domingo, julio 20, 2014

La contribución de las ONG y el Tercer Sector colombiano en la creación de instituciones políticas y económicas incluyentes


Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano
Medellín - Colombia



El presente ensayo argumentativo tiene como propósito exponer tesis,  planteamientos e incitar al debate acerca del papel que tienen y deben tener, en Colombia, el llamado Tercer Sector y, en especial, las ONG en la creación estatal de instituciones políticas y económicas incluyentes. Para cumplir dicho propósito trataremos asuntos como: lo que se entiende por exclusión social, las cifras y magnitud de la exclusión social en Colombia, las nuevas formas de exclusión, el tipo de Estado que tenemos y sus implicaciones, la caracterización de las ONG y el Tercer Sector, sus relaciones con el Estado y la definición e importancia de las instituciones políticas y económicas incluyentes para el desarrollo del país.

¿Qué se entiende por exclusión social?
  
En la cancha de futbol de una institución educativa, un viernes por la tarde, después de terminar la jornada escolar. Alumnos del grado quinto, salón A y salón B, se reúnen para jugar un partido de futbol amistoso. Carlos del salón A y Jorge del Salón B obran como capitanes de equipo, ambos  delanteros y goleadores natos, tienen el poder de seleccionar los jugadores de cada equipo y de imponer las reglas del juego. Los criterios de selección de los jugadores son una mezcla de amistad, conveniencia, interés y talento. A Pedro, Mauricio, Sergio,  Antonio y Julián  les gusta el futbol pero nunca son elegidos por Carlos y Jorge. No juegan porque Pedro es bajito,  no es capaz de cabecear con el balón, Mauricio, porque es miope, usa gafas, Sergio, por obeso, se cansa al correr, Antonio es tartamudo, se impacientan con cuando habla, y  Julián tiene fama de conflictivo, discute por todo. A Este quinteto de niños diferentes le toca ver los partidos en las gradas, no tienen cabida en los equipos, se los excluye siempre; al igual que un grupo de niñas que ha manifestado el deseo de jugar con los niños. Los niños se resisten y no les permiten hacer parte del juego.

Todos en algún momento y circunstancia de nuestra vida hemos sido excluidos, como personas, de participar de una fiesta, de un paseo, de una celebración, de un viaje, de acceder a un trabajo, de hacer parte de un grupo de pares. Todos sabemos lo que se siente ser discriminado rechazado, desaprobado o negado. La exclusión, en el sentido sicológico  es un ejercicio de poder que hiere la dignidad, baja la autoestima, aísla a las personas y debilita su confianza básica.  La exclusión tiene su origen en creencias de superioridad y prejuicios de raza, de cultura y de clase. En momentos históricos de algunas sociedades, como Sudáfrica y los Estados Unidos, la exclusión política y social hacia determinados sectores de la población estuvo refrendada por la Constitución y las leyes.

El diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al desarrollo define el concepto de exclusión social como el:

“Proceso mediante el cual los individuos o grupos son total o parcialmente excluidos de una participación plena en la sociedad en la que viven” (European Foundation, 1995:4). Tal proceso, opuesto al de “integración social”, da lugar a una privación múltiple, que se manifiesta en los planos económico, social y político”

La exclusión social se relaciona con otros factores próximos y asociados como la pobreza, el índice de desarrollo humano, las capacidades y titularidades, la vulnerabilidad,  el capital social y la ubicación urbana y rural de la población en el territorio.  En las áreas rurales vive la población más pobre  y excluida del país.

¿Quiénes excluyen e impiden la participación plena de individuos y grupos en la sociedad? La exclusión como fenómeno visible es la concurrencia de estructuras socieconómicas, instituciones políticas,  colectivos y actores sociales cuyos intereses particulares priman sobre el bienestar general.

Las causas de la  exclusión no solo son internas de un país obedecen también a factores externos. Con la globalización los centros financieros de poder, las multinacionales y los mercados no regulados excluyen países y regiones enteras de los beneficios de la integración social.  Estos agentes se sitúan fuera de la órbita de control de los gobiernos imponiendo sus condiciones y los términos de intercambio comercial afectando así las condiciones de producción y vida de amplios sectores de la población mundial.

Las políticas públicas para la superación de la pobreza extrema tienen como finalidad sacar a los individuos, familias y grupos excluidos y colocarlos en el umbral de la pobreza mediante la ejecución de programas y proyectos de intervención directa y con subsidios condicionados.  Sin embargo no todos ellos logran salir siempre y en forma permanente de la pobreza.  En el programa chileno Ingreso ético Familiar, por ejemplo, una de cada tres familias vuelve a su situación inicial de pobreza extrema.  Es lo que se conoce como reversibilidad.
  
La pena privativa de la libertad, la reclusión y el confinamiento solitario son medidas legales de exclusión que un Estado de Derecho impone a las personas que infringen la ley. En otras esferas de la vida como en el futbol, por ejemplo, las infracciones a la norma se sancionan con medidas de exclusión, como las de  no permitir a un jugador jugar varias fechas.

Las prácticas deliberadas de exclusión son un riesgo latente en cualquier relación humana, en cualquier grupo u organización. Afecta y vulnera tanto los Derechos Humanos como los Derechos de los Pueblos.  La inclusión, en todas sus manifestaciones, se alcanza como objetivo superior de una sociedad cuando se emprenden procesos de transformación de las creencias e imaginarios colectivos, con leyes antidiscriminación que combatan prejuicios arraigados y con mayores niveles de educación y de oportunidades.
 
Además de la dimensión social y  económica de la exclusión, está también puede ser política.  En Colombia durante la época conocida como el Frente Nacional 1958 – 1974 solo podían participar en las elecciones y ocupar cargos públicos personas pertenecientes a los partidos liberal y conservador.  Cualquier otra opción política no estaba permitida por la ley, situación que dio justificación ideológica a la lucha armada en el país.

La inclusión, como concepto antagónico a la exclusión, es todo acto o manifestación de ser aceptado, de hacer parte de un grupo, familia, asociación o comunidad.  El llamado sentido de pertenencia es una percepción subjetiva, individual y colectiva, de compartir con otras personas valores, principios, creencias, costumbres y modos de ser comunes.  La  inclusión es sinónimo de integración.  Es un referente de identidad. En un Estado Social de Derecho la inclusión es un deber ético que tiene que concretarse en políticas públicas de cohesión social.

El economista Ricardo Hausmann ha señalado que en la era digital y de las tecnologías de información el no tener acceso a las redes es una nueva forma de exclusión. La conexión y permanencia a las redes implica pagar la conectividad y sufragar costos fijos, o sea tener capacidad de pago.  Una política de inclusión debe hacer posible que la vinculación y permanencia a las redes para la población de más bajos ingresos sea subsidiada por el Estado.

Las cifras de la exclusión social en Colombia

Disponemos de cifras y de fuentes confiables para dar cuenta de la magnitud cuantitativa de la exclusión social:

  • Pobreza y pobreza extrema: De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación DNP desde el 2010 hasta el 2013 la pobreza por nivel de ingreso cayó 4.5% al pasar del 37.5% al 32.1%.  La pobreza extrema pasó del 12.3% al 10.4%.  En números absolutos Colombia tiene 14.600.000 personas en situación de pobreza y 4.500.000 personas en situación de indigencia. Todos los gobiernos que se precian de democráticos quieren acabar con la pobreza extrema pero no dicen, ni proponen acabar con la riqueza extrema…
  • Concentración del ingreso: el índice GINI de concentración del ingreso que mide la desigualdad entre ricos y pobres es de 0.58 en una escala que va de 0 a 1, siendo uno el mayor valor. (Banco Mundial, 2012). Colombia está considerado uno de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo.
  • Concentración de la tierra: 52% de la gran propiedad está en manos del 1.15 de la población.  (Informe de Desarrollo Humano. PNUD. 2014).
  • Propiedad accionaria: 2.280 accionistas son dueños del 93% de las acciones de las sociedades anónimas inscritas en la Bolsa de Valores, mientras que 7.430.365 de personas solo son propietarias del 7% del total de acciones.  (Comisión Nacional de Valores, 2014).
  • Concentración de la tierra: 52% de la gran propiedad está en manos del 1.15 de la población.  (Informe de Desarrollo Humano. PNUD. 2014). Se estima que son 250.000 familias de campesinos sin tierra.  (Alejandro Reyes  Posada.  La paz territorial posible. El Espectador,  22/06/ 2014).
  • Analfabetismo: La tasa de analfabetismo en personas mayores de 15 años es del 5.9%, esto representa alrededor de 2.300.000 de personas que no han tenido acceso al derecho a la educación.  Es como si toda la población de Medellín fuese analfabeta. En el sector rural la tasa  de analfabetismo es del 13.6%.  Personas que son también analfabetas digitales. El analfabetismo impide el reconocimiento de la Dignidad Humana y los demás  Derechos Humanos. El analfabeta es excluido y se autoexcluye de participar a plenitud de la vida política, social y económica. Es de anotar que Colombia fue el último país de América Latina en garantizar la gratuidad en la educación básica y media.
  • Vivienda: Reconociendo los esfuerzos oficiales en el tema de construcción de vivienda, el déficit cuantitativo es de 5.540.087 hogares. (Diario La República, abril, 2014)
  •  Desempleo e informalidad laboral: Desde el 2010 se ha pasado al registro de un digito en la tasa de desempleo. Para el mes de junio del 2014 era de 8.97%.  2.929.770 de la población económicamente activa no disponen de un empleo formal. (Boletín de indicadores económicos del Banco de la República). El 49% de los empleos son informales. Todavía estamos muy lejos de cumplir con los lineamientos de la Organización Internacional del Trabajo OIT en lo que respecta al Trabajo Decente. (Revista Dinero, edición 448, 2014).


Las anteriores cifras nos muestran un panorama de las dimensiones cuantitativas de la exclusión social en Colombia. A estas cifras debemos sumarle  las que ha generado los 50 años continuos  del conflicto armado interno.  Después de una investigación de seis años el Centro Nacional de Memoria  Histórica presentó el informe ¡Basta Ya! Colombia. Memorias de guerra y dignidad. El estudio narra acontecimientos y presenta cifras de la magnitud del fenómeno que ha afectado el 90% de los municipios del país, ha desplazado de su lugar de residencia a 5.700.000 personas, que representan el 12% de la población total, convirtiendo a Colombia en el segundo país del mundo, después de Siria, con el mayor número de personas desplazadas. 220.000 han sido los muertos causados por los actores armados: guerrilla,  paramilitares, narcotraficantes y miembros de las fuerzas armadas. A este registro hay que sumarle las estadísticas de los secuestros, las desapariciones,  las masacres, los atentados terroristas, las víctimas de las minas antipersona, las violaciones y el reclutamiento de menores. (Las cifras exactas se encuentran en el mencionado informe).

Las dificultades de integración para la población desplazada continúan en las ciudades a donde llegan para instalarse y preservar la vida luego de haber perdido su patrimonio.  En un diagnóstico realizado por la Unidad de Atención a Víctimas de la Alcaldía de Medellín, en el 2014, de 1.361 declarantes jefes de hogar, 1.097 de ellos no percibe ningún ingreso.  Solo 33 tenían un empleo formal. Los empleadores  no los contratan porque creen que siguen involucrados en el conflicto armado y son un riesgo para la empresa. Ni  a Ley 387 de atención a los desplazados, ni la Ley de  Víctimas pueden garantizar la restitución del trabajo o cuantificar la pérdida del negocio o patrimonio. El desplazado y su familia quedan atrapados en el círculo de la exclusión social. Su única alternativa es depender de la beneficencia o la mendicidad. (Al desplazamiento de víctimas se suma una vida sin empleo.  Periódico El Colombiano. 1/06/ 2014.  Pág. 23).

El Instituto para la Economía y la Paz IEP,  una ONG internacional  independiente, sitúa  a Colombia en su Índice Global de Paz en la posición 150 entre un grupo de 162 países.  Este Instituto calcula en $96 billones, US 50.670 millones de dólares,  al año el costo en pérdidas económicas para el país.  Según Steve Killela del IEP:

“El potencial de paz de un país se determina por muchos factores positivos, entre ellos la solidez de sus instituciones, la funcionalidad de su gobierno, los bajos niveles de corrupción y  un entorno  favorable a las empresas…construir la paz es un prerrequisito del desarrollo económico y social”  

(La violencia le arrebata a Colombia $96 billones. Periódico El Colombiano, 23/06/ 2014.  Página: 17).

La importancia de las organizaciones e instituciones políticas y económicas incluyentes para el desarrollo de un país.

