. Los paradigmas de la política social en América Latina. Rolando Franco. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Municipio de Medellín. 1997. Pág: 29

martes, noviembre 23, 2004

70 AÑOS DE LA FUNDACIÓN PARA EL BIENESTAR HUMANO

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano



Muy apreciados amigas y amigos de la FBH:

Es muy grato tener la oportunidad de celebrar con ustedes estos 14 lustros de vida institucional. La ingratitud humana solo haya excusa y comprensión cuando se padece de Alzahimer. No es todavía, nuestro caso personal e institucional. La memoria es esa facultad mental que impide la instalación del olvido, que nos hace recordar personas, fechas, eventos y situaciones. Las organizaciones son creación humana y como tal están expuestas a crisis y desafíos constantes en el transcurso de su ciclo vital.

La palabra escrita es fiel evidencia de cómo sucedieron los hechos cuando ya han fallecido sus protagonistas. Mas de 1.000 actas de Junta Directiva y 100 de la Asamblea General conforman el archivo histórico de la Sociedad de Damas de la Caridad y de la Fundación para el Bienestar Humano. De su lectura atenta y reflexiva pude recrear el contexto de la épocas, los temas de interés, el cambio en las formas de sentir, pensar y actuar, el origen y resolución de las amenazas externas, de los conflictos personales y de poder, de las afugías económicas, de los logros sociales y de los relevos generacionales entre otros muchos asuntos.

Según la Cámara de Comercio de Medellín el 80% de las sociedades que se crean se liquidan antes de cumplir el tercer año. Siete décadas continuas de trabajo evidencian que la organización ha sabido afrontar con éxito las dificultades, los retos y las incertidumbres que conlleva la existencia; sin embargo la sostenibilidad nos es aún un seguro que pueda comprarse para cubrirnos del riesgo de la quiebra y la disolución. La sostenibilidad es una tarea diaria que se logra con ideas claras, decisiones oportunas, visiones acertadas y compromiso efectivo. De todo esto dieron fe, y con creces, durante 37 años la Sociedad de Damas de la Caridad. Una idea clara: crear una organización que permitiera la práctica del sagrado precepto de la caridad a un grupo de mujeres católicas más allá de la limosna y de la ayuda esporádica al necesitado. Decisiones oportunas: no dudar en cambiar, abrir o cerrar programas cuando las condiciones objetivas así lo aconsejaban. Al no contar con los recursos económicos suficientes para continuar con la construcción y mantenimiento de las viviendas colectivas, las Damas dieron paso a otra etapa cuando se concentraron en el desarrollo comunitario, durante 20 años en el barrio las Estancias, gracias al fideicomiso y luego donación de la familia de una de las socias de un terreno de 20 hectáreas. Decisión oportuna: crear, en 1966, la Fundación para el Bienestar Humano y traspasarle a ella todos el patrimonio y los recursos cuando la Comunidad Vicentina quiso centralizar el manejo de las distintas sociedades de Damas de la Caridad en el país. Decisión oportuna: cesar actividades en el barrio las Estancias para no involucrar a la comunidad en conflictos de poder y celos institucionales con el cura párroco y dar paso, así, al trabajo promocional y preventivo con las familias a nivel nacional, actividades con las cuales continuamos. Visión acertada: la visión de doña Ana Restrepo de Gautier cuando a mediados de los años cincuenta del pasado siglo propuso la constitución de un fondo acumulativo, intocable para cubrir gastos de funcionamiento, que se fuese incrementando con un porcentaje de los ingresos operacionales y la acumulación de intereses. Fue así como en 1970 la Fundación obtuvo su primer millón de pesos en efectivo, dinero que fue prestado luego a importantes empresas de la ciudad para que con sus réditos financiara la operación de los programas. Dejo a los economistas curiosos la tarea de su actualización a valor presente. Hoy en día las ONG saben de sobra que no bastan los recursos de contratación con el Estado, de la cooperación internacional y de la filantropía para asegurar la sobrevivencia financiera. Que se requiere de un patrimonio propio para sobrellevar las contingencias del día a día. Y ese millón de pesos junto con el producto de la venta de las instalaciones del barrio Las Estancias al municipio de Medellín fue el origen del patrimonio actual de la Fundación. Extraordinaria visión la de doña Ana en una época donde la beneficencia y la “ponchera” surtían aún efecto. La planeación estratégica no deja de insistir en el poder transformador de una visión. Cuando era niño tener visión era cosa de locos y si por alguna razón uno la tenía debía permanecer callado so pena de ser considerado como tal. Doña Ana no sabia nada de planeación estratégica pero siempre fue una persona muy lúcida que no tuvo nunca temor de expresar y compartir sus visiones. Visión acertada: la de tener un negocio rentable, un almacén de venta de lanas el cual generó ingresos por muchos años para cubrir los gastos, visión que muchas ONG del presente empiezan a contemplar como alternativa económica. Visión acertada la de las Damas al permitir, a principios de los años 70 del pasado siglo, la presencia, la participación y el pensamiento de un grupo de señores en calidad de socios activos en una organización de origen netamente femenino. Visión anticipada, por lo demás, al presente donde ya es común hablar y aceptar de equidad de género; participación que ya ocupa la Presidencia y la Dirección Ejecutiva de la organización. Compromiso efectivo: en su mejor época las Damas lograron tener en sus filas un voluntariado de 260 socias que aportaban una cuota de sostenimiento mensual, tiempo, conocimiento y experiencia en la prestación de los servicios; voluntariado que acompañaba el trabajo de profesionales expertos pagados por la Sociedad. Durante 20 años el barrio las Estancias fue el centro de prácticas y de formación de varias generaciones de trabajadoras sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana. Los programas y servicios sociales de las Damas cubrían el 50% de una población estimada de 10.000 personas. La Sociedad fue pionera en ser un modelo de gestión de una entidad sin ánimo de lucro que apoya y acompaña el desarrollo vecinal y comunitario, modelo que aun siguen varias fundaciones de la ciudad. Compromiso efectivo: el de anteponer siempre los intereses de la organización a los personales, el de procurar siempre el mejor valor agregado a las acciones, el de renunciar a tiempo y dar paso a las nuevas generaciones, el de permitir las evaluaciones y someterse a sus recomendaciones.

La gerencia moderna nos remarca la obtención de resultados y la aplicación de herramientas como la planeación estratégica, la reingeniería y el marco lógico. Nada de esto existía, ni estaba al alcance en los tiempos de las Damas, pero a su manera eran efectivas y producían resultados. En una de las actas de Junta Directiva la directora de la guardería informaba de la necesidad de disponer de una camioneta para el transporte de los niños. Dicho y hecho. En esa misma reunión doña Eugenia Ángel de Vélez donó la camioneta, doña Luisa Ángel de Henao asumió el pago del salario del conductor y doña Margarita Posada de Vieira se comprometió a sufragar los gastos de gasolina y aceite del vehículo. Y asunto solucionado. ¡Qué maravilla! ¡Qué instantáneo poder de decisión! Sin tener que nombrar una comisión, redactar una carta o elaborar un proyecto ¿Quién de ustedes colegas, directores y directoras, no quisieran tener en su Junta Directiva este trío de generosas damas? Estas y muchas otras situaciones están escritas a mano, con tinta verde, en bella caligrafía, en los libros de actas de la Sociedad de Damas de la Caridad. Se dice en una de ellas textualmente: “las cartas dirigidas a las empresas solicitando ayuda económica son efectivas pero no olvidemos que lo es aun más, en reemplazo de la carta, la presencia distinguida de una de nosotras en las oficinas de los gerentes”. No dudo que así era. Y de esta forma ingresaba a las arcas de la Sociedad los $15 de Cemento Argos, los $20 de Coltejer, los $10 de Fabricato, los $30 del Banco Comercial Antioqueño, los $35 de la Naviera Colombiana y así por el estilo de todas las sociedades anónimas. En esos tiempos el dinero si era dinero. Y si las arcas continuaban vacías y el déficit aumentaba se acudía al trabajo de las socias para organizar el bingo, el baile de sociedad, la rifa del anillo, al arreglo de vitrinas, a las presentaciones del grupo escénico y a todo tipo de actividades para recaudar fondos, actividades que aun siguen vigentes en muchas ONG del presente. Las Damas sabían que la Divina Providencia no desampara pero que no tenía porque hacerlo todo... En el libro de actas no se verificaba el quórum sino que se escribía, en el estilo de la época, “Asistencia: la mejor posible”. Se reunían en la casa de la Presidenta, muy puntuales, y después de “invocar al Espíritu Santo y de rezar las oraciones acostumbradas” daban inicio a la reunión. Fueron damas muy católicas que recibían con fervor las bendiciones del señor Arzobispo y con humildad sus llamados de atención cuando la práctica del culto decaía, pero no admitían: “ intromisiones indebidas del asesor espiritual en los asuntos propios de la Junta”. Damas que no vacilaron en enfrentarse con valor y respeto a las jerarquías eclesiásticas cuando sentían que atentaban contra el manejo autónomo de la Sociedad. Damas que asumían con firmeza las consecuencias de las decisiones tomadas.

Además de un patrimonio son muchas las lecciones de vida que heredamos de las Damas: su transparencia, la pulcritud y la austeridad en el manejo de las finanzas, el entusiasmo por el trabajo, el sentido de pertenencia, el compromiso personal más allá de lo estrictamente laboral y la satisfacción por el cumplimiento de una responsabilidad social. De todas las lecciones de vida de las Damas me merece especial mención el valor de la generosidad, la cual consiste, en palabras del filósofo Séneca, en el “arte de dar”, dar sin esperar nada a cambio. El gobierno da y reclama siempre contraprestaciones políticas, el empresario dona pero exige el certificado de donación para deducir impuestos, la cooperación internacional ayuda pero espera recibir el respectivo crédito. La generosidad esta hoy en desuso, la hemos remplazado por la solidaridad la cual requiere de la ocurrencia de un evento inusual y catastrófico que logre conmovernos y así despertarla. Cuando pasa el suceso cesa la solidaridad. El poder de los medios de comunicación incentiva, suena feo decirlo, el mercado de la solidaridad nacional e internacional. Cada vez deben de ser más impactantes las imágenes televisivas de las tragedias humanas para movilizar la ayuda humanitaria. Como dice la filósofa española Victoria Camps: “la virtud de la solidaridad se ha institucionalizado, su objetivo son las personas extrañas al ámbito más cercano y familiar: las víctimas de un terremoto, de una guerra, de un accidente, siempre algo lejano”. La generosidad, en cambio, se práctica con las personas conocidas y con las cuales queremos mantener vínculos. La generosidad es el mejor antídoto contra el egoísmo del cual decía la madre Teresa de Calcuta que era el origen de todos los males de la humanidad. La solidaridad requiere de campañas promocionales; la generosidad solo de corazones desprendidos. La solidaridad es transitoria; la generosidad es perenne.

Característica de lo contemporáneo es juzgar con ligereza, desconocimiento o prejuicio lo relativo a un tiempo pasado. El valor de la caridad cristiana es hoy un asunto desprestigiado en el discurso y la práctica social. Hoy nos da pena decir que nuestro que hacer institucional apunta a aliviar sufrimientos, preferimos hablar de desarrollo social, de calidad de vida, de desarrollo humano integral y sostenible. En búsqueda de la eficacia, la eficiencia y la efectividad, deseamos convertirnos, en un curso acelerado, en empresas sociales para dejar de lado el estigma que cargamos por ser ONG o entidades de beneficencia. Y el riesgo que corremos, y no vemos, es el de preocuparnos más por el cumplimiento de los términos de un contrato para evitar la aplicación de multas que el de incidir en el cambio y en la transformación de las condiciones de vida de la población que pretendemos atender. Las Damas estuvieron siempre cercanas, atentas a la escucha, solícitas y pendientes de las necesidades de las familias. Hoy como ayer la pobreza no ha sido superada en el país; todavía persiste la exclusión y se niegan oportunidades a más del 60% de los compatriotas. Colombia es, según reportes de Naciones Unidas, el tercer país del mundo en concentración del ingreso de sus habitantes. Si el asistencialismo no es la respuesta, y en ello estamos todos de acuerdo, las propuestas y acciones unilaterales de las organizaciones del llamado Tercer Sector tampoco lo son así hallamos renovado nuestros conceptos y discursos. No tenemos, ni tendremos, los recursos económicos para ello, apenas generamos el 3% del PIB del país, escasos 3.000 millones de devaluados dólares. Dejemos el mesianismo y seamos realistas. No se ofendan colegas pero en términos financieros una sociedad de pobres es solo una pobre sociedad. Nuestra razón de ser no esta tanto en atender y solucionar los problemas y necesidades de la población sino en emplear nuestro poder social para que junto con el poder político del Estado, el poder económico del sector empresarial y la autogestión y empoderamiento de las comunidades marchemos de común acuerdo en la senda del desarrollo. Y mientras esto ocurre no tenemos otro oficio que seguir apoyando y acompañando a las comunidades y grupos excluidos. Decía hace poco un alto funcionario de la Organización Internacional del Trabajo; OIT, de paso por la ciudad, al comentar un informe acerca de la globalización que los Estados debían volcar su atención y los recursos en el desarrollo de lo local y pensaba para mis adentros que si de algo podemos ufanarnos las ONG es de haber estado siempre en lo local, en lo territorial, hombro a hombro, cara a cara, lado a lado, de las personas, los grupos, las familias, las comunidades y esta opción preferencial, acorde con nuestros recursos y posibilidades, ha sido objeto de múltiples críticas, y autocríticas, de diversos sectores. Es esta cercanía la que nos da la credibilidad, la autoridad, el conocimiento y la legitimidad para ser considerados como actores sociales. Es cierto que nos falta más coordinación, mas trabajo en alianza, más unidad gremial, tenemos que avanzar más en estos aspectos pero sin perder de vista la riqueza que nos da la diversidad. Así como una selva tropical es mas rica en fauna y en especies vegetales que un bosque de pinos, una sociedad es mas rica entre más diversa y diferente sea. Y ¡ojo! no confundamos diferencia con desigualdad. Así como aceptamos la biodiversidad aceptemos la sociodiversidad, de la cual el Tercer Sector da buena cuenta.

Y es esta cercanía la que nos posibilita a las personas que trabajamos en las organizaciones del Tercer Sector el vivir gratas experiencias de transformación humana. Quiero relatarles una de ellas, con el perdón de mis colaboradores cercanos que ya la conocen. Hace muchos años, antes de ser Director de la Fundación, y cuando era más joven que hoy, fui tallerista por cinco años. Al tercer año empezaron las dudas, las vacilaciones acerca del sentido y la utilidad del trabajo promocional y preventivo con los padres de familia. Todos los viernes, durante 4 meses debía dictar un curso los viernes, de tres a cinco de la tarde, en un precario salón comunal, en el sector de la Avanzada, allí donde el viento se devuelve, 20 minutos a pie por unas empinadas y peligrosas escaleras, desde el barrio Santo Domingo Savio y luego de casi una hora de recorrido en bus desde el viejo Guayaquil. Ni en la imaginación más febril estaba la idea de que algún día la distancia sería acortada por la construcción y puesta en servicio de un metrocable. Los viernes en la tarde, precisamente, se agudizaba la crisis y el deseo de renunciar. Al final del cuarto mes, al terminar una sesión del curso se me acerco un niño, calculo que debía tener alrededor de 10 años, el cual esperó a que yo estuviera solo, a darme las gracias. Le pregunte gracias porque o de que y el me contesto: “Profe, es que desde que mi mamá asiste a sus clases me quiere más porque ya no me grita ni me pega y yo vi que ella cambio gracias a sus consejos”. Sobra decirles que las dudas se esfumaron en el acto, que allí, con el testimonio libre y espontáneo de ese niño comprendí que el trabajo de la Fundación tenía sentido, que valía la pena el esfuerzo del viaje en bus y de la subida y bajada a pie por las tortuosas escaleras. Habíamos logrado cambiar la relación de una madre con su hijo, habíamos hecho posible la felicidad y el bienestar de un niño. Y aun hoy, después de tantos años, cuando los inevitables y recurrentes momentos de soledad y desesperanza que la dirección ejecutiva de una ONG conlleva, viene a mi mente la sonrisa, la cara alegre de ese niño que me anima a continuar con la tarea de generar desde la Fundación oportunidades de felicidad para más familias.
La fuerza de un testimonio se convirtió en una honda convicción del poder de transformación que logran las personas cuando introyectan un conocimiento, reflexionan y luego modifican en forma positiva actitudes y comportamientos. No podemos desconocer que hay situaciones de extrema indigencia y enfermedades mentales que impiden a las personas cambiar, pero no menos cierto es que como seres humanos estamos dotados de inteligencia, de conciencia, de juicio y que tenemos, también, la opción de elegir y decidir.
En la gestión humana y social de las ONG nos vemos, muchas veces, abrumados por toda la parafernalia de construcción de indicadores, líneas de base, monitoreo y evaluación de impacto que las agencias de cooperación han vuelto exigencia para acceder a sus recursos. Es un hecho que debemos tener herramientas de medición pero no se nos debe olvidar que los datos y los informes no pueden ser más importantes que la vida, que los anhelos y la felicidad de las personas a quienes decimos apoyar y acompañar. Trabajar en el sector social nos mantiene cercanos a las alegrías y sufrimientos de la gente. Nos hace ser más generosos. Como en el comercial de televisión se encuentra en el lugar equivocado quien pretenda ganar mucho dinero vinculandose a una ONG o creando una. El enriquecimiento que se obtiene no es el de los billetes sino el de la satisfacción personal por contribuir al bienestar humano, a la formación de ciudadanía, a la ampliación de oportunidades, a la justicia social y a la participación democrática en una mejor sociedad. Satisfacción que se extiende al poder conocer otras organizaciones y tratar colegas y compañeros de ruta que comparten objetivos y visiones. Es una razón más para quedarnos, para afianzar el arraigo y el compromiso.

Permanencia y cambio son factores clave en la sostenibilidad de una organización. Permanencia de los ideales, de los principios, de la buenas prácticas, de las lecciones aprendidas; cambio para enderezar el rumbo, para conocer otras miradas, para emular a los que saben, para no perder vigencia. En la FBH lo permanente ha sido el trabajo con las familias; han cambiado las modalidades de atención, el enfoque, el tipo de programas. Cambiamos de nombre pero permanece la convicción de que sin las familias no es posible aportar a la construcción de una sociedad más justa, pacífica y democrática. Pasamos de ser una entidad de carácter asistencial a una organización especializada en servicios educativos con las familias. Permanece la política de la Asamblea de Socios y de la Junta Directiva por continuar en el nivel de promoción y prevención a las familias y cambiamos de logosímbolo y de imagen institucional como mensaje de renovación. En los tiempos que corren no basta ya con enseñar a pescar, luego de la pesca es que comienza el verdadero trabajo...

Muchas gracias por su presencia y compañía.

Luis Julián Salas Rodas
Director Ejecutivo de la Fundación para el Bienestar Humano
Medellín, Noviembre 23 de 2004


viernes, enero 16, 2004


¿Qué hacer con los socios y las socias de las ONG?


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano




La asamblea de socios(as) es la máxima autoridad en una ONG. Es ella quien tiene el poder de dar vida o muerte a la organización. Tanto a nivel nacional como internacional las ONG conforman un universo denso, complejo y heterogéneo de clasificar. Para poder iniciar la respuesta a la pregunta del presente artículo, trataremos de elaborar una tipología de socios(as) de acuerdo con su filiación y relación estatutaria:

Socio(a) natural: Tiene membresía y vinculación con la organización por haber participado en su fundación o por ingreso posterior. Aporta conocimientos, tiempo y recursos sin percibir retribución económica alguna y sin adquirir vínculo laboral. Anima su participación un sentido filantrópico y/o compromiso social. En muchos casos hay coincidencia de sus conocimientos y experiencias personales con el objeto social de la organización. Su grado de compromiso, participación y sentido de pertenencia varía con relación a sus ocupaciones, tiempo disponible, relaciones laborales y sociales. Puede ser socio(a) de una o varias ONG. Este tipo de socio(a) se equipara al voluntario.