Los economistas y profesores de la Universidad de Harvard Daron Acemogli y James A. Robinson son autores de un libro revelador: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza: Por qué fracasan los países. Dicen en la contra solapa del libro: “Por qué fracasan los países responde a estas y otras cuestiones con una nueva y convincente teoría: la prosperidad no se debe al clima, a la geografía o a la cultura, sino a las políticas dictaminadas por las instituciones de cada país.  Debido a ello, los países no conseguirán que sus economías crezcan hasta que no dispongan de instituciones gubernamentales que desarrollen políticas acertadas”.
 
Los países que han prosperado y salido de la pobreza son porque han creado instituciones políticas y económicas incluyentes: “las instituciones económicas inclusivas que hacen respetar los derechos de propiedad crean igualdad de oportunidades y fomentan la inversión en habilidades y nuevas tecnologías…Denominamos instituciones políticas inclusivas a aquellas que están suficientemente centralizadas y que son pluralistas. La iniciativa privada, la libertad de contratación e intercambio, los mercados, los servicios públicos, la creatividad, la educación, los seguros, el acceso a la tecnología y las redes operan como incentivos en la sociedad para crear instituciones inclusivas.  Cuando falle alguna de estas condiciones, nos referiremos a ellas como instituciones políticas extractivas”…Estas impiden el desarrollo económico y son extractivas porque tienen como objetivo extraer rentas y riqueza de un subconjunto de la sociedad para beneficiar a un subconjunto distinto.(Op. Cit. Páginas: 96, 100, 103, 106 y 501).
El economista, historiador y premio Nobel de economía Douglas C. North es el autor fundante de la teoría del nuevo institucionalismo. Para North las instituciones son el enlace entre el régimen político y la estructura económica, son: “las reglas del juego en una sociedad, o, más formalmente, los constreñimientos u obligaciones que le dan forma a la interacción humana”. La teoría de las instituciones explica porque un conjunto de instituciones favorece el desarrollo económico, al ser instituciones inclusivas y otro no, por ser instituciones extractivas.

North hace una distinción conceptual entre instituciones y organizaciones: “Las instituciones son normas formales e informales que definen y limitan las elecciones de los individuos, mientras que las organizaciones son grupos de individuos enlazados por alguna identidad común hacia ciertos objetivos”.

Para North: “el origen y la evolución de las organizaciones depende del marco institucional, así las organizaciones son creadas, justamente, para aprovechar las oportunidades generadas en el marco institucional (un ejemplo es, en Colombia, la ley 100 de 1993 que creó el sistema de seguridad social integral; la ley es la institución, las empresas promotoras de salud EPS y las instituciones prestadoras de salud IPS son las organizaciones prestadoras de servicios de salud). Así mismo, conforme las organizaciones evolucionan, van modificando a las instituciones y organizaciones, siendo diferentes se retroalimentan mutuamente y coinciden en proporcionar estructuras para la acción humana”.
    
(Instituciones, cambio institucional y desempeño económico.  Douglas C. North. Fondo de Cultura Económica. México. 1993. Pág.: 190)
 
Entre las instituciones económicas y políticas se establecen relaciones sinérgicas,  de doble vía, ya sea para crear o mantener instituciones incluyentes o extractivas que pueden repartir el poder y la riqueza para unas élites o para la sociedad en general.  Instituciones políticas incluyentes dan origen a instituciones económicas incluyentes.  Instituciones políticas extractivas crean instituciones económicas extractivas. 
   
Un tipo de institución extractiva es la corrupción.  En Colombia, la Contraloría General de la República la define como:

“El conjunto de actos mediante los cuales los funcionarios públicos y sus asociados en el sector privado, utilizan su poder institucional y económico para hacer un uso indebido de los recursos públicos en beneficio propio”

La misma Contraloría estima, para el 2011,  en $10 billones las pérdidas que deja la corrupción en el país.  Funcionarios públicos y asociados en el sector privado se ponen de acuerdo, fijan unas reglas de juego ilegales, para apropiarse de dineros públicos  para su beneficio particular.  Dineros que se dejan de invertir en proyectos sociales y de infraestructura.  He ahí la importancia de las instancias de control, las veedurías y la rendición pública de cuentas para denunciar y sancionar a los corruptos.  El principio de la transparencia, entendido como aquella cualidad del poder que deja ver su ejercicio, es clave para combatir toda práctica ilícita entre actores público privados por capturar ingresos y rentas producto de actividades ilícitas como el contrabando, la falsificación de facturas, las exportaciones ficticias, el lavado de activos, el descuento ilegal de costos, la sobrefacturación, la evasión al IVA, entre muchas otras modalidades extractivas contra los ingresos y patrimonio del Estado.   

¿Qué tipo de Estado es el colombiano?

El actor más importante en la creación de instituciones políticas y económicas incluyentes en un país es el Estado. Como bien lo expresan Acemoglu y Robinson:

La política es el proceso mediante el cual una sociedad elige las reglas que lo gobernarán…las instituciones políticas determinan quien tiene el poder en la sociedad y para que fines puede utilizarse. En lugar de concederlo a un individuo o a un pequeño grupo, el poder político debe residir en una amplia coalición o pluralidad de grupos”. (Op. Cit. Pág.103)  

El liderazgo en la orientación y guía del desarrollo económico y social  de un país corresponde al Estado, en todos sus niveles territoriales.  Mediante la fijación de políticas públicas y planes de desarrollo el Estado fija  y determina en qué áreas, territorios y poblaciones ejecutará los recursos, programas y proyectos.  El marco jurídico, la institucionalidad, el capital social e institucional también son factores que influyen y determinan el desarrollo económico de un país.  En una real democracia la ciudadanía ejerce su derecho a manifestar y participar en la construcción de las políticas públicas; no se limita a avalar o legitimar aquello que los partidos políticos y los funcionarios oficiales creen que es lo más conveniente para la sociedad. Los Estados “fallidos” o donde campea la corrupción no son aquellos que cuentan con una sociedad civil fortalecida y organizada, como tampoco lo son las sociedades donde la abstención electoral supera el 50%.

Las instituciones políticas y económicas de una sociedad dependen del tipo de Estado que la regula.  Veamos que ocurre con el Estado colombiano.

La constitución política de Colombia afirma que nuestro país está regido por un Estado Social de Derecho.  Alguna de las características y atributos de dicho Estado son:

Respetar y hacer respetar la Dignidad Humana como principio fundamental de la convivencia.

Respetar y garantizar la vigencia de los derechos políticos, civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales del conjunto de una población asentada en un territorio definido por fronteras ciertas.

La preeminencia del interés general sobre los intereses particulares.

Propiciar la cohesión y la solidaridad entre la ciudadanía para reducir la exclusión y la marginación social y las desigualdades.

Fortalecer las instituciones democráticas en todas las instancias y espacios de la sociedad.

Redistribuir los ingresos y facilitar el acceso a la propiedad individual y colectiva.

Intervenir la economía y las reglas del mercado en beneficio de las mayorías. La consigna es: “tanto 
mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”  

Atender y regular el acceso de la ciudadanía a la salud, la educación, el trabajo, la vivienda, la recreación y la seguridad social.

Proteger y reconocer los derechos de las minorías.

Una cosa es lo que la constitución política afirma del deber ser de nuestro Estado Social de Derecho y otra muy distinta la realidad concreta. Los atributos que se asignan a un Estado moderno como la legalidad, la gobernabilidad, la legitimidad y la soberanía son aún precarios. El Estado colombiano aún no tiene control político y militar sobre todo el territorio nacional, no tiene el monopolio de las armas, tiene grupos armados que impugnan su legalidad y legitimidad, tiene diferendos de fronteras con países vecinos y una repetida y alta abstención electoral cercana al 60% de su censo electoral. La corrupción y la falta de transparencia en el ejercicio del poder y la desconfianza de la ciudadanía ante sus partidos políticos son factores que debilitan su legitimidad.

Confluyen  y se oponen en el Estado colombiano instituciones políticas y económicas incluyentes y extractivas. El Estado colombiano, como formación política, es una república unitaria que alberga una democracia representativa restringida de corte presidencialista donde es, también, precaria el equilibrio entre las ramas del poder público. Es un Estado que guarda “las formas democráticas”, con algunas características de lo que se conoce como un “Estado fallido”, un Estado donde la ciudadanía es apática a la participación política y propensa a evadir y eludir la Ley, donde permea la ilegalidad en las relaciones y transacciones sociales y comerciales. Un Estado que es fuerte con el débil y débil con el fuerte.  Un Estado que en vez de partidos políticos de verdad es controlado por maquinarias clientelistas y electorales. Un Estado que incumple sus responsabilidades constitucionales, que falla en ser garante de los Derechos Humanos. Un Estado carente de una ciudadanía con formación política democrática. Un Estado permeado por todas las formas posibles de prácticas corruptas entre sus funcionarios y agentes del sector privado. Un Estado donde la justicia es ausente y selectiva en su aplicación. Un Estado incapaz de atender las demandas sociales, falto de liderazgo para propiciar y mantener alianzas con público privadas.  Un Estado acosado por la insurgencia y cooptado por mafias de todo tipo.  Un Estado con baja institucionalidad pública.  Resumiendo.  Colombia es un país con más territorio que Estado.

Muchos cambios y nuevas realidades son menester en el Estado colombiano para procurar un ambiente más habilitante en la creación y mantenimiento de un real Estado Social de Derecho  con instituciones políticas y económicas incluyentes y donde el poder resida en una más amplia coalición y pluralidad de grupos.  


¿Qué tipo de ONG somos?

Las ONG y el Tercer Sector cumplen un papel, ya sea por acción u omisión, en influir sobre el Estado y las instituciones políticas y económicas, sean estas incluyentes o extractivas.  Miremos quienes son, que hacen, que dejan de hacer y que deberían de hacer.

Las ONG hacemos parte del llamado Tercer Sector o sector social.  Nacemos de la iniciativa y la libertad de asociación entendida como un derecho humano que los Estados deben promover y respetar. El ámbito misional de las ONG reside en propiciar el cambio humano y la transformación social de personas, familias y comunidades. Los valores que promovemos son los de la solidaridad y la cooperación. Las ONG a las que pertenecemos son las que acatamos el ordenamiento jurídico y actuamos en la legalidad;  Nos consideramos un Bien Público.

Las ONG de primer piso*, que son la mayoría, somos pequeñas, de menos de 15 empleados y con dificultades permanentes de financiación y sostenibilidad.  Nuestro campo de acción es lo local, pocas veces lo regional y más escaso lo nacional.    Nuestras misiones son  o muy focalizadas o muy dispersas.

La integralidad que tanto pregonamos suele ser más un discurso que una realidad.  Estamos más preocupados en la consecución de los recursos que aseguren nuestra perdurabilidad, propósito loable, que en generar impactos sostenibles en las comunidades. Generalmente cuando cesa la intervención, cesan los efectos positivos en la vida comunitaria.

El Estado neoliberal logró alinear y cooptar a la mayoría de  ONG, de primer piso, como prestadoras incondicionales de servicios y operadoras obedientes de los programas y proyectos gubernamentales. A su vez ellas  encontraron en el Estado una fuente importante de recursos económicos para asegurar su funcionamiento ya que la gestión propia de recursos es insuficiente para sufragar los costos fijos. El Estado impone a las ONG  condiciones desventajosas en la contratación, las somete a oprobiosos términos de supervisión y auditoria. Por obtener dineros oficiales renuncian a soñar y realizar proyectos propios, alternativos.  Priman, entonces, los tiempos de la contratación sobre los tiempos de los procesos sociales. Ejecutar el proyecto firmado en el contrato así no se asegure la continuidad de los procesos es lo que, en últimas, importa; por eso la temporalidad de los proyectos es de corta duración, tres, seis meses, si acaso un año. La discontinuidad de los contratos aborta los efectos tempranos positivos de las intervenciones
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El Estado privilegia la cobertura geográfica y poblacional sobre el cumplimiento efectivo de los objetivos. En muchas ocasiones la precariedad de los estudios previos, que realizan los funcionarios gubernamentales, como requisito de la contratación incide en la elaboración de términos de referencia que no apuntan a la solución de las problemáticas que se pretenden transformar.

Preocupadas como estamos, las ONG de primer piso, por el transcurrir del día a día y “la noche que llega” no hay tiempo, voluntad y recursos para realizar la gestión del conocimiento, los debates, la reflexión crítica al continuo hacer y deshacer. Registramos en forma copiosa, en los informes de gestión,  los resultados de los proyectos en sus cifras: monto de dineros invertidos número de beneficiarios, horas de capacitación, cobertura geográfica, productos entregados, pero poca es la evidencia real de la evaluación de los impactos positivos que generamos por la ejecución de los proyectos en las comunidades.