Socio(a) trabajador(a): Generalmente participó en la fundación de la organización. Su pertenencia a ella obedece al deseo de compartir conocimientos, experiencias e intereses políticos, sociales y concepciones del mundo con otros pares académicos o generacionales. La diferencia esencial con el socio natural es que mantiene con la organización una vinculación laboral por la cual percibe una remuneración. Su dedicación a la organización, la mayoría de las veces, es total y de tiempo completo, llegando a coincidir su proyecto de vida personal con el proyecto de la organización. De ahí que tenga un gran conocimiento de ella, un fuerte compromiso y sentido de pertenencia. Como socio(a) trabajador hace parte de la asamblea general y de otros órganos de gobierno y control como Junta Directiva y comités. Es un socio(a) deliberante y asume posiciones, las cuales entran en conflicto entre lo personal y lo institucional , debilitando la línea de mando y haciendo muy lento la toma de decisiones para no afectar el consenso y el clima organizacional. Para evitar cerramientos mentales y exclusión de ideas y propuestas nuevas los estatutos de estas ONG deben incluir normas que propicien la participación y la consulta de personas externas a los socios(as) trabajadores. El riesgo que corren es el del sobreenvolmiento y mezcla difusa entre lo personal y lo institucional. La figuras jurídicas de asociación y corporación son las más acogidas por este tipo de socios(as) que hacen de la organización un modo de vida.

Socio(a) familiar: Reúne las mismas características del natural. La diferencia fundamental es su pertenencia a la organización por vínculos de parentesco y afinidad con quienes la fundaron o la dirigen. Muchas se crean en memoria de un ser querido fallecido o para dar cumplimiento a una voluntad testamentaria. Generalmente son organizaciones cerradas donde se restringe la membresía y la participación en cargos de alta dirección al círculo de la familia. Es práctica usual la transmisión hereditaria de los cargos. Los socios(as) familiares se convierten en benefactores y aportantes económicos para la sostenibilidad de la organización. Casi siempre priman la visión, la tradición y los intereses familiares sobre los requerimientos de la organización.

Socio(a) institucional: Su afiliación, permanencia y participación esta definida por la naturaleza jurídica de la organización de primer grado a la que pertenece, por ejemplo: gremios o corporaciones mixtas, las cuales aportan cuotas de membresía para su sostenimiento económico. Desempeñan cargos en la Junta Directiva en representación de organizaciones y/o sectores de la sociedad o del Estado. Su elección y permanencia están dadas por su continuidad en la organización afiliada. Su grado de compromiso y aportes a la Junta Directiva esta mediado por su sentido personal de responsabilidad, por su disponibilidad efectiva de tiempo y por las ocupaciones de su cargo principal. Antes que un compromiso personal, como en el caso de los socios(as) antes citados, prima en ellos una relación institucional la cual cesa una vez se deja el cargo principal.

Como puede apreciarse de la naturaleza del socio(a) depende, en gran medida, su razón de ser y su hacer en la organización. No tiene el mismo grado de compromiso y responsabilidad un socio(a) trabajador que un socio(a) institucional. De ahí que las estrategias y las acciones a desarrollar con ellos y ellas debe de tener en cuenta este diferente origen y tipo de vínculo. Con excepción de los socios(as) trabajadores, en los demás prima el carácter de voluntario. Recordemos que el voluntario es aquella persona de dona y comparte con otros tiempo y conocimientos sin percibir ninguna contraprestación económica para sí. En el mundo existen, desde hace muchos años, varias organizaciones de voluntarios como los Rotarios, los Leones y Kiwanis así como organizaciones de ayuda humanitaria como la Cruz Roja Internacional y Médicos sin fronteras. El voluntariado trae del pasado una connotación muy femenina, ya que eran mujeres y damas de la sociedad las que podían disponer de tiempo libre y relaciones para acometer obras sociales. En el presente empieza a tomar fuerza la figura del voluntariado empresarial que agrupa a jóvenes profesionales vinculados laboralmente, quienes, durante un tiempo acordado, prestan servicios de asesoría gratuita en asuntos específicos a ONG.

En principio todo socio(a) natural, familiar e institucional es un voluntario pero no todo voluntario es o quiere ser socio o socia de una ONG. En los últimos años las ONG han tenido que transformarse y efectuar cambios en la gestión social, humana, administrativa y financiera para poder responder a los retos y las exigencias del Estado, de la empresa privada, de la cooperación internacional y de las mismas comunidades. En la actualidad, las direcciones ejecutivas y los equipos operativos de este tipo de ONG están a cargo de profesionales graduados con vínculo laboral y remuneración salarial. Son ellos quienes más conocen la organización, sus programas, proyectos así como del entorno social y político que las rodea; pero los órganos de gobierno, Asamblea y Junta Directiva, siguen en manos de socios(as) voluntarios que poco conocen, poco se interesan y poco tiempo disponen para ocuparse y tomar decisiones oportunas y eficaces.

El desarrollo de las organizaciones debe atender todos los frentes, tanto el externo como el interno, sin embargo la realidad de las ONG nos muestra que la atención y los recursos se han dirigido más a la cualificación del personal remunerado que a los socios y socias. Pareciera ser que nos hemos resignado a considerar a estas personas como figuras decorativas, como una formalidad estatutaria necesaria para la existencia y representación legal, la cual no aporta ningún valor agregado de importancia para la organización. Este vacío de poder es el campo abonado para que se perpetúen las presidencias de Junta Directiva y las direcciones ejecutivas autocráticas en las ONG. Allí no hay conciencia de democracia, de rendición de cuentas, y de transparencia en todos los ámbitos de la gestión. Allí se forman y solidifican intereses opuestos al cambio y a la apertura en las instancias de gobierno, las cuales tratan de mantener, a toda costa, la cómoda tranquilidad de las formalidades protocolarias.

Si bien las ONG se rigen por el derecho privado cumplen funciones públicas al prestar servicios y oportunidades de acceso a bienes por parte de las comunidades menos favorecidas. Y al desempeñar funciones públicas están en la obligación ética de informar a la sociedad del cumplimiento o no de sus objetos sociales. Si las ONG decimos estar de lado de la legalidad, de la gobernabilidad, de la democracia, de los Derechos Humanos al tiempo que rechazamos toda forma de violencia deberíamos ser ejemplo de esa buenas prácticas dentro de nosotros mismos, garantizando y promoviendo, por ejemplo, el derecho de cualquier socio o socia de hacer parte de los órganos de gobierno y autoridad. Muchas de estas personas que inician con entusiasmo su vinculación, como voluntario, se decepcionan al darse cuenta de estos manejos indebidos de poder y terminan alejándose y renunciando. Por eso es muy importante que los estatutos contemplen la posibilidad de rotación y de tiempo cumplido de los socios y socias.

¿Qué hacer, entonces, con los socios(as) de una ONG? Ya hemos dado dos pistas: consultar la naturaleza jurídica del vínculo y permitir tanto la discusión en los asuntos internos como su elección a cargos de poder y autoridad. Otras pistas son:

Identifique la etapa del ciclo vital en que se encuentra la organización: A semejanza de los seres humanos las organizaciones pasan por diferentes etapas de crecimiento y desarrollo. Así como en la infancia el asombro es parte del conocimiento del mundo, la audacia y el empuje caracterizan la juventud, la serenidad y la prudencia los años de la madurez y en la vejez nos acompaña el escepticismo y la resistencia a los cambios, en el ciclo vital de las organizaciones varia, también, el entusiasmo, la dedicación, el interés y el compromiso de los socios y socias. En el período del nacimiento bullen las ideas y ante la falta de recursos los socios y socias se arremangan la camisa y asumen directamente la gestión. Luego cuando se establecen los programas, se ejecutan los proyectos y los ingresos permiten pagar personal la participación directa de ellos se reduce. Viene el momento del apoyo puntual, de la asesoría especifica, de las tareas concretas, de tal forma que lo que congregaba al inicio de la organización ya no es igual a las demandas del presente y del futuro. No podemos esperar que nos acompañen, por siempre, los socios y socias fundadores. Recordemos: “ las personas pasan, las instituciones permanecen”. Lo ideal es procurar una buena mezcla generacional así como un equilibrio entre los géneros y las profesiones de los socios y socias.
Participación en comités de trabajo: Según la misión, el tamaño, los recursos y la complejidad de la ONG, la Dirección Ejecutiva debe crear y mantener comités asesores donde tengan cabida tanto los socios(as) voluntarios como los empleados. Estos comités tienen que tener funciones específicas y regularidad y a ellos deberá asistir el Director Ejecutivo o algún miembro de la Junta. Los comités no están para reemplazar o competir con el trabajo de los empleados; ni deben levantar la suspicacia de ellos. Son, ante todo, instancias de consulta y apoyo a la gestión. Los socios(as) harán parte de los comités que sean afines con sus estudios, experiencia o campo laboral. Por principio, todo socio o socia debe de hacer parte de un comité, con agenda de trabajo y procedimientos de evaluación..
Crear un comité permanente de nominación de nuevos socios(as): Las organizaciones las hacen y deshacen las personas. Las personas se enferman, migran o mueren. La organización debe diseñar procedimientos de selección, enganche, inducción, reemplazo y despido de socios(as), de acuerdo con lineamientos claros y específicos de la Junta Directiva. Para cada vacante deberá tenerse antes que el candidato el perfil requerido según las necesidades presentes y futuras de la organización. Este comité debe enfatizar en el candidato la responsabilidad y el compromiso que se adquiere y que no por el hecho de ser voluntario implica estar exento de cumplir tareas o servicios, o que estos se presten de acuerdo a la disponibilidad y el estado de ánimo. . Dicho comité es el que posibilita que halla siempre personas dispuestas para el empalme o el relevo generacional y que este no obedezca a criterios subjetivos o amiguistas. En cuanto al número de socios(as) no hay una recomendación única, ni muchos, ni pocos; su número lo determina el tamaño de la organización y la capacidad de la Junta y de la dirección ejecutiva por asignarles trabajo.
Mantener comunicación fluida y oportuna de las actividades: Los socios(as) son personas que tienen otros intereses y ocupaciones distintas a las de las ONG a la que pertenecen. Es tarea de la Dirección Ejecutiva mantenerlos informados ya sea vía impresos, llamadas telefónicas, reuniones o boletines virtuales. No tiene presentación que solo se entre en contacto con ellos y ellas una vez al año, 15 días hábiles antes de la asamblea general, con el único propósito de confirmar el quórum. La ausencia de información y comunicación personal debilita el vínculo y extingue el interés. En el mundo globalizado de hoy la competencia no es solo por los mercados y los clientes, los socios y las socias reciben también llamados de otras ONG y si nuestra oferta ya no es atractiva, se van.
Ofrecer oportunidades de formación y de capacitación: En general la relación entre socio(a) y ONG se establece entre alguien que dona o aporta, el socio(a), y alguien que recibe, la ONG. Este tipo de relación unidireccional pone en desventaja a la organización pues es esta la que debe agradecer el favor y valorar siempre lo que el socio(a) buenamente quiera hacer. ¡No! La relación debe ser en los dos sentidos. La ONG debe ofrecer oportunidades de formación y capacitación que no solo sean del interés de los socios y socias sino que, además, contribuyan a su desarrollo personal y profesional. Al hacer esto, la ONG queda en un plano de igualdad de aportes con sus socios y socias; además estos espacios propician el encuentro personal y social, base de la confianza y el mutuo conocimiento.