Por falta de conciencia gremial, que nos lleva a una baja afiliación, las ONG seguimos sin comprender que sólo con un gremio fuerte y de amplia base podemos hacernos oír del Estado y demandar de él políticas, legislación  y medidas que no lesionen nuestros intereses económicos y jurídicos.  Carecemos de un registro oficial calificado que acredite ante el Estado y la sociedad quienes somos, que hacemos, con quien y donde trabajamos, que cuantía de recursos movilizamos y de donde proceden.

Es de anotar que las ONG grandes, de primer piso, no son ajenas a la situación descrita de las pequeñas. En muchos casos su situación de dependencia de la contratación estatal es mayor por cuanto requieren para el sostenimiento de su abultada nómina de un flujo permanente de caja de los dineros oficiales. Se han convertido en una bolsa de empleo y han asumido para sí las cargas y los riesgos laborales que el Estado, sagazmente, les ha endosado. El riesgo mayor de ser solo operadoras-contratistas es pasar de ser organizaciones no gubernamentales a convertirnos en organizaciones neogubernamentales.

Muy pocas ONG de primer piso, tanto grandes como pequeñas, poco le apostamos a la continuidad y culminación de los procesos, al diseño y ejecución de programas propios, a la primacía de la autonomía programática y conceptual, a la gestión del conocimiento, a la retención del talento humano.  Las que insisten y persisten en dicho propósitos es porque se trata de ONG que han logrado constituir un patrimonio propio y la mayoría de sus ingresos proviene de la rentabilidad del mismo. Cuando en una ONG la prioridad y la estrategia están centradas más en asegurar ingresos públicos para sostener la estructura administrativa que incidir en el cambio, en desarrollar su propia propuesta, esa ONG pasa el umbral e  inicia la ruta del extravío y la desnaturalización de su  misión.

Aunque la cooperación internacional al desarrollo está en retirada y á disminuido sus cuantías monetarias, ella también impone no solo sus discursos ideológicos “primermundistas” sobre el desarrollo sino, además, sus prioridades de agenda temática a las ONG que buscan su financiación; financiación que logran, en el mejor de los casos, negociando su autonomía programática y conceptual.
Al respecto opina el profesor de la Universidad de Navarra, Nicolás F. Molina S., PHD:

Las organizaciones del Tercer Sector no pueden reducir su accionar a los meros hechos de apalancar recursos financieros para implementar proyectos en las comunidades, lo que les permite a ellas mismas seguir existiendo, implementar el proyecto, obtener unos resultados inmediatos, visibilizarlos, rendirle cuentas a los financiadores y cerrar el proyecto.  Si permanecen encerrados en este tipo de dinámicas, descuidando la generación de aprendizajes relevantes  y la generación de impactos significativos, fácilmente pueden ser calificadas de “maquilladoras” de proyectos”.

(Una mirada crítica a la responsabilidad social: un camino necesario para enfrentar sus retos. Nicolás F. Molina S. PHD. Centro de Pensamiento Social.  Documentos de trabajo.  N° 16.  Edición electrónica. 2013).

Cuando en el gobierno del presidente Andrés Pastrana (1998-2002) llegaron los dineros del Plan Colombia para ejecutar proyectos sociales en las zonas de conflicto se registraron en la Cámara de Comercio de Bogotá alrededor de 700 nuevas ONG.  ¿Qué queda de ellas? Y para ejecutar los proyectos socioeconómicos de restitución a las víctimas del pos-conflicto, una vez acordada y firmada la paz ¿Cuántas  ONG se crearan? ¿Conviene este fenómeno de oportunismo, por allegar recursos públicos, a la buena reputación organizacional y transparencia del Tercer Sector?  De ninguna manera; pero tampoco puede coartarse el derecho constitucional a la libre asociación. Es aquí donde debería operar la autorregulación del Tercer Sector y los criterios de reconocida idoneidad y experiencia de las ONG existentes por parte del Estado al adjudicar los contratos.

No se trata aquí de desconocer los valores humanos de las personas que trabajan con auténtica mística y sentido de pertenencia en las ONG; tampoco negar la importancia del beneficio que las ONG especializadas en prestación de servicios dan a la sociedad en los sectores de la educación, la salud, la cultura, la recreación, la vivienda y a los distintos grupos poblacionales como la infancia, la juventud, el adulto mayor, las mujeres entre otros.  Satisfacer necesidades colectivas y aportar al bienestar general son acciones positivas, necesarias, pero insuficientes mientras no se remuevan las causas que originan la pobreza y la exclusión. Las ONG, muy a pesar de sus discursos y misiones mesiánicas, actúan más sobre los efectos, procurando mitigar, no erradicar, los sufrimientos causados por las situaciones de  injusticia e inequidad de las instituciones extractivas. 

Triste destino a la que nos vemos sometidas las ONG de primer piso: pasar por alto la dignidad institucional y renunciar, por insuficiencia de recursos, a realizar nuestros propios ideales para llevar a cabo los intereses, deseos y caprichos de terceros…

¿Existe y opera un Tercer Sector organizado en Colombia?

El antropólogo Rodrigo Villar es quien más á investigado la dimensión, estructura y fuentes de ingresos del Tercer Sector colombiano.  El año que se toma como línea base es 1995.  A partir de esa fecha hasta el presente no disponemos de cifras actuales y confiables. Urge su actualización.

En las 135.599 entidades sin ánimo de lucro incluidas en el estudio encontramos que trabajan 286.861 empleados de tiempo completo o equivalente.  Esto representa un 2.38% del empleo total no agrícola del país.  En estas mismas organizaciones aportan su tiempo para el desarrollo de las actividades el equivalente de 90.756 voluntarios de tiempo completo.  Esto significa que entre empleados remunerados y voluntarios, el país contaba en 1995 con 377.617 personas trabajando de tiempo completo o equivalente de las entidades sin ánimo de lucro.  Este número corresponde al 3.11% del empleo no agrícola del país…Basados en esas cifras, estimamos el peso del sector en el la economía.  Los gastos operativos calculados para el conjunto de las organizaciones del sector nos arrojan una cifra aproximada de US 1.7 billones. Esto equivale a un 2-1% del total del PIB de 1995.  Si se valora el trabajo voluntario, este porcentaje asciende a 2.4%...predominan las entidades dedicadas a la educación.”

(El Tercer Sector en Colombia, evolución, dimensión y tendencias. Rodrigo Villar. Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales. Bogotá. 2001. Pág. 96 – 98).

En Colombia el Tercer Sector** los conforman las fundaciones, las corporaciones y las asociaciones sin ánimo de lucro, de origen privado, independiente del sector público, respetuosas de la ley y el ordenamiento jurídico y a las cuales tienen acceso libre las comunidades de acuerdo al estatuto tributario especial. El término ONG es ante todo sociológico no tiene reconocimiento jurídico.

El Tercer Sector hace parte de la sociedad civil pero no la representa en su conjunto.  La sociedad civil incluye todo tipo de organizaciones sociales no estatales con y sin ánimo de lucro. Su ámbito de actuación son los legítimos intereses privados tanto de las personas naturales como de las personas jurídicas.  Lo público estatal es el campo de lo gubernamental, lo público no estatal es el campo del Tercer Sector.  En el derecho público el Estado y los servidores públicos solo pueden hacer lo que la Ley les permite,  mientras que en el derecho privado las personas y la sociedad civil pueden hacer todo aquello que la Ley no les prohíbe. Esta diferencia en el pensar y el actuar del Estado, la sociedad civil y el Tercer Sector es esencial para no confundir las fronteras y las interrelaciones entre la institucionalidad y los actores.

No puede afirmarse que en Colombia existe un Tercer Sector fuerte, organizado que represente, defienda y controvierta tesis ante el Estado o el sector privado.  Es un conglomerado heterogéneo,  disperso, fragmentado donde voces aisladas y necesitadas de protagonismo tratan de expresar argumentos a favor o en contra de una tesis o propuesta. El Tercer Sector colombiano carece de una instancia articuladora que vincule a las universidades privadas, a las cajas de compensación, a los gremios sociales, a las ONG, a las organizaciones comunitarias y de base, una instancia que sea capaz de expresar ante otros actores sociales y políticos la unidad de la diversidad del Tercer Sector, como si lo tiene el sector privado.

¿Qué tanto contribuimos las ONG y el Tercer Sector  en la creación de organizaciones e instituciones políticas y económicas incluyentes?

Si bien la constitución política de Colombia ordena al Estado el fortalecimiento de las organizaciones sociales aún se carece de políticas públicas, territoriales y sectoriales, que den cumplimiento efectivo al mandato constitucional. Sin embargo hay que reconocer la incidencia política que sectores de la sociedad civil organizada han tenido frente al Estado en temas como los Derechos Humanos, el fin del conflicto armado, el marco jurídico para la  paz, el desplazamiento forzado, el derecho al reconocimiento y la reparación de las víctimas, la restitución de tierras, el acceso a los servicios públicos, la atención a grupos poblacionales, y los consejos territoriales de planeación, entre otros. Y  cuando la incidencia política y la acción pública logran su cometido frente al Estado, surgen nuevos temas y problemas sociales que ameritan del Tercer Sector su reflexión, pensamiento y movilización ante el Estado  para que este inicie la formulación de una política pública.  Como ya expresamos, las intervenciones que hacemos las ONG son generalmente de carácter local o regional, meritorias  para las comunidades que viven en esos territorios pero que no trascienden e impactan al conjunto de una sociedad o un país.  ¿En que contribuimos las ONG y el Tercer Sector, por ejemplo, a reducir el coeficiente Gini de la desigualdad en el ingreso nacional? ¿Habrá forma de medirlo acaso?

Ningún país del mundo, que se tenga noticia, ha superado la pobreza y reducido la desigualdad de su población por la acción única de las ONG, del Tercer Sector, de la empresa privada, de la cooperación internacional o del Estado. Es la acción conjunta, coordinada y constante de todos los actores la que evita el fracaso y asegura el éxito de un país.

El capital institucional del Tercer Sector y de  las ONG es ante todo simbólico, en términos económicos no supera el 3% del PIB nacional; pero es un capital simbólico que también es un poder ÉTICO, como nos lo dice la filósofa Beatriz Restrepo Gallego, son un patrimonio moral de la sociedad que se guía por los más altos valores e ideales humanos.  He aquí un elemento diferenciador de la acción del Tercer Sector y  las ONG frente a otros sectores. Prácticas como la rendición pública de cuentas y los ejercicios de transparencia son ejemplos para el Estado y otros sectores de la sociedad. Este poder y patrimonio ético y moral es el que nos autoriza para insistir en la creación de nuevas instituciones económicas y políticas incluyentes y en la reforma de las imperfectas instituciones que tenemos.

La construcción de viviendas, de equipamiento comunitario, de centros de salud, de colegios, etc., las debemos tomar como un pretexto, no un fin, de nuestros objetos sociales.  Un pretexto para empoderar a las comunidades, para construir ciudadanía participante y responsable en los asuntos públicos.  Que en ello diseñemos metodologías innovadoras y exitosos modelos de gestión, en buena hora, pero no son las tareas más trascendentes e importante. Continuar con el camino de seguir siendo ONG “operadoras” de los programas estatales tampoco es la vía.  Crear más ONG, tampoco. El asunto no es solo de gestionar más recursos para ejecutar más proyectos.  Mientras no impactemos en las causas que originan las problemáticas y las desigualdades nuestro impacto es limitado, contingente, transitorio  y residual. En el lenguaje del premio Nobel Amartya Sen de lo que se trata es de acompañar a las comunidades en la generación de capacidades y libertades antes que prestarles servicios pagados por terceros para tratar de disminuir situaciones de pobreza. Se hace imprescindible escribir un nuevo  guión que redefina el que hacer de las ONG.

La Encuesta de Cultura Ciudadana de Medellín 2013 entrevistó a 2.219 personas. Una de sus preguntas indagaba acerca de la confianza de los ciudadanos en sus instituciones: la iglesia con el 54%,  los maestros con 53% y el ejército con  44% encabezan la lista de 20 instituciones. Las ONG registraron un 23% en el municipio, 24% en el promedio nacional, ubicándose en el puesto 11. Las cifras evidencian que existe una brecha significativa entre la percepción que tienen las ONG de su trabajo en las comunidades y la percepción que estas le asignan a  ¿Sobrevaloramos nuestras  acciones sobre las poblaciones y los territorios? ¿Si gozamos de suficiente credibilidad? ¿Por qué no estamos ubicadas en un mejor lugar? ¿Qué nuevas acciones, que nuevos replanteamientos deben acometer las ONG de Medellín y las del resto del país, para mejorar la confianza ciudadana? Son algunos interrogantes a los cuales las ONG deberíamos prestar más atención sí pretendemos aportar a la construcción de instituciones incluyentes.  (Periódico El Colombiano, 27/05/2014).