Así como la democracia requiere de ciudadanía que la legitime, las sociedades anónimas de accionistas, los establecimientos educativos de asociaciones de padres de familia, los sindicatos de sindicalistas, los conjuntos residenciales de copropietarios, las ONG necesitan personas que asuman a cabalidad el papel de socios y socias; que den línea; tracen políticas; ejerzan control fiscal; nombren ejecutivos honestos y competentes; participen con interés y entusiasmo en las decisiones, en las actividades, en los logros; que aporten al fortalecimiento del tejido social y a la disminución de los factores de exclusión y de pobreza. De nada le sirven a las ONG y a la sociedad socios y socias ausentes, poco informados y comprometidos, que solo asisten o mandan su representación a la asamblea anual; que su única motivación es la de hacer parte de la lista por figuración social. Las ONG son un medio comprobado para que las personas que sienten el llamado del voluntariado y del compromiso social puedan realizarse; pero ya no basta con querer hacer el bien, rápido y de cualquier manera: o se hace como se debe o no se hace. Si después de motivarlos y ofrecer espacios de participación, los socios y las socias, no responden y no hay resultados positivos, no queda otra salida que desprenderse del lastre, escribir cartas de despido y activar el comité de nominación...

Sus comentarios puede enviarlos a: bienhumano@epm.net.co

miércoles, noviembre 27, 2002


LA GERENCIA SOCIAL DESDE LA ÓPTICA DE LAS ONG

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano





En la matriz estadocéntrica la política social era responsabilidad exclusiva del Estado, quien mediante sus organizaciones y bajo un enfoque centralista diseñaba, ejecutaba y financiaba los proyectos y programas sociales. Al hacer crisis el modelo de Estado interventor, surge una nueva concepción, la matriz sociocéntrica, en el diseño y realización de la política social y de la prestación de servicios sociales básicos que se va a caracterizar por: la pluralidad de actores y sectores (Estado, Sector Empresarial, Sector Social, movimientos sociales, participación ciudadana y comunitaria); descentralización en la toma de decisiones y asignación de recursos; cofinanciación y recuperación de costos; subsidio a la demanda (competencia, libertad de elegir, creación de cuasimercados) en vez de subsidio a la oferta; identificación y focalización de beneficiarios; y evaluación con relación costo - impacto en vez de gasto público social[1].
En el tránsito de la matriz estadocéntrica a la sociocéntrica hizo aparición el modelo neoliberal del Estado el cual tuvo influencia en el diseño de la política social y en los fines del desarrollo social. Al respecto escribe el profesor Omar Guerrero Orozco:
“Qué nos propone el neoliberalismo? Hay que disminuir la civilidad, hay que disminuir la participación política, hay que disminuir las demandas cívicas de la ciudadanía. Dice que también se puede hacer lo siguiente, trasladar los programas sociales al mercado, que le cuesten a los ciudadanos y a los beneficiarios los servicios sociales, aunque muchos de nosotros pensemos que es una responsabilidad del Estado, porque el ciudadano paga sus impuestos. Sin embargo, se piensa que no es suficiente pagar los impuestos: hay que hacer que todos y cada uno de los servicios que el Estado estaba proveyendo y que ahora deben surtirlos, sean sufragados, a través de la iniciativa privada. Finalmente proponen algo más drástico: esterilizar las semillas de las demandas sociales, evitar que nazcan las demandas sociales, previendo de antemano que éstas surjan; hay que liquidar todas aquellas posibles fuentes de producción y de creación de demandas sociales. ¿Cómo? Evitando que se organicen grupos que demanden, de antemano, impidiendo que los futuros demandantes tengan la conciencia de la demanda futura de servicios, es decir esterilizar las semillas de las demandas sociales, antes de que puedan nacer”[2].
En Colombia la administración del presidente César Gaviria, 1990 -1994, (ver antecedentes, capítulo 1) fue la primera en adoptar los preceptos neoliberales, sin embargo fue también el momento de una fuerte movilización ciudadana, social y política en torno a la convocatoria y realización de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la cual promulgó al Estado colombiano como un Estado Social de Derecho con obligaciones en la prestación de servicios sociales a todos los ciudadanos. Esta polarización de fuerzas evitó que en el país la política social y el desarrollo social se ciñeran al “recetario único” del neoliberalismo. Lo que sí sucedió fue un proceso de modernización de la gestión pública, no sólo en Colombia sino en muchos otros países[3]. En América Latina, la División de Desarrollo Social de la CEPAL fue la organización que más impulsó la modernización de la gestión publica en el Sector Social. Propuso reformas institucionales del aparato estatal tales como: la introducción de mecanismos de mercado en la organización y gestión de servicios sociales; la intervención en la oferta y en la demanda; la aplicación de tasas o precios públicos por la prestación de servicios; la contratación externa en la provisión de servicios; la creación de mercados internos o “cuasimercados”; la transferencia del poder de compra a los consumidores, y el sistema de bonos. Propuso, también, la adopción de prácticas y técnicas provenientes del llamado “gerencialismo” en la administración pública con el objetivo de mejorar la eficiencia de los recursos oficiales, siendo los más destacados: la introducción de la administración de la Calidad Total y por objetivos (APO) en los programas y proyectos sociales; el control de gestión en ellos; y, la reingeniería de procesos aplicada a la gestión de políticas sociales[4]
Otra organización oficial que también ha ejercido influencia en los gobiernos de América Latina en las políticas sociales es el Instituto Interamericano para el Desarrollo Social INDES, organización adscrita al Banco Interamericano de Desarrollo con sede en Washington. Una de sus representantes mas reconocida es la socióloga Isabel Licha quien ha trabajado el tema de la “Caja de Herramientas de la Gerencia Social”, como instrumentos para aplicar en el diseño, ejecución y evaluación de proyectos y programas sociales, siendo ellos:
1. Análisis del entorno gerencial
2. Análisis de los involucrados
3. Procesos y técnicas de negociación
4. Construcción de escenarios
5. Planificación estratégica
6. Instrumentos de formulación de proyectos
7. Instrumentos de monitoreo y evaluación
8. Metodologías participativas de planificación y evaluación
9. Diseño y coordinación de redes
10. Diseño y gerencia de descentralización[5]
Las agencias de cooperación internacional han desarrollado nuevas metodologías tanto para la gestión gerencial y social como para la formulación y presentación de proyectos, entre los más conocidos esta el ZOPP y el Marco Lógico.
Las consideraciones anteriores darían a entender que la gerencia social es ya un campo del conocimiento o una disciplina unificada en torno a teorías y métodos. Aun se debate si la gerencia social es un modelo de gestión, una técnica o un instrumento de control y evaluación de proyectos sociales. Veamos algunas definiciones:
Para la CEPAL:
“La gerencia social puede ser entendida, en términos generales, como el conjunto integrado de principios, prácticas y técnicas que permiten mediante su aplicación producir cambios significativos en al menos una condición de bienestar en la población - objetivo a la que es referido, mediante el uso efectivo y racional de recursos. Sus principios son: el impacto, la equidad, la focalización, la articulación, la flexibilidad y la participación social. (...) La expresión operativa de la gerencia social se encuentra en la gestión de programas y proyectos sociales”[6].
Bernardo Kliksberg:
“Gerencia social eficiente tiene que ver con optimizar el rendimiento de los esfuerzos de los actores sociales en el enfrentamiento de los grandes déficits sociales de la región, y el mejoramiento del funcionamiento y resultados de la inversión en capital humano y capital social”[7].
Para el Departamento Nacional de Planeación (D.N.P) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP), de Colombia:
“La Gerencia Social puede entenderse como el conjunto de conocimientos, procedimientos y acciones que se aplican para ejecutar la política social mediante la dirección, coordinación y concertación de programas y proyectos dirigidos a lograr desarrollo humano de la población asentada en los respectivos territorios. La Gerencia Social debe conducir a la obtención de metas determinadas de Desarrollo Social Y Humano, mediante el uso eficiente y racional de recursos. Es una herramienta que deben incorporar las instituciones públicas y sociales en sus planes y programas de desarrollo para promover el mejoramiento y calidad de vida de los colombianos.[8]
La trabajadora social María Victoria Muñoz:
“La Gerencia Social es una propuesta alternativa que tiene como objetivo la construcción de una nueva sociedad en donde los distintos actores sociales, entre ellos las instituciones del sector social, se integren en un proyecto que, más allá de la racionalidad instrumental y la racionalidad estrictamente económica, apunte a desarrollos humanos y colectivos más amplios, en donde la razón de ser de cada institución (su misión y visión) sea una respuesta estructurada a los retos de la sociedad moderna. (...) La Gerencia Social no solo busca una modernización institucional sino también, y fundamentalmente, una propuesta de modernidad, donde el desarrollo no sólo sea creci-miento económico sino también calidad de vida, posibilidad de expresión espiritual y social a través de los programas institucionales”[9].
El economista Miguel Cerón Hurtado:
“La Gerencia Social es un instrumento que permite el manejo eficiente, eficaz, pertinente y productivo de los recursos sociales para lograr objetivos de calidad de vida mediante la solución de las necesidades humanas tanto fisiológicas”[10]
Extrayendo lo común de las anteriores definiciones encontramos que la gerencia social es un campo de conocimiento en formación que dispone de variadas herramientas e instrumentos para mejorar la gestión social de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