Los buenos padres son aquellos que acuden más al ejemplo que a las palabras para educar a sus hijos. “La palabra enseña pero el ejemplo arrastra”. ¿Qué tan” incluyentes” somos las ONG con respecto a promover el desarrollo y la conciliación de los tiempos personales, laborales y familiares de sus empleados? ¿Qué tan social y familiarmente  responsables somos? ¿Qué tanta coherencia hay entre los discursos misionales y su extensión a la vida institucional?  ¿La prédica de un mundo mejor que alentamos en las ONG se corresponde con el ejercicio de buenas prácticas internas? ¿Promovemos hacía adentro la gobernabilidad democrática y la convivencia pacífica que tanto pregonamos hacía el Estado y la sociedad? ¿Aplicamos siempre los principios del trabajo digno y decente? Preguntas pertinentes que demandan de nuestra parte respuestas sinceras.

En cuanto al Tercer Sector es imperativo un mayor fortalecimiento, una mejor coordinación de objetivos y acciones entre sus organizaciones, y una mayor y mejor articulación con otros sectores, acordar por consenso unos mínimos de unidad en la diversidad para hacer conocer el pensamiento y escuchar la voz ante el Estado y otros actores sociales y políticos. Que no pierda su autonomía ni se deje cooptar, tanto sus organizaciones como sus dirigentes, por los ofrecimientos del Estado.  Que delibere más en los escenarios sobre los asuntos públicos. Que mantenga el pluralismo ideológico, la defensa de los bienes públicos  y la profundización de las instituciones democráticas.  El Tercer Sector debe entender que si no incide en la transformación de la concepción y el ejercicio de la política no aportará, en realidad, al cambio de las normas, reglas e instituciones extractivas del país.  Las instituciones no son creación divina, no son inmutables, las crea, las mantiene y las cambia la sociedad.  El Tercer Sector y las ONG tienen que ser más conscientes del poder que detentan y representan en cuanto a información, transparencia y opinión ilustrada. La timidez, los temores, la ausencia de liderazgo y la descoordinación nos impiden ejercer a fondo tal poder.

La pregunta general que nos debemos formular es si las ONG y el Tercer Sector contribuyen a que el Estado cree y preserve las suficientes  organizaciones e instituciones incluyentes que erradiquen la pobreza y aseguren el desarrollo socioeconómico y  prosperidad general.  ¿Cómo es posible preservar y crear organizaciones e  instituciones incluyentes, para todos, en medio de un prolongado conflicto interno que destruye vidas, infraestructuras, atenta contra el medio ambiente y desintegra la confianza y el capital social? ¿Cómo es posible que 15.000.000 millones de colombianos y colombianas que habitan en las regiones rurales  y ocupan la tercera parte del territorio del país vivan al margen de las instituciones incluyentes, sometidos al expolio de instituciones extractivas? ¿A quiénes interesa preservar las actuales organizaciones e instituciones extractivas que concentran el poder, mantienen la pobreza para una mayoría y limitan la prosperidad para unos pocos?
 
El crecimiento y desarrollo económico de un país  no es “per se” el objetivo principal del Tercer Sector y de las ONG. Tal como vimos no disponemos de los recursos necesarios, ni tenemos el mandato de la ley para ello.  Podemos, y de hecho lo hacemos, sumarnos a las iniciativas estatales y de otros sectores de la sociedad cuando participamos de  alianzas público privadas.

En mi concepto los aportes más significativos que el Tercer Sector y las ONG hacemos y podemos hacer al desarrollo del país  y a la creación de instituciones políticas y económicas incluyentes por parte del Estado, son en las áreas de la acción pública, de la  incidencia política y movilización de la sociedad, en la articulación programática con otros actores sociales, en la orientación de la opinión pública sobre los asuntos de interés general y frente a la formulación e implementación de políticas públicas. Con el poder ético y moral que portamos y como actores políticos, la tarea, en este sentido, es  mantener vigentes en la agenda pública nacional y en los planes de desarrollo territoriales los temas de los Derechos Humanos, la equidad, la convivencia pacífica, las veedurías, la preservación de los bienes públicos y la inclusión social. No bajar la guardia ni la atención ante los excesos del mercado, demandar más inversión y compromiso de la empresa privada y seguir defendiendo y fortaleciendo el Estado Social de Derecho que nos legó la constitución política de 1991.   En palabras de Rodrigo Villar:

Las Organizaciones de la Sociedad Civil OSC tienen un papel sociopolítico fundamental al retar, recrear e influir en la orientación del sistema político, el Estado y el mercado.  La ubicación del papel central de las OSC en el modelo de gobernabilidad, implica aceptar su rol como actores políticos y sociales y de agentes copartícipes en el rediseño institucional”. (Op.Cit. pág: 140).

*ONG de primer piso: son aquellas entidades que ejecutan en forma directa los proyectos acudiendo a la cofinanciación del Estado, la empresa privada, la cooperación internacional y la filantropía.  ONG de segundo piso: son aquellas entidades que no ejecutan en forma directa los proyectos sino que cofinancian a las ONG de primer piso.

**En Colombia las cooperativas, fondos de empleados y asociaciones mutuales no hacen parte del Tercer Sector sino del Sector de la Economía Solidaria. Para el 2012 este sector estaba conformado por alrededor de 8.263 organizaciones que representaban el 5.1% del PIB  del país, equivalente a $29 billones. Diario La República. Domingo 12 de enero de 2013.

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jueves, marzo 21, 2013


 CARTA ABIERTA A LOS FEDERADOS
“AL BORDE DEL ABISMO: MIRANDO EL PRECIPICIO”
A PROPÓSITO DE LA ASAMBLEA ANUAL ORDINARIA DE LA FEDERACIÓN ANTIOQUEÑA DE ONG
2013

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano

www.bienhumano.org

En los tiempos que corren hay un consenso generalizado en el mundo de las ONG: estamos viviendo tiempos difíciles, tiempos de cambio tanto en el entorno como de puertas para adentro. Es un hecho que las agencias de cooperación internacional al desarrollo evalúan a Colombia como un país de renta media el cual debe pasar de ser un país receptor a un país donante. Otro hecho relevante lo constituyen las condiciones desfavorables en la contratación estatal en cuanto a términos de las convocatorias, licitaciones, requerimientos financieros y legales. Tal como están planteadas las normas legales de la contratación éstas sólo favorecen y fortalecen a las ONG que disponen de patrimonio, liquidez, capital de trabajo y capacidad de endeudamiento. La exigencia de contrapartidas en efectivo por parte de las ONG para la firma de convenios de cooperación lesiona la situación financiera de las organizaciones. Los términos de la contratación y los cortos tiempo de duración de los contratos impiden ofrecer estabilidad y dignas remuneraciones a nuestros empleados, los cuales viven en la precariedad laboral y en la discontinuidad de sus ingresos. Cada reforma tributaria es una amenaza a la derogación de los beneficios tributarios instituidos.

Ciertos personajes públicos siguen señalando y estigmatizando nuestro quehacer ante la sociedad. Las universidades estatales acaparan los recursos de la inversión social mediante el atajo ventajoso de los convenios interadministrativos que eluden la Ley 80 de 1993. Las cajas de compensación familiar son una competencia desigual que obtienen cuantiosos contratos públicos mediante el apalancamiento de su músculo financiero y su capacidad instalada como contrapartida y valor agregado. Muchas fundaciones empresariales han tomado el camino de ejecutar con personal propio los proyectos de responsabilidad social. Profesionales independientes, amparados en los derechos al trabajo y a la libre asociación, incursionan creando organizaciones sociales de consultoría, con ánimo de lucro que compiten, están en su derecho, como no, con las ONG sin ánimo de lucro ya establecidas.

Muchas ONG aún se resisten al trabajo en red y en alianzas y siguen renuentes a dejar de lado el protagonismo y la consecución solitaria de recursos. Todavía no damos respuesta convincente al Estado y la sociedad frente a los cuestionamientos de la falta de indicadores de impacto de nuestro trabajo con las comunidades. La gestión del conocimiento que realizamos sobre la gestión social sigue siendo insuficiente y de poco valor científico. Se sigue careciendo de un sector social organizado que lidere propuestas de desarrollo social. La asociatividad gremial es escasa y débil en el relacionamiento y defensa de los intereses frente al Estado. Falta mucho por hacer en cuanto a disponer de miembros de juntas directivas conocedores, comprometidos y responsables que aseguren la gobernabilidad y lideren en forma acertada el norte de las organizaciones.

No debemos desconocer los logros alcanzados y el consolidado histórico de buenas prácticas en beneficio de la sociedad en general. Lo actuado en el pasado es valioso y muy reconocido. Pero las glorias pasadas no nos dan para seguir viviendo. El presente y el futuro cercano que se avizora no es un ambiente favorable, habilitante, es un medio hostil, de complejidad creciente. No podemos seguir dando la espalda a estas realidades que nos aproximan al abismo de la extinción. Debemos repensar las concepciones, la razón de ser, el papel como actores sociales del desarrollo y ser más innovadores en los programas y proyectos. Debemos salir del activismo febril de la sobrevivencia económica, de la sostenibilidad precaria del día a día. Hay que reinventar nuevas formas de generación de ingresos que aseguren la continuidad y el fortalecimiento. Hay que hacernos más visibles y manifestar ante el Estado y la sociedad, por todos los medios legítimos posibles, el poder social que detentamos, así como los aportes al bienestar y calidad de vida de las personas, grupos, familias y comunidades.

Las ONG federadas reconocemos y apoyamos la institucionalidad, la Constitución Política, el Estado Social de Derecho, los Derechos Humanos, la legalidad y la gobernabilidad. Las ONG federadas recaudamos la retención en la fuente, el IVA, pagamos impuesto de renta, impuesto predial, impuesto de Industria y Comercio y el cuatro por mil, tributamos de nuestros recursos para sostener el Estado, al tiempo que aportamos bajo el principio de la corresponsabilidad. Rechazamos el llamado de los violentos y las vías de hecho. Sentimos el desinterés del Estado en escuchar y atender nuestras demandas. Percibimos la indiferencia de la sociedad ante las preocupaciones que nos estresan. El debilitamiento de nuestras organizaciones y su liquidación sería una pérdida irreparable del capital institucional y social, perdida que afectaría la estabilidad de la vida democrática del país. Estamos en crisis y ya sabemos la lección: o salimos fortalecidos o nos hundimos… Con la fuerza ética que hemos acreditado en los ejercicios de rendición pública de cuenta repotenciemos la gestión gremial de la Confederación Colombiana y la Federación Antioqueña de ONG: repensemos, decidamos y actuemos que todavía estamos a tiempo de mitigar los riesgos y daños de la hecatombe. Que la elección de un nuevo Consejo Directivo y de una nueva Dirección Ejecutiva sea una oportunidad para priorizar, en la agenda de trabajo, la defensa de nuestros intereses en cuanto a términos más equitativos y justos de la contratación con el Estado.

Luis Julián Salas Rodas
Director Ejecutivo

Fundación Bienestar Humano

viernes, noviembre 30, 2012


EL RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA Y EL DERECHO A LA EDUCACIÓN DE ADULTOS Y SUS FAMILIAS

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano

www.bienhumano.org

“Aprendí a leer y a escribir, aprendí a participar, hasta a pintar, aprendí a compartir, aprendí a controlarme, aprendí a que uno debe salir de la casa, aprendí a prender el computador. Cuando fuimos al Jardín Botánico, hay una Ceiba que la llaman barrigona. Aprendí números, que no sabía nada. Aprendí las estaciones del tiempo y las formas de comunicación”.
(Testimonio de mujer adulta participante del proyecto de alfabetización  y educación de adultos:“Leer y escribir la realidad para ser libres”)

Desde el año 2000 la FBH inicio acciones de alfabetización de adultos en las zonas rurales de Antioquia donde trabajábamos con las familias y los educadores.  En los primeros años tuvimos aportes financieros de la Fundación Alfabetizadora Laubach para el Caribe y América Latina y Proliteracy World Wide, ONG norteamericana que tiene programas en 34 países.

A mediados del 2007 la trabajadora social Ángela María Mesa Londoño, funcionaria de la Secretaría  de Desarrollo Social del municipio de Medellín se acercó a la FBH para solicitar apoyo al macroproyecto de Moravia.  De una población cercana a 42.000 personas el 10%, mayores de 15 años, se encontraba en situación de analfabetismo estructural lo que impedía el desarrollo de los programas.  Por esa misma época la Fundación Fraternidad Medellín se interesó en el tema de la alfabetización de adultos. En el 2009 iniciamos una nueva propuesta denominada “Leer y Escribir la Realidad Para Ser Libres” retomando nuevos enfoques pedagógicos y de educación de adultos, atendiendo a la vez los requerimientos del Ministerio de Educación para certificar a los participantes en el llamado CLEI: Ciclo Lectivo Educativo Institucional. Siendo las familias el grupo objetivo de la FBH el proyecto incluyó además del equipo pedagógico un equipo sicosocial de apoyo y acompañamiento a los adultos y las tutoras. Con el firme respaldo financiero de la Fundación Fraternidad Medellín graduamos, en ese año 250 adultos residentes en el barrio Moravia de Medellín en el CLEI 1 (1°, 2° y 3° de primaria).  El 71%  siguió sus estudios en el nivel 2 del CLEI.  En el 2010 graduamos 100 adultos de los barrios la Cruz y la Honda y el 69%  de ellos avanzó al nivel 2 del CLEI (4°, 5° y 6°).  En el 2011 participaron 180 adultos de las comunas 8 y 9 de Medellín, del barrio Campo Valdez, de la Fundación las Golondrinas, del programa Centro Día de habitantes de calle y adultos mayores de la Sociedad San Vicente de Paul.  En el 2013 esperamos graduar 180 adultos de los barrios Belén Rincón, Llanaditas, Santo Domingo, Picacho y de las instituciones Calor de Hogar, Senderos de Luz y Centro Día de Medellín.  Desde el año 2000 hasta la fecha hemos alfabetizado 1.672 personas adultas y muchas de ellas han logrado terminar  primaria y bachillerato. Algunas aspiran a continuar estudios técnicos y superiores.

Los participantes de “Leer y escribir la realidad para ser libres” reciben 400 horas presenciales, realizan salidas pedagógicas con las tutoras a distintos sitios de la ciudad y tienen la oportunidad de acceder a la alfabetización digital en las salas y bibliotecas públicas y también aprenden del manejo de finanzas personales y familiares.

Más que la estadística, el impacto  del trabajo realizado hay que evaluarlo en el contexto de la recuperación de la dignidad humana, de la autoestima personal,  de la restitución de un derecho negado: el de la educación y el de la inclusión social y ciudadana.  Estamos de acuerdo con la movilización de recursos y la política pública hacia la primera infancia y la adolescencia pero, también, el Estado y la sociedad tienen, en Colombia, una deuda social pendiente con la población iletrada adulta joven y mayor.  ¿Por qué otros países han logrado erradicar el analfabetismo y el nuestro aun no?  ¿Por qué persisten las condiciones de inequidad y exclusión a la educación y el trabajo decente?  ¿Por qué fuimos el último país de América Latina en garantizar la gratuidad en educación básica  y secundaria?

En la antigüedad  griega Pitágoras de Samos dijo: “Ayuda a tus semejantes a levantar la carga, pero no te consideres obligado a llevársela”. Cuando asumimos la carga del otro lo volvemos dependiente, le quitamos su dignidad e iniciativa. En la FBH hemos y seguiremos ayudando a “levantar la carga”, brindando oportunidades y acompañamiento para que las personas familias y comunidades puedan seguir, con entusiasmo y sano orgullo, el desarrollo de sus capacidades, talentos y competencias.  Si los padres y madres, quienes son las figuras de identidad más importantes de los hijos, elevan su nivel educativo mejoran con ello la calidad de vida de sus familias, sus relaciones con ellos y valoran el acceso y la permanencia de sus hijos  en el sistema escolar. Alfabetizar no es solo la tarea de enseñar a leer, escribir o a aprender las operaciones matemáticas básicas. Se piensa que la tarea de alfabetizar es asunto de cartillas, campañas y de unas horas de trabajo voluntario. ¡No! Para alfabetizar un adulto  hay que prepararse académicamente en la disciplina de formación y educación de adultos; alfabetizar un adulto es garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos, es abrir las puertas invisibles que cierran su ingreso al ejercicio pleno de su ciudadanía  de su participación social, productiva y política.  En el mundo se estima que existen 800 millones de personas analfabetas mayores de 15 años, la mayoría mujeres rurales que por razones culturales o religiosas se les niega el derecho a la educación. Malala  Yousafzai la joven paquistaní que fue herida a bala por defender su aspiración al conocimiento, a las oportunidades y al desarrollo de sus capacidades es símbolo de las creencias que mantienen la inequidad y la injusticia sobre las mujeres.
     
En nuestro país son alrededor de 2.100.000 los iletrados, mayores de 15 años,  a los que, por diversas razones se les sigue negando el derecho a la educación; de ellos 400.000 son antioqueños(as).  Antioquía lidera este ranking. ¿Será que el Plan de Desarrollo del gobernador Sergio Fajardo Valderrama  “Antioquía la más Educada” se ocupar de ellos y los incluirá de verdad?

En Medellín las cifras de la problemática son también preocupantes, según dos estudios  Encuesta De Calidad de Vida ECV y la Gran Encuesta Metropolitana de Hogares (GEIH), 51.702 personas mayores de 15 años son analfabetas estructurales, 225.000 personas entre los 15 y 65 años son analfabetas funcionales y en cuanto el analfabetismo digital el 54% de los hogares no tiene computador y el 62.42% no tiene conexión a internet. De acuerdo con información de la Personería de Medellín en los últimos 10 años han llegado a la ciudad alrededor de 250.000 personas de distintas regiones rurales del departamento y del país. Personas y familias que huyen del conflicto armado o en búsqueda de oportunidades que desean quedarse y ser ciudadanos. Con ellos  en vez de disminuir crece la tasa de analfabetismo y la demanda por vivienda y servicios.
  
Los  datos del Ministerio de Educación Nacional inquietan ya que, a pesar de todos los esfuerzos,  aun existen alrededor de 1.000.000 de niños, niñas y jóvenes por fuera del sistema escolar sino se toman medidas que los incluyan ahora ellos serán los adultos iletrados del futuro y el problema de la erradicación de todo tipo de analfabetismo seguirá como  una tarea pendiente del Estado.

En 1986 la Asamblea General de la Naciones Unidas declaró que el Desarrollo es un “derecho humano inalienable en virtud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados para participar en un desarrollo económico, social, cultural y político en el que puedan realizarse plenamente todos los Derechos Humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo y a disfrutar de él”. (Declaración sobre el Derecho al Desarrollo). Dos preguntas: ¿Cómo puede garantizarse el derecho al desarrollo de las personas y los pueblos si el Estado no garantiza primero el derecho a la Educación? Si se afirma que los atributos que debe tener una persona para ejercitar sus derechos son la dignidad, la libertad, la responsabilidad, la igualdad y la autonomía, ¿Cómo pueden concretarse estos atributos sin la vigencia del derecho a la educación?

 Con gran complacencia entregamos a los educadores, a la comunidad científica y a la sociedad los hallazgos, resultados y conocimientos que el equipo pedagógico y sicosocial ha logrado allegar en el transcurso de los últimos 4 años de ejecución del proyecto “Leer y escribir la realidad para ser ibres”.  El texto en mención es el segundo libro de sistematización de la experiencia.

Tan importantes como la cobertura poblacional y geográfica del proyecto es constatar los cambios en la vida personal y familiar de los participantes como el de la señora Beatriz Elena Lopera residente del barrio Moravia de Medellín quien logró su mayor deseo: aprender a leer y escribir para poder hacer las tareas con las nietas o la señora María Vitalina Quiceno quien culminó el primer nivel del CLEI en compañía de sus dos hijas adultas y así podríamos citar muchos otros  maravillosos ejemplos.

Las revoluciones políticas y los movimientos sociales y culturales son los que transforman a los Estados y las sociedades del planeta.  Las ONG sabemos de nuestros alcances y limitaciones, contribuir con nuestros modestos recursos y grandes ideales al cambio personal, familiar y comunitario es ya de por sí una meritoria contribución al desarrollo humano y local.
      
El primer agradecimiento es para los participantes, jóvenes, hombres y mujeres adultos y mayores quienes con su entusiasmo, compromiso y deseos de aprender dijeron si a la convocatoria.  Reconocimiento al equipo pedagógico y profesional quienes con su conocimiento, experticia  y trabajo ha sido posible desarrollar los objetivos y metas del proyecto.  Gratitud a las  Fundaciones Fraternidad Medellín, Sofía Pérez de Soto, las Américas, las Golondrinas  y Proliteracy World Wide por compartir nuestra misión y visión de la “Educación para todos y todas las personas sin límite de edad”. Con ello, como organización de la sociedad civil, asumimos el principio constitucional de la corresponsabilidad en un tema que es de interés público, pero sin olvidar que la responsabilidad primaria y directa de garantizar el derecho a la educación  es  y seguirá  siendo  del Estado.

(Si desea conocer las publicaciones virtuales  sobre alfabetización de la Fundación Bienestar Humano, entre a nuestra página web www.bienhumano.org , link: publicaciones) 

viernes, mayo 20, 2011

RAZÓN DE SER DE LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES

 
Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magister en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano

1. ¿Qué son las ONG?


Las Naciones Unidas definen las ONG como: “Cualquier organización cívica voluntaria sin fines de lucro”. Acepción amplia donde caben organizaciones de base (juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, grupos juveniles, grupos de madres comunitarias, sindicatos, etc.), así como los movimientos populares, cívicos, de derechos humanos y ecológicos.

De acuerdo con la anterior definición de ONG, se estima que en Colombia existen alrededor de 70 mil organizaciones cívicas voluntarias.

Si bien no hay una definición y una tipología de carácter universal, pueden enunciarse algunas características comunes:

No gubernamental, con personería jurídica, sin ánimo de lucro, de beneficio o utilidad común, de cambio humano, surgen por iniciativas particulares o de participación mixta, prestan servicios o realizan actividades de utilidad pública y promueven procesos de organización, participación y autogestión, sin intentar suplantar al Estado y la comunidad.[1]

No toda organización cívica voluntaria sin fines de lucro puede ser considerada una ONG; se requiere existencia y reconocimiento jurídico, y una estructura organizacional permanente. ¿Qué distingue una ONG? Se pregunta Rubén Fernández Andrade, Director General de la Corporación Región:

“Su carácter de organización civil, sin ánimo de lucro, instituida con motivaciones abiertas, solidarias y altruistas para el servicio a terceros”.[2]

Bernardo Toro, Presidente del Consejo Directivo de la Confederación Colombiana de ONG se expresa al respecto:

“Son todas las organizaciones y personas que pueden hacer todo lo que no está prohibido en una sociedad. En esto se diferencian del Estado que sólo puede hacer lo que esta legislado. Precisamente porque las ONG y la Sociedad Civil pueden hacer todo lo que no esta prohibido es por lo que es tan variado lo que hacen y no existe una definición clara de qué es eso que se puede hacer que no está prohibido en una sociedad. Son organizaciones sociales donde se producen bienes de interés colectivo y que además trabajan con el Estado. En el caso de las ONG buscan favorecer intereses públicos por decisión propia. También las iglesias o las cooperativas hacen parte de esas organizaciones sociales, pero a diferencia de las ONG, hacen bienes colectivos en lo privado (Cooperativas, Clubes, Iglesias, Sindicatos) y las ONG bienes colectivos públicos. (...) Habría que llegar a definir las ONG por su capacidad de construir bienes públicos con el Estado; ellas son el producto de la relación entre el Estado y la sociedad porque entre ambos tienen que construir lo público que es ese único lugar donde todos somos iguales. Es la manera de construir el Estado Social de Derecho que tenemos, a diferencia del Estado Napoleónico, es el que se construye con la sociedad y tiene sentido sólo si entre ambos son capaces de construir dignidad, es decir, hacer vigentes los derechos humanos.[3]

Tanto Rubén Fernández como Bernardo Toro señalan la finalidad de crear bienes y servicios públicos como una característica esencial y diferenciadora de las ONG de otro tipo de organizaciones sociales. Si bien la naturaleza y regulación jurídica de las ONG es de índole privada, no dependen de la administración pública, sus acciones, programas y proyectos se inscriben en el espacio de lo público no estatal, que junto a lo público estatal conforman el sentido amplio de lo público, de lo que pertenece a todos los ciudadanos de un país por tener iguales oportunidades de acceso y disfrute.