La urgencia y necesidad de adoptar un enfoque gerencial en la gestión de las organizaciones sociales no sólo proviene de asesores externos sino de personas que trabajan en el sector. Silvio Cárdenas Concha, Director de la Fundación Saldarriaga Concha lo expresa así:
“Entre las realidades que vivimos a diario en el campo de la rehabilitación, hay una que identifica a la gran mayoría de las instituciones con las que trabajamos: la ausencia de un criterio gerencial en el desarrollo de las actividades administrativas de la empresa (o sea, de la institución misma).
Desde hace muchos años, en Colombia se tiene el concepto de que trabajar por los demás, manejar instituciones que tienen como fin el velar por la salud y la educación de nuestros conciudadanos, pensar en el desarrollo social, se tiene que hacer con donaciones y con regalos que necesria y obligatoriamente deberían hacer aquellas empresas que tienen como hacerlo económicamente. Rara vez se piensa que el verdadero desarrollo empieza cuando concebimos una idea o un proyecto, en términos de autogestión y autoproductividad. Llevamos un lastre conceptual adquirido desde los españoles, que consiste en creer que las acciones sociales no son capaces de producir su propia gestión y que, por el contrario, todo programa y toda institución debe depender exclusivamente de donaciones, de las entidades estatales, los grupos económicos grandes y las instituciones extranjeras que muestran interés por estos temas...Gracias a los conceptos modernos sobre gestión, calidad, redes sociales y liderazgo, es que ya podemos hablar, sin equivocarnos, que venimos trabajando en rehabilitación, desde una perspectiva muy anacrónica y con un bagaje social muy simplista. Esto nos ha hecho ver que es poco (por no decir nulo) el impacto social que hemos producido con nuestras actividades y que, por el contrario, dilapidamos los recursos económicos de quienes con tanto esfuerzo han depositado en nuestra institución, con gran confianza en nuestro nombre”[11]
El profesor universitario Federico García Barrientos expone las dificultades de la gerencia en el Sector Social:
“Los gerentes y administradores de las organizaciones sociales se enfrentan a una triple dificultad en cuanto a su gestión, estas se presentan en el plano conceptual, en el plano operativo y en el entorno en que se desenvuelven:
Desde lo conceptual:
¿Qué se entiende por bienestar social? ¿Qué se entiende por desarrollo económico y social? ¿Qué son las políticas de lo social? ¿Qué es la demanda y oferta desde lo social?
Desde lo operativo:
¿Qué estilo es propio desde la Gerencia para abordar los servicios sociales? ¿Qué relación operativa se debe establecer entre los clientes internos y externos? ¿Qué es el mercado de lo social y como gerenciarlo?
Desde el entorno:
A esta doble dificultad de lo conceptual y de lo operativo se le suma el enrarecido ambiente, económico, político y socio-cultural de la nación colombiana; estos fenómenos externos impactan a las organizaciones sociales de manera profunda, ello se refleja desde la gerencia y el mercadeo en hechos como el corto placismo, la falta de claridad conceptual en cuanto a la definición de los servicios sociales, la falta de planeación y control de los manejos técnicos, financieros y humanos, así como la carencia de indicadores claros de gestión en cuanto a eficiencia, eficacia, pertinencia y cobertura”.[12]
Coincidimos con las apreciaciones de Silvio Cárdenas Concha y con varios de los interrogantes del profesor Federico García, los cuales han sido abordados en el presente texto en los planos en los que el los enuncia. Hay acuerdo en el sentido de que el modelo de gerencia social esta determinado por la concepción de desarrollo social que se asuma, puesto que las implicaciones operativas de la gestión difieren, sustancialmente, si se parte del antiguo paradigama de lo social o del emergente. (Ver capítulo 3). Tambien hay coincidencia en reconocer la importancia del entorno en la producción de bienes y servicios sociales así como la articulación de la gestión interna con el medio externo. (Ver ilustración 3, pág: 118). Las organizaciones del Sector Social, entre ellas las ONG, no pueden abstraerse de su entorno, de las políticas programáticas y presupuestales del Estado, y, tampoco, de los avances teórico prácticos de la gerencia y el mercadeo social.
Otra situación problemática de la gerencia social, aún no esclarecida, es lo que debe entenderse como mercadeo social. Los interrogantes que surgen tienen que ver tanto desde el lado de la oferta como de la demanda. Desde la oferta: ¿Con que premisas, criterios y presupuestos se diseñan bienes y servicios colectivos? ¿Hay un perfil de ONG oferentes para cada segmento de beneficiarios y/o clientes? ¿Qué tan flexible y elástica es la oferta de las ONG ante los requerimientos del mercado? ¿Qué tan diversificada, sectorizada y especializada es la oferta social? Desde la demanda: ¿Qué tan numerosa, conocedora y diversificada es? ¿Qué tan estudiada y conocida son las necesidades de los demandantes? ¿Hay criterios de calidad y precio en la selección y contratación de bienes y servicios sociales? ¿Qué tanto compiten y/o colaboran el Sector Gubernamental, el Sector Empresarial y el Sector Social en el mercado social? Son estas, entre otras muchas, las inquietudes que se señalan como problemáticas desde la gerencia social de las ONG y cuya respuesta sería objeto de otra investigación.[13]
En cuanto a los fines de la gerencia social existen dos posiciones, una que la considera “hija” del modelo neoliberal de desarrollo y de las agencias oficiales con el propósito de “optimizar los recursos y mejorar la eficiencia y eficacia de la gestión gubernamental”, la cual, por conveniencia, fue adoptada como guía y práctica de gestión en las ONG; otra que la considera como una oportunidad para “articular acciones dispersas entre el Sector Gubernamental, el Sector Empresarial y el Sector Social”. En la presente investigación nos interesa detener-nos en esta última posición, sobre todo en las implicaciones que tiene la adopción de la gerencia social en las ONG.
Es un hecho innegable que las transformaciones sociales, políticas económicas y culturales de la última década del siglo XX (Ver Antecedentes, capítulo 1) influyeron en las ONG colombianas en su estructura, composición, objetivos, misiones, fuentes de financiación y relaciones con los Sectores. El entorno relativamente estable de “lo social” se hizo más turbulento, complejo, incierto e impredectible como consecuencia de la agudización y deterioro de la situación del país. Por primera vez en su historia de vida institucional las ONG se vieron obligadas a replantearse en todos los aspectos organizacionales con el fin de garantizar su sostenibilidad[14] y credibilidad. Las demandas externas presionaron el cambio; la estrategia asumida por muchas de ellas, con el apoyo de la Confederación Colombiana de ONG y sus federaciones departamentales, fue la del fortalecimiento institucional[15]. Dicha estrategia integra conceptos y herramientas de la administración y de la gerencia social gubernamental para desarrollarlas en las ONG.
A pesar de las presiones, demandas externas y ofertas de cualificación el proceso de cambio ha sido desigual, una parte de las ONG, las de mayor antigüedad, siguen apegadas al paradigma tradicional del asistencialismo y el voluntarismo, se niegan a relacionarse con el Estado y a hacer parte de la Sociedad Civil en la construcción de los público democrático, manteniéndose en una situación de encierro institucional y de liderazgo directivo. Otro grupo de organizaciones han avanzado, parcialmente, en el cambio, introduciendo en su gestión gerencial herramientas como la planeación estratégica, el mercadeo social, la reingeniería, los indicadores de gestión, la gerencia de proyectos, la evaluación y el monitoreo, y la certificación de calidad en sus procesos, pero sin modificar su estructura social y línea de autoridad en sus instancias directivas. Otras, las menos representativas, han convertido la amenaza en oportunidad para restructurarse, a fondo, en su objeto social, metodologías de intervención y en sus vínculos con el Estado y la Sociedad Civil.
Podemos enunciar los actores y las nuevas relaciones que cambiaron el escenario de actuación de las ONG colombianas en la última década del siglo XX y su relación con la gerencia social:
Con el Estado:
La constitución de 1991, la Ley 80 de 1993 y la reforma en la política social fueron tres hechos decisivos que modificaron las reglas del juego entre las ONG y el Estado. La Constitución, en cuanto a que posibilitó la prestación de servicios sociales básicos y prohibió los auxilios oficiales, fuente no santa de financiación. La Ley 80 en la medida en que reguló las normas de contratación de servicios Estado - ONG, obligando a éstas a adquirir conocimiento y experiencia en procesos de convocatoria, licitación y adju-dicación de contratos públicos; y, la política social por hacer extensiva al gremio su participación en la formulación y ejecución.
El cambio de rol del Estado le implicó a las ONG a redefinir sus posiciones con él; unas aceptaron relacionarse vía contratación de servicios como forma de obtener ingresos seguros y convertirse en ejecutoras de la política social gubernamental, aplicando para tal fin toda la “caja de herramientas” de la gerencia social” y renunciando a posturas críticas o alternativas a las del Estado, so pena de perder contratos y ser declarados “organizaciones no gratas”, la renuncia a posturas propias frente a temas del desarrollo social y su identificación sin reservas a las propuestas del Estado les granjeo la denominación burlona de “Organizaciones Neo gubernamentales”. Otras, en especial las dedicadas a promover la defensa de los derechos humanos y la participación ciudadana se negaron abiertamente a contratar con el Estado argumentando la pérdida de la autonomía y el control a la gestión pública al tiempo que manifestaban reservas ideológicas frente a las bondades de la gerencia social, actitud que generó conflicto con los partidos políticos tradicionales y personajes de la intelectualidad[16]; y, las ultimas mantuvieron una posición “autista”, sin ningún tipo de relación abierta o encubierta con el Estado. A estas últimas se refiere Eduardo Bustelo Graffina:
“Un aspecto relevante es la carencia casi total de “esfera pública” en muchas ONG, lo que se oculta generalmente bajo las formas de acción social más “comprometidas” en la lucha contra modalidades más extremas y denigratorias de la pobreza y la indigencia humana. Esto redimiría a esas ONG de cualquier compromiso ideológico - político. El “madreteresismo” y el “ladynismo” como actitud social. (...) Porque una de las ventajas de muchos proyectos sociales es que “garantizan” la separación de lo social de la política, concebida esta última como el ámbito que divide lo que separa y lo que denigra las formas “purificadas del compromiso no gubernamental”.[17]
En el gremio de las ONG hay planteado un debate frente a los enfoques y modos de articulación con el Estado, no existe un consenso, aceptado por todas, frente a este asunto y no lo puede haber mientras se sobrepongan visiones y se profundice en la heterogeneidad y atomización del gremio. Un claro ejemplo que muestra la división es la participación o no de ellas en el Plan Colombia de la administración Pastrana; mientras se crean ONG, de un día para otro[18], para hacerse a los recursos del Plan, otras se niegan a vincularse a él por razones ideológicas y políticas.
Con la Cooperación Internacional:
Los sucesos internacionales acaecidos en los años 90 como la desaparición de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín replantearon los términos de la cooperación entre Europa y América Latina. Para Europa la prioridad de la atención y los recursos se reorientó a los países que conformaban el bloque socialista y algunos países, entre ellos Colombia, pasan a ser considerados como de mediano desarrollo por los gobiernos europeos y las agencias de Cooperación. Estos actores, además, empezaron a evaluar los recursos y el impacto de los proyectos financiados para el desarrollo del Tercer Mundo resultando que los aportes concedidos no se correspondían con los índices de pobreza y atraso de los países a los cuales se les había concedido, por décadas, cooperación. Esta revisión dio como resultado la imposición de nuevas exigencias a las ONG solicitantes tales como: adopción de metodologías especificas en la formulación de los proyectos, v.gr., el márco lógico; controles más rigurosos a los desembolsos y a la destinación de los recursos; consecución y movilización de otros dineros vía cofinanciación; prelación a macroproyectos de amplio impacto y cobertura a realizarse en alianzas público - privadas; necesidad de justificar la sostenibilidad del proyecto,asaí como construcción y verificación de indicadores de resultados.
La cooperación internacional enfatizó en la presentación de proyectos productivos, de generación de ingresos y con perspectiva de género. Al final de la década de los 90, en el caso colombiano, ante la agudización del conflicto armado y sus consecuencias negativas para la población civil, la cooperación internacional enfocó su acción hacia la ayuda humanitaria y de emergencia a las familias y comunidades desplazadas.
La confluencia de los cambios anotados obligó a las ONG interesadas en los recursos de la cooperación a vincular empleados expertos en formulación y “lobby” de proyectos, y a incorporar la “caja de herramientas” de la gerencia social en la gestión de los mismos para, así, dar garantías a los gobiernos y agencias extranjeras del profesionalismo y responsabilidad de la organización en la realización de los proyectos presentados. Esta situación fue particularmente difícil de afrontar para aquellas ONG dependientes en un 100% de los ingresos de la cooperación internacional para la realización de sus actividades. La relaciones entre las ONG y la cooperación internacional son objeto de crítica y de controversia en la opinión pública por el origen y monto de los recursos que movilizan:
“Las ONG se han convertido en tan buen negocio que es posible que muchas se creen solamente para recibir fondos. Hoy por hoy las ONG manejan un presupuesto mayor al del Banco Mundial. Según The Economist, en 1997 las ONG obtuvierón 5.500 millones de dolares sólo en donaciones privadas. Expertos en el tema dicen que muchas ONG viven de recursos de los diferentes gobiernos, y cuando se acaba la causa para la cual fueron creadas, buscan nuevos fondos y hacen otras campañas. “Casi todas las ONG que actuan en Africa son extranjeras. Siempre llegan en tiempo de guerra con nuevas finalidades y sus acciones son de corto plazo”, asegura el politólogo Eric Lair, estudioso del tema en la Universidad de los Andes”[19].
Con el Sector Empresarial
La relación entre la empresa privada y las ONG es de vieja data. Con la partida presupuestal de “beneficencia y civismo” la industria, el comercio y los servicios han aportado dineros a las ONG para el cumplimiento de sus programas. Dineros ocasionales, dispersos y de poca cuantía, en general, para las entidades beneficiarias, los cuales han disminuido con motivo de la proliferación de ONG y la recesión económica de los últimos años. La relación no sólo ha sido monetaria sino personal, por cuanto, en muchas ocasiones, los empresarios y sus familias han creado sus propias ONG o son socios o integrantes de Juntas Directivas. Sin embargo esto ha venido cambiando. En 1995 la ANDI en asocio con el Centro Colombiano de Filantropía y la Fundación Social organizaron en Cartagena el Simposio Internacional sobre Empresa Privada y Responsabilidad Empresarial con el propósito de sensibilizar, aportar conocimiento y crear conciencia en el gremio de la proyección social de su labor; también, la ANDI, el Centro Colombiano de Filantropía y la Universidad de los Andes se unieron para llevar a cabo una investigación acerca de la responsabilidad empresarial en Colombia siendo una de sus conclusiones con respecto a las ONG:
“Si la empresa privada desea optimizar el uso de los recursos que destina a actividades de tipo social y el impacto y los beneficios que se obtienen a través de la acción social responsable, sin comprometerse directamente con ellas, tiene la alternativa de asociarse con una de las ONG que están haciendo de esta labor una actividad más profesional. Además, estas entidades cumplen con la función de analizar las nece-sidades de la comunidad y de informar cuales son las prioridades de cada región”[20].
Otro resultado a destacar de la investigación:
“El hecho de que la mayoría de las empresas colombianas tenga al menos una práctica filantrópica no formal, demuestra que ya existe en el país un recurso potencial de trabajo en el Sector Social. Este esfuerzo individual debe ser optimizado a través de programas definidos con base en planes que integren las necesidades de una comunidad o región específica”[21].
En el departamento de Antioquia hay casos concretos de responsabilidad empresarial en asocio con ONG locales: el programa Entretodos de Proantioquia que une fundaciones empresariales con empresas privadas para adelantar acciones de responsabilidad social; las corporaciones empresariales del Oriente, de Itagüi, de Copacabana y Pro Aburrá Norte que reúnen empresas de sus municipios para realizar proyectos de beneficio social, acatando así las recomendaciones de la investigación citada.
Las relaciones entre empresa privada y ONG no se limitan al área de los programas sociales; otro aspecto a mencionar es la influencia que el pensamiento y las prácticas gerenciales de las empresas ejercen sobre la estructura administrativa, contable y financiera de las ONG. Antes que una adaptación o contextualización de teorías, métodos, técnicas, conceptos o lenguaje, lo que ha habido es una migración mecánica y oportunista de esos componentes a la gestión interna de las ONG lo cual no solo ha causado contratiempos y errores costosos en su aplicación sino, además, desviaciones en la misión y el objeto social de la organización. A este respecto hay que destacar el esfuerzo hecho por la Federación Antioqueña de ONG, con el apoyo financiero de la Fundación Éxito, por capacitar y asesorar a los dirigentes, de más de 50 entidades afiliadas, en un programa de gestión organizacional diseñado de acuerdo a las necesidades y requerimientos del gremio, el cual se ha convertido en un modelo para replicar en otras federaciones. La tarea a continuar es la de seguir reflexionando y construyendo un pensamiento gerencial propio, desde la base, que de respuesta oportuna y efectiva a las demandas internas y externas de los distintos actores que tratan con las ONG. De esta manera las ONG podrán convertirse y ser catalogadas como verdaderas empresas de desarrollo social.
Con el Sector Social
Las anteriores consideraciones acerca de la gerencia social son también extensivas al Tercer Sector:
“Al hacer el análisis del comportamiento del Sector Social en Colombia, al cual pertenecen entre otras las ONG, se concluye que ha habido un distanciamiento con la aplicación de métodos administrativos eficaces que permitan hacer más efectiva la gestión, mejorar la productividad de la organización (beneficiar a un mayor número de personas con los proyectos que se desarrollan y reducir los costos de operación), y sobre todo, mejorar la calidad del servicio y el nivel de satisfacción de las personas beneficiarias de los programas y de las organizaciones aportantes de recursos, base fundamental para la medición del impacto. (...) Este proceso tiene diversas causas, siendo una de las principales, la falta de un modelo de gestión práctico que pueda aplicarse y mantenerse en este Sector que ofrece características tan particulares y que debe dejar satisfechos a todos los grupos humanos con los que se relaciona para lograr su estabilidad”[22]