La Fundación Interamericana estima que en Latinoamérica y El Caribe, existen 11.787 ONG de los cuales 5.436 (46.1%) son colombianas.[4] Los cálculos indican que en las ONG colombianas colaboran más de 700 mil personas voluntarias, mientras que los usuarios directos se aproximan a los 14 millones de personas. En el departamento de Antioquia, la estimación es de 649 organizaciones y en el Valle de Aburrá 250.[5] y [6]
Las ONG hacen parte del Sector Social, junto con las cooperativas, cajas de compensación, gremios, sindicatos, juntas de acción comunal, asociaciones de padres de familia, organizaciones comunitarias, fondos de empleados, asociaciones mutuales, y asociaciones profesionales. (Ver ilustración 3)

No toda entidad sin ánimo de lucro es una ONG, pero las ONG deben ser entidades sin ánimo de lucro.
El concepto sin ánimo de lucro tiene varias connotaciones. La principal es que la organización no está constituida para el beneficio individual y por lo tanto sus excedentes económicos y sus bienes, nunca pueden ser repartidos entre los socios, ni aún en caso de disolución.

Sin ánimo de lucro no significa que la entidad sea con ánimo de pérdida. En el pasado, el modelo asistencialista y paternalista señalaba como algo indebido y antiético, la destinación de una parte de los excedentes económicos, al fortalecimiento patrimonial de la organización; de ahí, cierta imagen de precariedad e indigencia que tenían en la sociedad. Los nuevos conceptos de sostenibilidad, empresa social y fortalecimiento institucional han replanteado esta concepción.

Si bien las organizaciones del Sector Empresarial y del Sector Social hacen parte de la Sociedad Civil, difieren en cuanto a su naturaleza jurídica y fines. Rodrigo Villar lo expresa así:

“Una diferencia sustancial entre las empresas privadas y las entidades sin ánimo de lucro, es que mientras el desempeño de las primeras se mide básicamente sobre la base de sus resultados financieros, el de las segundas, se relaciona con el cumplimiento de sus misiones sociales. Las empresas privadas con ánimo de lucro producen bienes y servicios para cumplir su objetivo de maximizar ganancias para los accionistas de las empresas. Las entidades sin ánimo de lucro, proveen servicios o sirven de vehículo de expresión ciudadana, para cumplir la misión social y desarrollar las causas que establecieron sus fundadores o sus asociados. Para las primeras, los recursos financieros y su incremento a través de la transacción mercantil, es la razón de existir. Para las segundas, los recursos financieros son un medio para el desarrollo de su misión social. Las donaciones del público (individuos, empresas o fundaciones) que apoyan la causa de la organización y los recursos del gobierno, que confía en el beneficio público de la prestación de servicios públicos por parte de las entidades sin ánimo de lucro, son fuentes fundamentales para su operación. Mientras las empresas privadas, hacen transacciones con clientes individuales, dispuestos a pagar por los servicios que les ofrecen como consumidores, las entidades sin ánimo de lucro, se orientan a servir a beneficiarios que participan de la causa o misión social de la organización y no se espera, como en el caso de las empresas privadas, que esta se logre predominantemente por el intercambio de productos y servicios por dinero”[7].

La denominación de ONG es un hecho más bien reciente, empieza a circular en la década de los 80 como reacción diferenciadora de las políticas, planes, programas y proyectos de los organismos gubernamentales OG. El nombre de ONG es asumido en las agencias de cooperación internacional y se instala definitivamente en la opinión pública mundial. Si bien con esta nominación se intenta tomar distancia y definir límites con relación a las OG, en cuanto al origen, naturaleza jurídica, normatividad y formas de gestión, no lo es en cuanto a los objetivos y fines del desarrollo humano y social. La superación de la pobreza, el logro de la equidad social, una mejor calidad de vida y la defensa de los derechos humanos[8] son tareas comunes del sector gubernamental y de las ONG.

 

2. Origen y desarrollo


Con el afianzamiento del cristianismo en Occidente, el precepto de la caridad, (amor a Dios) inspiró la creación de órdenes religiosas y organizaciones laicas de ayuda y amparo a los pobres y menesterosos. Asilos y hospitales fueron, por mucho tiempo, campo de acción de la Iglesia Católica. Con el Renacimiento y la progresiva secularización de la sociedad, surgió el concepto de filantropía (amor a la humanidad).

Tanto la práctica de la caridad cristiana como de la filantropía humanista, dieron origen a entidades de servicio y programas paternalistas y asistencialistas, modelo que tuvo vigencia hasta principios de la década de los años 60. Antes del surgimiento del Estado Moderno este tipo de entidades prestaban servicios de bienestar social a la persona, la familia y la comunidad.

Fue Alemania, a finales del siglo XIX, el primer país occidental en concebir y organizar un programa de seguridad social, cuya filosofía era la de atender las necesidades sociales de las personas durante todo su ciclo vital. El llamado “Estado del Bienestar” tuvo su aplicación plena en Norteamérica y Europa - Occidental. En Latinoamérica este modelo no pudo darse a plenitud por circunstancias políticas y económicas diferentes. En esta región un gran número de ONG surge como respuesta a la ausencia o incapacidad del Estado para proporcionar condiciones aceptables de vida y de bienestar social, al conjunto de la población. El objetivo de las entidades sin ánimo de lucro, en ese entonces, no era el de proponer un modelo alternativo de desarrollo sino, el de paliar y mitigar los efectos de la pobreza. El paternalismo y el asistencialismo, antes que remover los factores del subdesarrollo, mantenían las condiciones precarias de existencia de las personas y comunidades, mediante la dependencia institucional y la anulación de sus capacidades de realización y de autogestión.

La década de los años 60 implicó un punto de quiebre del modelo asistencialista y paternalista de las ONG. La complejidad de los problemas sociales y la búsqueda de soluciones más efectivas para re-mover las causas estructurales de la pobreza, dieron origen a ONG contestatarias con concepciones y propuestas diferentes en cuanto a su enfoque político y social. Otros hechos simultáneos fueron el incremento constante en el número de ONG y la progresiva profesionalización de los cargos directivos y de operación. Entre 1839 y 1960 aparecen 238 ONG en el país.

Entre 1961 y 1970 se crean 232 ONG; entre 1971 y 1980, 287, y de 1991 a 1990, 436 ONG.[9] Los últimos cuarenta años del siglo XX vieron un auge cuantitativo y cualitativo. Fue así como en 1988 se fundó en Santa Fe de Bogotá la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales, como gremio representativo y coordinador de este sector social.[10]

El fortalecimiento institucional, la capacitación permanente y la adopción y adaptación de las herramientas teórico - prácticas de la gerencia social, han sido, entre otras, nuevas estrategias para continuar vigentes y para responder a los nuevos retos del tercer milenio. Se pasa así, del trabajo mesiánico, protagónico, aislado y silencioso, al trabajo en red, en alianzas estratégicas, con medición de impacto y evaluación.

3. Misión de las ONG


Los orígenes, naturaleza y evolución de las ONG constituyen un universo heterogéneo en su composición y disperso en su accionar. Hay un poliformismo organizacional de modelos, tendencias y propósitos: ONG de asistencia y beneficencia, coexisten con ONG de desarrollo social y empresariales. Este poliformismo es, a la vez, una debilidad y una fortaleza; debilidad en cuanto dificulta la coordinación y la concertación, y fortaleza pues manifiesta vitalidad y dinamismo. Independiente de su origen y forma organizacional, las ONG fundamentan su acción en el aporte al capital social e institucional de la sociedad. Se parte de la intencionalidad de incrementar el bien público, y socializar sus beneficios.

La misión de las ONG radica en la promoción y defensa de los derechos humanos, entendidos como garantía de una vida digna con oportunidades para todos sin ningún tipo de discriminación. Bajo este concepto se puede englobar la misión de las ONG. No hay necesidad y satisfactor humano que no sean atendidos por ellas. Tampoco hay grupo poblacional o generacional excluido de su acción. No se concibe una ONG que no trabaje, desde su misión particular, por la vigencia de los derechos humanos.

En el objeto social de cualquier ONG hay siempre una intención explícita de contribuir al desarrollo humano y social. Las ONG comparten y creen en los valores universales de la solidaridad y la justicia. Creen en el cambio personal, familiar, social, político, económico y cultural del ser humano. Como actores sociales, las ONG posibilitan procesos de transformación. Cuando una ONG proporciona vivienda a familias pobres, por ejemplo, no lo hace sólo para reducir el déficit habitacional o para solucionar un problema de albergue, las viviendas son un medio para mejorar las relaciones familiares, la comunicación, la expresión afectiva, la autoestima y la felicidad de las familias. Lo mismo sucede, por ejemplo, en el trabajo con personas con limitaciones físicas, infancia en situación de abandono o riesgo, jóvenes farmacodependientes, jefas de hogar, personas afectadas por la indigencia, el SIDA, prisión política, desplazamiento, la violencia, los desastres naturales, entre otros.

Para las ONG no basta con mejorar las condiciones materiales de existencia a personas o grupos poblacionales, ésta es una condición necesaria, mas no suficiente, de su labor. A las ONG les interesa, sobre todo, la realización plena de las capacidades humanas y el acompañamiento en la búsqueda de la felicidad individual y colectiva, aquí reside la especificidad de la misión de las ONG, lo que las diferencia de otras organizaciones y sectores. Es este valor agregado, este sello de fábrica, el que marca la diferencia y el que justifica su existencia.

El carácter de no gubernamental no implica el desconocimiento de la acción de los organismos gubernamentales, OG. Ellos son los responsables directos de formular las políticas públicas; las ONG inciden cada vez más en el diseño y orientación, pero ello no implica que su tarea sea la de llenar los vacíos del Estado o ejecutar los programas y proyectos oficiales. Ya sea por contratación o en alianzas estratégicas con los gobiernos o con agencias de cooperación internacional, las ONG tratan, como actores sociales, de imprimir su propio sello. Tampoco es su función, suplantar a las comunidades, ni representarlas políticamente ante el Estado.[11]

Además de prestar servicios a la comunidad y aportar al desarrollo humano y social, las ONG también tienen la misión de formar ciudadanía, aportar a la construcción de lo público, crear capital social mediante su participación en redes y en espacios de concertación interinstitucionales e intersectoriales.

Las ONG cooperan como actores sociales con el sector gubernamental, el sector empresarial y las demás organizaciones del sector social en el logro de una sociedad más justa, democrática y pacífica.

En el preámbulo de la declaración de principios de las organizaciones no gubernamentales (ONG) de Colombia se lee:

Las ONG son entidades de derecho privado, sin ánimo de lucro, con claros objetivos de beneficio social y comunitario, cuyas actividades se orientan a:

  • Construir el bien público.
  • Erradicar la pobreza, buscar la equidad y lograr la sana convivencia.
  • Promover la defensa de los derechos fundamentales y contribuir a la construcción de niveles de vida dignos para los colombianos.
  • Fomentar los valores éticos.
  • Promover la defensa e incremento de los bienes y valores que constituyen el capital social.
  • Impulsar la formación de auténtica sociedad civil que lleve al logro de la plena democracia, al ejercicio de la participación ciudadana y a la aplicación de medios de control de la gestión pública en todas sus etapas.
  • Contribuir al desarrollo social del país y a la promoción social de los colombianos, especialmente de los pertenecientes a las clases menos favorecidas.
  • Procurar la generación de mayor inversión y productividad social, tanto por parte de las entidades públicas como privadas, ONG y otras organizaciones de la sociedad civil (OSC).
  • Las ONG están llamadas, por tanto, a cumplir una acción de fundamental importancia en ayudar a construir una sociedad civil pluralista y sostenible, con recursos y proyectos que demuestren su apertura, transparencia, integridad y autorregulación”.[12] 





4. Críticas y autocríticas al papel de las ONG ante el Estado, la empresa privada y el sector social


Su origen diverso, su desigual evolución, los contrapuestos discursos ideológicos, la excesiva heterogeneidad y fragmentación, la búsqueda de la sostenibilidad financiera, y las diferencias frente a la relación con el Estado y otras organizaciones sociales, han replanteado el papel de las ONG en el sector social.

La sostenibilidad financiera[1] y el cuestionamiento al qué hacer institucional pasaron a ser asuntos prioritarios. La sostenibilidad se vio amenazada por la desaparición de los auxilios oficiales; la competencia por los recursos públicos vía contratación; la disminución de las donaciones privadas por la crisis económica de las empresas; la disminución de los rendimientos del patrimonio para aquellas organizaciones que habían logrado en el pasado crear uno y capitalizar sus excedentes y la tardanza por aprender a formular, presentar y negociar proyectos con las agencias de cooperación. Luis Carlos Bresser y Nuria Cunill señalan las implicaciones de la búsqueda impaciente de la sostenibilidad:

“En la medida en que no se trata de entes auto sustentados, uno de los principales desafíos estriba en conciliar sus funciones de promoción de la autoorganización social con sus funciones de carácter más empresarial. En tal sentido resulta clave contrarrestar la tendencia a la mercantilización y la burocratización, de modo de preservarlas como integrantes de lo público no estatal y, sobre todo, posibilitar que actúen como catalizadoras y promotoras de la ampliación del espacio público, a través del empoderamiento de los sectores más vulnerables. El mismo problema aparece en el caso de las fundaciones de servicio público, que enfrentan siempre los riesgos de la privatización y de feudalización”.[2]

En el mismo sentido se expresa Edgardo Lander:

“La experiencia de las llamadas ONG demuestra que los problemas de privatización de lo público no son asuntos que se refieren exclusivamente a Estado. Está abundantemente documentado que muchas organizaciones no gubernamentales, incluso de origen popular, pueden no sólo burocratizarse, sino, igualmente comenzar a organizar su actividad de obtención de recursos y de dotación de servicios en términos prioritariamente auto referentes. La auto justificación, sobrevivencia, pago de personal y crecimiento de la propia organización, se convierte, en esos casos, en el objetivo que orienta en lo fundamental su acción”.[3]

Si en el pasado el qué hacer institucional de las, en ese entonces, denominadas entidades sin ánimo de lucro no era cuestionado por el Estado, la empresa privada y los beneficiarios, con el advenimiento de la gerencia social surgieron fuertes críticas a sus particulares formas de organización, ejercicio de la autoridad, eficiencia administrativa y resultados de sus pro-gramas en la población. La crítica del Estado se dirige a la intención deslegitimadora de su acción por parte de ONG contestatarias en los sectores populares; a ver en él la “vaca lechera” de obtención de recursos para la sostenibilidad; y a la dificultad de establecer interlocución directa con un sector excesivamente fragmentado y atomizado. Las críticas del Sector Empresarial están dirigidas a reclamar de las ONG mayor eficiencia y eficacia en el uso de los recursos económicos donados para proyectos y programas de desarrollo social; también, a rechazar “el discurso izquierdista de los Derechos Humanos” de las ONG. La proliferación de ONG y la falta de una organización gremial con más fuerza y reconocimiento político y social han contribuido a que la opinión pública y otros actores sociales cuestionen el que hacer de las ONG. En palabras de Eduardo Bustelo G.:

“Sin pretender invalidar el compromiso y la actuación de las ONG debe tenerse en cuenta, no obstante, que la relación de autoridad “caudillo-patrón” también se expresa frecuentemente en su sentido patrimonial y vertical en las organizaciones de la Sociedad Civil. Esta es “mi” ONG, este es “mi” tema, estos son “mis pacientes”, este es “mi proyecto”; etc, pueden ser ejemplos de la apropiación patrimonial de espacios institucionales, grupales o de temas. Así mismo, puede observarse en muchas ONG, la dependencia unipersonal en un líder interno o “tutor” externo, la escasa o casi nula capacidad para renovar sus autoridades que parecen quedar “dueñas” a perpetuidad de espacios de actuación y los casi inexistentes mecanismos democráticos de elección y de participación. Frecuentemente es también observable la implementación de formas de intervención autoritarias de proyectos sin la promoción ciudadana, en donde los “propietarios - sujeto” de una propuesta definen sobre los “objetos de intervención” el tratamiento social “adecuado”. No menos importante es el “purismo conceptual” o “ética de la exclusión” con la que muchas ONG se manejan, lo que se traduce en la creencia de que un determinado enfoque o metodología de trabajo son los únicos y mejores así como, en la convicción de que cada uno expresa una modalidad prístina, transparente y éticamente definitiva en el trabajo por los demás lo que por definición, excluye otras formas importantes de compromiso social”.[4]

Otra crítica, menos conocida al exterior de las ONG pero no por ello menos grave, es la práctica de un concepto restringido del bienestar y la solidaridad, estas tienen validez si se realizan en los grupos objetivos, en los “clientes externos”, más no se aplican con igual medida si se trata de mejorar las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los empleados, de los “clientes internos”. En la mayoría de las ONG, especialmente en las de menor tamaño, no existen políticas de bienestar laboral y social para los empleados y sus familias fuera de lo estrictamente legal. No hay posibilidades de préstamos para vivienda o calamidad doméstica, de subsidios educativos para la familia, de seguros colectivos de vida y amparos adicionales por enfermedad, accidente o muerte. La precariedad institucional y la incierta sostenibilidad impiden la estabilidad laboral y la contratación a término indefinido de la mayoría del personal. La “cultura de los proyectos” hace imposible garantizar la continuidad de un recurso humano cualificado y con experiencia al cual se le pide dar muestra de la misma mística y capacidad de entrega de entrega de los más entusiastas voluntarios. No cabe duda que este tipo de ONG enfrenta un cuestionamiento ético entre la misión y los principios institucionales hacia la sociedad y sus deberes de promoción de los satisfactores del personal a su servicio.

Es válido también los reparos que los otros sectores hacen frente a la necesidad de superar la atomización de las ONG: Escribe la socióloga Lucía Tarazona de Niño:

“(...) La política de formación de consorcios que ha iniciado la Confederación Colombiana de ONG es vital, así como la constitución de redes sólidas. A veces el exceso de protagonismo o la intolerancia y radicalismo que impiden el trabajo en equipo inducen a una proliferación de ONG que son muy limitadas en sus recursos, capacidad de acción, y que conllevan costos fijos muy altos y pocas probabilidades de consolidación. Hay que trabajar con ahínco en el diseño y desarrollo de ONG buscando llegar a constituir organizaciones eficientes, que trabajen en escalas de operación competitivas para ser opción frente a los servicios estatales y las empresas privadas de lucro. De otro lado, sólo con organizaciones que sobrepasan las fronteras de la supervivencia es posible plantearse el insertarse en redes de transferencia de tecnología dura y blanda de modo que se puedan ofrecer servicios de calidad y especialización dinámicos. La atomización también impide una contribución significativa del sector fundacional a la solución de cualquier problema de importancia social, pues no logra constituir una masa crítica que genere impacto social”.[5]

Otra crítica reiterativa a las ONG es la dificultad de concebir y realizar programas de amplia cobertura poblacional y geográfica debido a que circunscriben su acción, de manera preferente, a los ámbitos micro y de localidad. Esta circunstancia, unida al predominio de los enfoques sectoriales e institucionales de abordar las problemáticas, refuerza la fragmentación e impiden la adopción de una visión más integral de la realidad social. Aunque se ha avanzado, hace falta seguir propiciando el trabajo interinstitucional e intersectorial no solo entre las mismas ONG sino con otras organizaciones y sectores; implica dejar protagonismos, celos institucionales, actitudes mesiánicas, trabajo en equipo, acercamientos personales de directivos y funcionarios, elaboración conjunta de proyectos donde se reconozcan las fortalezas y de la sinergia de la complementariedad. En este sentido, el Estado y las agencias de cooperación pueden presionar el cambio al dar prelación a los proyectos formulados en uniones temporales, alianzas y consorcios que movilicen más recursos y comprometan más actores sociales.

La participación social de las ONG en los asuntos públicos ha demandado que éstas den cuenta de sus acciones y resultados, con transparencia, a la opinión pública para obtener credibilidad y confiabilidad de los demás actores. No todas las ONG se muestran interesadas en obtener visibilidad y reconocimiento, distinto a protagonismo, un gran número mantienen la política tradicional del bajo perfil y de proporcionar escasa información a la sociedad de sus actividades.

En cuanto al papel que asumen las ONG con relación al Estado colombiano se evidencian cuatro tendencias:



a.    Negación del Estado

Es un grupo minoritario de ONG que se resiste a considerar la dimensión pública de su misión institucional; generalmente son organizaciones de enfoque asistencial y de beneficencia, de larga tradición, con autosuficiencia patrimonial y financiera. No mantienen, ni están interesadas en tener relaciones contractuales con el Estado en participar en escenarios públicos o en redes sociales; su interés es el de prestar servicios a la comunidad de acuerdo a sus principios fundacionales y filantrópicos. Son ONG refractarias al cambio interno y a las demandas externas.

b.   Confrontación civil con el Estado.

Son aquellas ONG que se niegan a entrar en relaciones de contratación con el Estado para poder ejercer funciones de crítica y veeduría a la gestión pública. Son ONG donde prima la formación política de sus miembros y se hace explícito su alinderamiento en la llamada izquierda democrática. Están contra el empleo de la violencia y propugnan por una salida negociada al conflicto armado. Su acción institucional se centra en la formación de ciudadanía y de derechos humanos.  Dependen de la cooperación internacional para su financiamiento.

c.    Colaboración funcional con el Estado.

Otro grupo de ONG tomó partido por las nuevas oportunidades que abrió la Constitución de 1991 y la Ley 080 de 1993. Estas ONG se caracterizan por la prestación de servicios a grupos vulnerables como niños, jóvenes, ancianos, mujeres jefes de familia, indigentes, presos, damnificados por desastres naturales, familias desplazadas, indigentes, y pacientes terminales, entre otros. En su afán de obtener recursos oficiales para su sostenibilidad renuncian a ser y a desarrollar un modelo alternativo de desarrollo social, convirtiéndose en meros ejecutores de los programas formulados por la política gubernamental de turno. Son ONG solícitas de las directrices oficiales que no sólo costean barato sus servicios sino que, además, los cofinancian con recursos propios o ajenos. De ahí el apelativo de organizaciones neogubernamentales. Muchas dependen de un solo contrato anual como aquellas que están vinculadas al Instituto de Bienestar Familiar o a una Caja de Compensación Familiar; situación que agrava su debilidad institucional e impide su autonomía. Estas ONG no están interesadas en polemizar con el Estado, ni en construir un discurso propio de lo social, de la participación y o de la construcción de lo público democrático. Su preocupación es cumplir con la misión institucional y asegurar recursos para su sobrevivencia así sea a costa de “privatizar lo público”.

La colaboración funcional con el Estado tiene el riesgo para las ONG que siguen esta tendencia de ser vistas por la sociedad como un sustituto del mismo Estado. Son las que “llenan un vacio”, las que hacen lo que el Estado no quiere o puede hacer. Al actuar de esta manera deslegitiman al Estado y minan la confianza de la ciudadanía en sus instituciones públicas.

d.   Negociación y cogestión con el Estado.

Un tercer grupo, más reciente, de ONG trata de articular la prestación de servicios y la producción de bienes sociales con la construcción de un pensamiento gremial de fortalecimiento a la Sociedad Civil, de promoción y acompañamiento a los sectores populares y organizaciones comunitarias así como la ejecución de proyectos de desarrollo local, regional y ambiental. Quieren ser no sólo un poder social sino, también político y para ello pretenden ser reconocidos por los otros sectores y organizaciones como actores sociales. Escribe Jorge Bernal:

“El primer paso a dar por las ONG de desarrollo social es rescatar y asumir su lugar y su papel como un actor más en el desarrollo económico, político y cultural del país. Que junto con las propuestas y acciones del Estado, de los partidos políticos, y de las organizaciones populares, pueden estar y efectivamente estén las propuestas y acciones de las ONG. Que su opción por las mayorías marginadas del desarrollo económico y social, no vaya hasta negar sus propios postulados, sus iniciativas, sus acciones que por lo demás no siempre coinciden, por lo menos inmediatamente, con las de las mayorías. Que sus mayores relaciones con las organizaciones populares no impidan que se establezcan convenios más o menos estrechos y permanentes con el Estado y/o los partidos políticos. Las ONG tienen que tener un proyecto social y político alternativo para no caer en una actividad básicamente asistencialista, de reemplazo del Estado en sus funciones sociales”.[6]

Las ONG tienen un lugar específico, propio y reconocido en la Sociedad Civil. Eso no se discute. Lo que es polémico y fuente de controversia es el desempeño de su rol como actor social. La investigadora social Ingrid Bolívar pone el dedo en la llaga sobre este asunto:

“Hay una discusión que por lo “vieja” y, en algún sentido, portadora de un “tufillo marxista o popular” suele aparecer disfrazada o tal vez esconderse en los distintos encuentros de actores sociales. La discusión a la que se hace referencia es aquella que se pregunta si las ONG son solo promotoras, organizaciones al servicio de otros, por y para ellos, o si también pueden ser actores, tener su propio proyecto, su programa, su plan particular del que otros participan, pero que les reconoce cierta especificidad y autonomía. (...) Se trata pues de pensar ¿Cómo se imagina la ONG a sí misma? ¿En que espacios se concede autonomía relativa, especificidad social y política? ¿En cuales por el contrario, esa ONG se representa atada a los intereses de otras organizaciones llamadas a darle sentido, identidad, misión? ¿Qué imagen de la sociedad se esconde detrás de las constantes alusiones de las ONG a “los pobres”, “los marginados”, “los excluidos”? ¿Qué representación particular construye cada ONG de esos sectores y cómo desde allí un tipo particular de intervención y acción social”?[7]

La discusión permanece abierta en las ONG que quieren afirmarse y desempeñarse en los espacios públicos como actores sociales; discusión que compromete, en el buen sentido, una adscripción política, ideológica y programática determinada. La propuesta de transformación de las ONG en actores sociales esta contenida en el Acuerdo Programático para construir la Paz, formulado por la Confederación Colombiana de ONG. En dicho acuerdo se hace énfasis en la importancia que ellas tienen en la convivencia democrática, en la construcción de ciudadanía, de lo público y de los bienes colectivos; sobre este ultimo punto dice el acuerdo:

“(...) Lo público es el lugar en donde la equidad se hace posible. A mayor producción de bienes colectivos y públicos, mayor equidad. Para producir bienes públicos se requiere de un saber que es necesario construir y desarrollar; se requiere aprender a trabajar colectivamente. En este aprendizaje, las ONG y las redes de ONG juegan un papel fundamental”.[8]

En el texto, ya citado, ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros para las ONG, Rubén Fernández, ve a las ONG, en cuanto actores sociales, como promotoras del ejercicio de una ciudadanía plena:

“Y una tercera posibilidad[9] tiene que ver con asumirse, desde la misión institucional, como grupos humanos que canalizan lo mejor de las energías sociales en torno al ejercicio de una ciudadanía plena y respon-sable, en canalizadores de la solidaridad para con otros necesitados y en activos promotores de la vida cívica y defensores del bien común.