Las demandas externas de cambio al Sector Social lo han obligado a adecuar los métodos administrativos, programas y servicios que ofrecía bajo el viejo paradigma, en especial las cajas de compensación familiar y las cooperativas. El balance de este trabajo podría calificarse de desigual en cuanto que el Tercer Sector aún no logra alcanzar un nivel mayor de cohesión interna que posibilite agrupar intereses y asumir posiciones unificadas frente a los otros sectores. Hace falta más acercamiento interinstitucional y gremial que propicie el mutuo conocimiento, la posibilidad de realizar acciones conjuntas y de al Sector más visibilidad. Un ejemplo exitoso en tal sentido fue la creación de consorcios y uniones temporales entre universidades, cajas de compensación y ONG para atender los requerimientos económicos y sociales de la reconstrucción del eje cafetero afectado por el terremoto de enero 18 de 1998. Mediante el Fondo de Reconstrucción del Eje Cafetero, FOREC, el gobierno colombiano encargó a organizaciones del Sector Social la gestión física, técnica, social y económica para recuperar la vida municipal y comunitaria de la región. Mediante contratación el FOREC adjudicó a 10 consorcios la ejecución de tareas en 10 gerencias zonales:
“La gran convocatoria para la ejecución de los $1.6 billones que asignó el Gobierno Nacional para la reconstrucción del Eje Cafetero permitió la participación del sector público y privado, en una experiencia única en el país. El manejo transparente del proceso lo certifica la Contraloría General de la República, que en las 180 auditorías realizadas al Forec no encontró ningún tipo de irregularidad.
La participación de las ONG en el proceso fue eficiente. De los recursos invertidos en la Zona el 95% fueron destinados a inversión, en tanto que un 5% fue para el pago de funcionamiento. Lo usual en las entidades del Estado es un 40% para obras y un 60% para nómina”[23].
Sin embargo la movilización de recursos considerables para la ejecución de proyectos y programas sociales por parte del Estado y los bancos y las agencias internacionales de cooperación internacional, han introducido un nuevo factor de perturbación en las relaciones internas del sector, cual es el de la competencia por la asignación de recursos públicos y oficiales vía contratación. En muchos casos, el afán competitivo ha primado sobre el mantenimiento de unas relaciones de colaboración, solidaridad y entendimiento, lesionando la integración del sector por el predominio de relaciones de desigualdad económica y gerencial en la adjudicación de los contratos entre las universidades, cajas de compensación y ONG.
A la anterior situación se suma la aparición de nuevos actores que reclaman espacios y oportunidades de trabajo en el Sector Social: nos referimos a grupos de profesionales de las ciencias sociales, que bajo el amparo lícito de la libre empresa, crean organizaciones con ánimo de lucro para llevar a cabo programas de desarrollo social, empleando las herramientas y metodologías de la gerencia social.
Otra relación que ha manifestado señales de cambio, en los últimos años ,en el el Sector Social, es la establecida entre las ONG y las organizaciones comunitarias; a este respecto coexisten dos tendencias, una de cooperación, entendimiento y mutuo apoyo en la realización de proyectos y programas sociales[24], y otra de conflicto y competencia por los recursos estatales y de cooperación internacional que se manifiesta en posiciones antagónicas frente a la representación y participación ciudadana en los asuntos públicos así como de enfrentamientos en los espacios barriales y comunitarios. El empoderamiento de las organizaciones comunitarias ha cuestionado, y con razón, la intermedación social y política de las ONG frente al Estado y la comunidad, reclamando un acceso directo con estas instancias. Este conflicto, no antagónico, se irá resolviendo en la medida que tanto las ONG como las organizaciones sociales definan con claridad sus intereses y roles como actores sociales frente al Tercer Sector y la Sociedad Civil.
Con la Sociedad Civil
Discurso sin recurso es retórica y recurso sin discurso es activismo. La construcción de las alianzas público - privadas es la oportunidad de concitar los discursos y los recursos de las organizaciones de los tres sectores en la consecución de un objetivo común. La gerencia social se constituye en la herramienta idónea para tal fin por cuanto posibilita un manejo eficiente de los recursos y transparencia en la definición de los compromisos adquiridos por los distintos actores; éstos, como ya vimos, aportan de acuerdo a sus fortalezas no siendo siempre el dinero el único recurso o el más importante. Así, la gerencia social también contribuye a crear e incrementar el capital social. La Sociedad Civil requiere incrementar su reconocimiento y autoestima no solo con pronunciamientos públicos y elaborados discursos sino, también, con acciones efectivas en el mejoramiento de la calidad de vida y la participación social, ciudadana y comunitaria.
Con los “clientes y beneficiarios”
La gerencia del servicio centrada en satisfacer las expectativas y deseos de los clientes ha dejado de ser una norma de calidad de la empresa privada para extenderse a los programas sociales prestados por el Estado y el Sector Social. Bajo el modelo paternalista y asistencialista, regido por las condiciones de la oferta, no se prestaba atención a factores como la oportunidad, el costo, la calidad, la satisfacción, el impacto y la evaluación de las condiciones de prestación de un servicio. Este era prestado bajo las condiciones impuestas por las políticas o recursos disponibles de las organizaciones sin tener en cuenta los gustos u opiniones de los usuarios, siendo la ineficiencia y la mala calidad, lo predominante.
El cambio de paradigma de lo social, implicó, a su vez, redefiniciones en las formas de concebir la prestación de servicios a los usuarios. El pasar de un mercado de oferta regulada y restringida a uno de libre demanda y escogencia obligó a las organizaciones sociales a tener en cuenta los gustos y preferencias de sus beneficiarios, y a considerar los criterios y proce-dimientos de la gerencia del servicio. En nuestro país dicho cambio se dio con particular fuerza en el sector de la salud con la expedición de la Ley 100 de 1993, la cual obligó a las entidades públicas y privadas a modificar concepciones y prácticas gerenciales para poder responder a los retos de un mercado competitivo. En muchas organizaciones el cambio llevó a reemplazar el concepto de usuario y/o beneficiario por el de cliente y en introducir estrategias innovadoras de mercadeo social para ampliar coberturas y mantener “clientes”. Es decir, organizaciones sociales centradas en el cliente. Escriben las trabajadoras sociales María Cecilia Tobón y María Victoria Muñoz Hernández:
“El concebir el servicio social en su dimensión de desarrollo humano nos obliga a una revisión fundamental de nuestro concepto de cliente. En la visión tradicional hemos considerado que los servicios están orientados únicamente a suplir carencias de las personas colocando sólo un aspecto de la realidad que ellas viven, como aquel que las define en la sociedad. Este enfoque ignora su integralidad como seres humanos, los ignora como personas, ya que al centrar la acción en sus carencias, es decir, en lo que no poseen o a lo que no han podido acceder, se está ignorando la complejidad de la situación humana, sus potencialidades, su inteligencia y su conocimiento. (...) Si queremos un servicio verdaderamente eficiente y eficaz, que tenga un impacto social real, se hace necesario concebir a nuestro cliente como un sujeto que vive en una determinada realidad; sujeto humano, producto de una realidad histórica, social y cultural; sujeto que ha desarrollado una forma personal de relacionarse con el mundo y que tiene, por lo tanto, un papel protagónico en la producción del servicio: el derecho a elegir, a opinar sobre la calidad del mismo y a negociar las formas de prestación; es él quien establece la demanda y quien exige una determinada forma de prestación”[25].
La aplicación, a fondo, de la racionalidad instrumental de la gerencia empresarial a los servicios que prestan las organizaciones sociales es una propuesta que aún genera resistencias en un sector caracterizado por la heterogeneidad, la atomización y la lucha ideológica por imponer misiones, visiones y metodologías “exitosas” al resto de la sociedad. Las reservas se expresan en el riesgo de caer en prácticas que privilegien la obtención de excedentes y la rentabilidad económica en detrimento de la función social del servicio prestado. El concepto mismo de “cliente” suscita controversia por la asimilación a ultranza de su significación como consumidor de un mercado del Sector Empresarial. El concepto de “beneficiario” aun connota un significado de paternalismo y voluntarismo que riñe con las demandas del desarrollo social. Este debate, todavía no concluido, hace parte del intento de un sector de las ONG por transformarse y ser consideradas por el Estado, la Sociedad Civil y la opinión pública como Empresas Sociales. El éxito generalizable de tal propósito solo el futuro lo determinará; lo que si es cierto es que los reales intereses y necesidades de los “clientes” o “beneficiarios” de los proyectos y programas sociales no se pueden seguir ignorando o subvalorando como en el pasado, ellos han tomado conciencia de sus derechos y exigen participar en las decisiones que les atañen.
Con la estructura social de las ONG
La aplicación de las herramientas de la gerencia social, tanto desde la vertiente gubernamental como de la vertiente empresarial, ha demandado a las ONG un proceso continuo de desarrollo organizacional y adecuación de sus visiones, misiones, valores y modelos de gestión. El fortalecimiento institucional ha sido una de las estrategias adoptadas para responder a este reto. Las Direcciones Ejecutivas y los equipos operativos de las ONG enfrentan, en mayor medida, las presiones del cambio. La capacitación y actualización periódica se incorporan, de manera permanente, en la agenda de trabajo y en la cotidianidad institucional; pero no ha sucedido lo mismo con las Juntas Directivas. En muchas ONG el perfil de los socios, su conocimiento de la organización y del entorno, no ha evolucionado al ritmo de los Directores(as) y de los profesionales, dando como resultado un desbalance entre los órganos de gobierno y la línea de autoridad, lo cual genera conflictos de intereses y de poder en las organizaciones. Encontramos Asambleas y Juntas Directivas ancladas en el culto al objeto social fundacional, resistentes al cambio, a la pérdida de influencia y liderazgo, versus Directores(as) Ejecutivos(as) y equipos operativos deseosos de refor-mas y modernización. En consecuencia, ha surgido un nuevo foco de conflicto y de tensión en las organizaciones, precipitando crisis, renuncias y separaciones que afectan, para bien o para mal, la sostenibilidad y credibilidad de las mismas.