Ante el hecho histórico de que la desigualdad es una condición social y política presente en toda la historia, es pensable que una parte de las organizaciones no gubernamentales sigan dedicando sus esfuerzos a ayudar a personas que se encuentran en situaciones de carencia y cuya pobreza se constituye en un reto común. En general los excluidos de la sociedad, moverán mentes y corazones solidarios y precisarán de ONG para canalizar esta vocación.

En este punto caben dos maneras bien distintas de entender esta actividad: el simple y llano paternalismo o la solidaridad. Ambas tendrán su lugar aunque el primero, cada vez más marginal y cuestionado tenderá a quedar reducido a cuestiones puntuales.

En el segundo caso, será fundamental la explicitación del interés por ayudar a remover causas estructurales que dan origen a la exclusión que los ocupa. Esto implica dotarse, además, de instrumentos idóneos para atender a las personas en situación de exclusión, de herramientas para el análisis y la promoción del debate público, que significa que las ONG deberán tomarse en serio su propia ciudadanía política.

Pero además estarán en el menú, la educación ciudadana, las actividades de control ciudadano como las veedurías a la gestión de los gobernantes, las ligas de consumidores y usuarios, los grupos de presión para la elaboración de políticas públicas o la defensa del medio ambiente.

El ejercicio de alianzas, coaliciones, consorcios y todo tipo de relacionamientos estables, serán una necesidad en este escenario, buscando precisamente La eficacia de la acción.

En los tres casos, el voluntariado y la generosidad seguirán como una fuerza enorme a movilizar y como principal capital de las ONG. Sin embargo esto deberá armonizarse con la existencia de equipos profesionales de trabajo de altas calidades que se constituyen en el soporte técnico y operativo de la misión”.[10]

Al igual que la Sociedad Civil, las ONG no pueden concebirse sin relación, de inclusión o de exclusión, con el Estado. Su mismo nombre, su equívoca denominación, su identidad se define por lo que no es o quiere ser: no gubernamental. Es, en verdad, un término desafortunado pero que, para bien o para mal, ha hecho carrera y se ha posicionado en la opinión pública. Como fenómeno social seguirá creciendo numéricamente y aumentando su diversidad en la medida en que la pobrezas y las exclusiones de todo tipo lo sigan haciendo también. No hay duda que ellas fructifican mejor en un Estado democrático y que éste se fortalece con la movilización de recursos y sus aportes al desarrollo social de la población. Sin embargo hay conciencia en el gremio de que el exceso de responsabilidad cívica por atender necesidades y carencias no puede llegar a sustituir las responsabilidades sociales inherentes al Estado.

La tendencia de negar al Estado y de no entablar con el ningún tipo de relación de trabajo no es viable de sostener en el futuro ya que la complejidad de lo social hace inocuo cualquier esfuerzo aislado o “granito de arena” de contribución a una problemática particular; además, las incertidumbres de un entorno cambiante hacen muy difícil mantener las condiciones de autosuficiencia institucional que posibiliten la acción social aislada.

La tendencia de colaboración funcional con el Estado presenta riesgos de desnaturalización para las ONG que la asuman, tales como el clientelismo, la cooptación política, la dependencia asistencial y la “privatización de lo público”, lo que Eduardo Bustelo denomina “el abrazo mortal”; además inhibe la iniciativa, la creación colectiva y original de soluciones a las problemáticas sociales y “burocratiza” la gestión gerencial y social de la ONG.

La tendencia a constituirse en actores sociales es la más promisoria y enriquecedora de las tres, implica un proceso interno de reflexión en el pensamiento y la acción, un cambio cualitativo en definir el rol con los pares, con el Estado y la Sociedad Civil; también implica riesgos como la excesiva ideologización y politización de las personas y de la estructura social o el señalamiento y discriminación de otros actores sociales. Implica, además, el riesgo de querer comportarse como Estado. En palabras de Daniel Pecaut:

“Las ONG se comportan como Estado cuando pretenden intervenir directamente como si fuesen un poder con el mismo tipo de representatividad que el gobierno. Lo hacen cuando, por ejemplo, se meten directamente en el proceso cotidiano de negociaciones de paz con las guerrillas... El riesgo, mientras tanto, es que contribuyen a una desinstitucionalización mayor, quitándole al Estado lo que queda de autoridad. El desafío de cada una de ellas es actuar al mismo tiempo, buscando facilitar la expresión de la gente y ayudando a la reconstrucción institucional. No basta intervenir a nombre de sus propios valores sino en función del proyecto de construcción de una democracia moderna”.[11]

Ilustración 2



 ¿Qué ganan las ONG que le apuestan a convertirse en actores sociales? Autoestima institucional, visión global, visibilidad, reconocimiento de otros sectores y capacidad de negociación y de cogestión con el Estado, en la formulación de políticas y en la ejecución de proyectos y programas sociales. ¿Qué se requiere? Valor para tomar la decisión, apertura mental, liderazgo, fortalecimiento institucional, apoyo gremial, trabajo en red, profesionalización del personal, compromiso y mostrar eficiencia e impacto en los resultados. Si las ONG se asumen y actúan como gremio en la defensa de sus intereses, que no pueden ser otros que la procura del bienestar y los derechos humanos de las personas a quienes manifiestan promover y servir, habrán afianzado su papel en la Sociedad Civil y reencontrado su autentica razón de ser


[1] “Una organización es sostenible cuando en una situación determinada existe una capacidad duradera para movilizar recursos suficientes (personal, tecnología, información y finanzas) para asignarlos a la prestación de un conjunto de servicios que se juzgan convenientes por su solicitud y utilización”. Corporación PAISAJOVEN. Documento interno. 1998. La sostenibilidad es diferente de la autosuficiencia, pues ésta conduce al aislamiento y al protagonismo institucional.
[2] Entre el Estado y el mercado. Luis Carlos Bresser Pereira, Nuria Cunilll Grau. Paidóis. Buenos Aires. Argentina. Pág: 5º. 1998.
[3] Límites actuales del potencial democratizador en la esfera pública no estatal. En lo público no estatal en la reforma del Estado. Paidós. Buenos Aires. 1998. Pág: 467.
[4] El abrazo: Reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y los organismos no gubernamentales. Op. Cit: Pág: 68.
[5] Liderazgo de las organizaciones no gubernamentales en la Colombia en crisis. En: La gerencia social como desafío para el desarrollo. Memorias. Seminario Internacional. Universidad de la Salle. Bogotá. 1996. Pág: 153 y 154.
[6] Las ONG colombianas en el umbral de una nueva época. Jorge Bernal. Revista Foro No. 17 . Bogotá, 1992. Pág: 82
[7] El papel de las ONG en el fortalecimiento de la Sociedad Civil: La construcción de lo público. Documento. 1999. Pág: 4
[8] Acuerdo Programático para construir la Paz. Confederación Colombiana de ONG. Bogotá. 2001. Pág: 25
[9] Las otras dos posibilidades enunciadas por el autor son: oficinas especializadas presta-doras de servicios sociales, y, canalizadores de intereses comunes específicos.
[10] Op. Cit. Pág: 10
[11] Las ONG parecen el Estado. Daniel Pecaut. Entrevista. El Quinto poder. Informe especial. OP. CIT. Pág: 42





[1] La Federación Antioqueña de ONG define, estatutariamente, a sus afiliadas como: “Las personas jurídicas de carácter privado o de participación mixta sin ánimo de lucro, con actividades relacionadas con procesos de desarrollo, tales como la generación de conocimiento, la prestación de servicios que respondan a la satisfacción de necesidades humanas fundamentales, la investigación y la aplicación de estrategias alternativas de desarrollo que promuevan la transformación social”. Desde el punto de vista jurídico la legislación colombiana no reconoce el término ONG sino el de entidades sin ánimo de lucro y las clasifica como fundaciones, corporaciones y asociaciones. Las fundaciones son declaradas de utilidad común y se caracterizan por la destinación de un patrimonio o voluntad testamentaria para el cumplimiento de un objeto social. Pueden ser creadas y administradas por una sola persona. Las corporaciones y asociaciones requieren la voluntad de al menos dos personas que concurren con su conocimiento, aportes y trabajo al desarrollo de un objetivo social. El término ONG, en Colombia, tiene una connotación sociológica y no legal.
[2] ¿Qué terminaremos siendo? Escenarios presentes y futuros de las ONG. Rubén Fernández Andrade. Ponencia presentada en el Encuentro Nacional de ONG: Convergencia entre lo publico y lo privado. PROCALI. Cali. 1999. Pág: 1.
[3] Bernardo Toro: Zar de las ONG colombianas. Entrevista. Revista la Hoja. Medellín. Febrero del 2002. Pág: 5.
[4] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales(ONG), Fundación Social. Bogotá. 1992. Pág: 20
[5] Directorio guía de entidades sin ánimo de lucro: 2000 – 2002. Duodécima edición. Fundación Codesarrollo. Pág. XVIII. Medellín, 2000.
[6] Una investigación realizada en 12 países, por la Universidad de Johns Hopkins, en 1995, encontró que las ONG son grandes generadoras de empleo: En Estados Unidos emplean 7 millones de personas; en Japón 1.4 millones y cerca de un millón en Alemania, Francia e Inglaterra. Citado en: Foro Social. Edición Nº 2 diciembre – enero, 1995. FES. Cali
[7] El Tercer Sector en Colombia: Evolución, dimensión y tendencias. Confederación Colombiana de ONG. Rodrigo Villar. Común Presencia Editores. Bogotá. Pág. 109-110. 2001
[8] Entiéndase por derechos humanos no sólo los individuales, llamados de primera generación, sino, además, los sociales, económicos y culturales, o sea los de segunda y tercera generación.
[9] Acerca de la naturaleza y evolución de los organismos no gubernamentales (ONG) en Colombia. Pág. 33

[10] Para un mayor conocimiento del origen y desarrollo de las ONG Véase: El Sector social en Colombia. OP.CIT. Capítulo 1. Paginas 23 –93.
[11] La existencia de ONG internacionales de Derechos Humanos y la agudización del conflicto interno colombiano han polarizado el conocimiento y la actitud del Estado y la sociedad ante la posición política de las ONG nacionales. La representación social que la Opinión Pública tiene de ellas es cruzada y ambivalente. Unos sectores las asocian con las acciones de las guerrillas y otros con los intereses de los paramilitares. La generalización indiscriminada ha conllevado a la desinformación y la estigmatización del que hacer de las ONG en el medio, lo cual ha implicado el retiro de muchas organizaciones de las zonas del conflicto armado por amenazas y falta de garantía para su trabajo. La Confederación Colombiana de ONG, mediante sus federaciones regionales, ha hecho reiterados pronunciamientos públicos acerca de la misión, naturaleza y actuación de las ONG agremiadas y de su posición pacifista y democrática ante el Estado y los actores armados.
[12] Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales. Bogotá. 1998. Documento.