En 1996 la Corporación Paisajoven sistematizó las experiencias de desarrollo organizacional de las entidades públicas y privadas que trabajan con jóvenes en la ciudad de Medellín. Con relación a las Juntas Directivas de las ONG, dicho informe señaló:
“Las Juntas Directivas en las ONG son entes tradicionales, que cumplen con responsabilidades de representación. Dependiendo de la coyuntura, hacen presencia en acciones puntuales, no participan en la construcción del futuro en las organizaciones, ni el diseño de políticas y estrategias para su fortalecimiento, mucho menos asumen tareas de una manera sistemática.
Los miembros actuales de las Juntas Directivas, tienen responsabilidades laborales y sociales múltiples, lo que no les permite asumir tareas ni invertir tiempo periódicamente en las instituciones, para contribuir al fortalecimiento y desarrollo organizacional.
Los miembros de las Juntas Directivas se alejan cada vez más de la idea de depender sólo de la cooperación, pero se resisten a los procesos de reestructuración administrativa que pretenden posicionar las organizaciones competitivas en el mercado”[26]
En el Segundo Taller de Gestión Organizacional, realizado por la Federación Antioqueña de ONG, el asesor Carlos Valencia comenta respecto a la función de dirección:
“Como una seria debilidad de las ONG locales se menciona el papel de sus Juntas Directivas u Organismos de Dirección. Los mismos se han quedado en el pasado, sin renovación alguna, dificultando con ella la cristalización de nuevos enfoques y modelos. El asistencialismo cunde por doquier, y con ello la falta de conciencia por una renovada gestión que tenga en cuenta los nuevos desarrollos en la temática.”[27]
La preocupación acerca del desempeño y responsabilidad de la Juntas Directivas de las ONG no es exclusiva de nuestra realidad. Una investigación realizada en 55 ONG en Centroámerica[28] arrojó los siguientes resultados:
“Los y las participantes de las entrevistas (en su mayoría Directoras y Directores Ejecutivos) calificarón el desempeño de la Junta entre pobre y regular con respecto a las responsabilidades y tareas que se espera que las Juntas asuman, generalmente. Las Juntas en el estudio recibierón una calificación general de 2.79, en una escala que va de 1 (muy malo) a 5 (muy bueno)”.
“Las responsabilidades que a menudo se asocian con el papel de la Junta en la supervisión financiera, recibieron una calificación regular. Por ejemplo, el papel de la Junta en asegurar el uso apropiado de fondos recibió una calificación de 2.96”
“Claramente las Juntas no han cumplido con las expectativas de las organizaciones en el área de la evaluación. Recibieron bajas calificaciones en sus esfuerzos por monitorear el avance y evaluar los resultados del trabajo de la organización, así como evaluar su propio trabajo como Junta Directiva y el desempeño del Director o la Directora Ejecutiva, o integrante de mayor rango del personal”
Ante la validez de las críticas externas e internas, la gerencia social tiene que convertirse en una oportunidad para propiciar el cambio de actitudes y de mentalidad en las personas que gobiernan, lideran y administran las ONG; tiene que contribuir a transformar positivamente la estructura social, revisar los estilos de liderazgo, la línea de autoridad, el modelo de gestión, las metodologías de trabajo, de intervención, de evaluación, la inclusión en redes, la pertinencia de las relaciones interinstitucionales e intersectoriales, y el reconocimiento y la credibilidad en el medio de la organización. Dos asuntos de los mencionados son prioritarios: el cambio en las Juntas Directivas y los estilos de liderazgo como prerrequisitos para sintonizar a las ONG en las nuevas concepciones del desarrollo social, la gerencia social, el trabajo en alianzas, en la promoción de ciudadanía y la construcción de lo público democrático y en el reconocimiento y desempeño como actores sociales.
La Corporación PAISAJOVEN, en asocio con la Fundación para el Bienestar Humano, conscientes de la importancia del tema, deciden conocer a fondo la realidad de las Juntas Directivas y los estilos de liderazgo de sus ONG miembros, con el propósito de acompañar procesos de fortalecimiento para un mejor desempeño de las mismas. Es un motivo de satisfacción contribuir con este estudio al conocimiento de una realidad poco tratada e investigada en nuestro medio.
[1] Los paradigmas de la política social en América Latina. Rolando Franco, En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op. Cit. Pág:29
[2] Diseño de políticas sociales. Omar Guerrero Orozco. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op.Cit. Pág: 73
[3] “Entre las iniciativas de modernización destacan: el programa de Reinvención del Gobierno de los Estados Unidos; el programa Función Pública 200 del Canadá; la Estrategia de Eficiencia del Reino Unido; La Restauración en Dinamarca; La Reno-vación en Francia y Suecia; la moderni-zación en España; la Desburocratización Alemana y la reorganización Gubernamental en Nueva Zelanda y Australia, entre otros, cuyos nombres varían en función del énfasis del programa de cambio elegido”. Notas sobre modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. CEPAL. Documento. Pág: 6
[4] Para una ampliación detallada de las propuestas mencionadas véase: Notas sobre modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. Op.Cit.
[5] Véase: Instrumentos de la Gerencia social: una síntesis. Isabel Licha. Instituto Interamericano para el Desarrollo Social, INDES. Curso para formadores en Gerencia Social. Washington. Documento. 1999
[6] Notas sobre la modernización de la gestión pública en el campo de las políticas sociales. Op.Cit. Pág: 11
[7] Hacia una gerencia social eficiente, algunas cuestiones claves. Bernardo Kliksberg. INDES. Curso para formadores en Gerencia Social. Washington. Documento. 1995. Pág: 3
[8] La promoción de la Gerencia Social en Colombia. Seminario-Taller. Documento. 1995. Págs: 5 y 6
[9] La Gerencia Social, una propuesta para el desarrollo. María Victoria Muñoz. Serie de cuadernos de Trabajo Social, N° 3 CONETS. Cali. 1996. Págs: 17 y 26
[10] La Gerencia Social como instrumento de gestión de las políticas sociales. Miguel Cerón Hurtado. En: Políticas Públicas y Gestión Social, una mirada desde la Gerencia Social. Op.Cit. Pág: 152.
[11] Mitos en la rehabilitación integral. Silvio Cárdenas Concha. Revista Fundamentos. N° 12. Marzo de 2002. Bogotá. Pág:4
[12] Gerencia y Mercadeo Social. Federico García Barrientos. Texto sin publicar. Medellín. 2002. pág:1
[13] Para una ampliación del tema véase: El Mercadeo Social en Colombia. Yaromir Muñoz. Fondo Editorial Universidad Eafit. Medellín. 2001
[14] Algunas ONG otrora relevantes en el medio como CORPOSOL, la FES y FINSOCIAL desaparecieron; otras como la Fundación Social tuvieron que reducir sus programas y coberturas ante la crisis económica.
[15] “El fortalecimiento institucional se entiende como el esfuerzo dinámico y planificado, realizado desde una organización, para incrementar su efectividad e impacto social, mejorar su eficiencia, su calidad de gestión y su coherencia organizacional a lo largo del tiempo”. El fortalecimiento institucional y los acelerados cambios en las ONG latinoamericanas. Mario Valderrama. Revista Colombia Responde N° 7. Confe-deración Colombiana De Organizaciones no Gubernamentales. Bogotá. 1999. Pág: 14.
[16] En el Congreso de la República fue objetado el proyecto de participación ciudadana de las organizaciones sociales por represen-tantes de los partidos tradicionales con el argumento que las ONG intentaban despla-zarlos en su función de intermediación ante el Estado de los intereses de la comunidad; además se han dado intentos de crear una ley reglamentaria y una superintendencia para vigilar, controlar e inspeccionar las actividades de las ONG
[17] El abrazo: reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y las organizaciones no gubernamentales. Eduardo Bustelo Graffina. Revista Controversia N°173. Bogotá. 1998. Pág: 68
[18] Según datos de la Cámara de Comercio de Bogotá entre el 2000 y el 2001 se han constituido mas de 700 ON
[19] El quinto poder. Informe especial. OP. CIT. Pág: 40
[20] Responsabilidad Social Empresarial en Colombia: resultado de una investigación. Op.Cit. Pág:80
[21] Ibid. Pág: 79
[22] Las ONG tras el ISO 9000. En: Carta Ejecutiva. Federación Antioqueña de ONG. Octubre de 2000. Pág: 6.
[23] Trasparencia en el manejo. Eduardo Murillo Sánchez . Director Ejecutivo del Forec. El Colombiano, Domingo 11 de 2001, pág: 6ª.
[24] A este respecto vale la pena mencionar dos experiencias positivas. La creación de la Corporación PAISAJOVEN, en Medellín, como una organización de carácter mixto que auna esfuerzos y recursos de las organizaciones comunitarias y ONG de la ciudad que trabajan con jóvenes; y la Corporación Consorcio de fundaciones, creada en Bogotá, con el apoyo de la Fundación Ford que tiene por objetivo fortalecer institucionalmente a las organi-zaciones comunitarias de todo el país.
[25] Gerenciar los servicios sociales: una propuesta para el desarrollo. María Cecilia Tobón, María Cecilia Muñoz Hernández. Arango Editores. Bogotá. 2001. Págs: 70 y 7
[26] Sistematización de experiencias de desarrollo organizacional (de gestión) de las entidades públicas y privadas que trabajan con jóvenes en la ciudad de Medellín. Etapa III, análisis de los resultados obtenidos e informe global.Corporación PAISAJOVEN. 1996. Pág: 20.
[27] Segundo Taller de Gestión Organizacional. Carlos Valencia R. Federación Antioqueña de ONG. Medellín. 1998. Pág. 53
[28] Una fotografia de la conducción en organizaciones sin fines de lucro: El papel de las Juntas Directivas de las ONG en Centroamérica. Javier Morales Valverde y otros. Fundación Acceso. Documento de Internet. 2000. pág: 11